No se ha interesado el sagaz equipo de investigación de La Prensa en indagar la relación de periodistas de su propio diario con el narcotraficante Gerardo Sánchez, quien utilizaba como fachada para sus actividades una página en Facebook denominada “Coordinadora Guerrillera Nicaragüense” (CGN).
Fue toda una trama. Sánchez, quien mantenía contacto con algunas bandas de narcos, salteadores, asesinos y violadores, se hizo pasar como un jefe alzado en armas en contra del gobierno del presidente Daniel Ortega.
De inmediato captó la atención de los enemigos del sandinismo, muchos de los cuales cayeron en el engaño del narcotraficante, quien incluso les sacó dinero para el ejército que habitaba solo en su imaginación y en la laptop de Sánchez, que usaba el alias de “comandante Roberto Palacios”.
Combates y muertes inventadas
Presuntos combates y decenas de miembros de la Policía y el Ejército caídos, formaban parte del arsenal de mentiras de Gerardo Sánchez, quien actualmente cumple condena en la Cárcel Modelo de Tipitapa por sus actividades delictivas a las que la Policía daba seguimiento.
El “comandante Palacios”, un aventurero sin escrúpulos, se escondía en múltiples personalidades. Según le conviniera, se hacía pasar como fundador del Ejército Popular Sandinista (EPS), de la Dirección General de Seguridad del Estado (DGSE), del Ministerio del Interior (MINT), de la Contra, la recontra y de la “nueva Contra”.
En la soledad de su celda en la Modelo, Sánchez debe añorar sus días de “facebookero” compulsivo, cuando logró reclutar a periodistas de Radio Corporación y La Prensa, a quienes pasaba inventados partes sobre supuestos combates en los que los rearmados virtuales salían siempre victoriosos.
El CENIDH “se fue de boca”
Nicaleaks recibió abundante información sobre las andanzas de Gerardo Sánchez. No solo enganchó periodistas sino promotores de derechos humanos del CENIDH y otras ONG opositoras parecidas.
No es casual que cuando publicamos la complicidad de La Prensa y Radio Corporación con el narcotraficante y estafador, la ONG de la señora Vilma Núñez fuera la primera en “denunciar” el presunto complot del gobierno.
Paralelismo con Kate y “El Chapo”
Guardando las inmensas distancias entre los personajes, el vínculo de la periodista Elizabeth Romero y Gerardo Sánchez se parece mucho al de la actriz mexicana Kate del Castillo y Joaquín Guzmán Loera, alias “El Chapo Guzmán”.
Aunque por diferentes motivos, ambas se acercaron a peligrosos narcotraficantes. Las razones de Kate son todavía contradictorias y nadie se explica el por qué intentó enaltecer de alguna manera la vida criminal del capo a quien consideraba su amigo.
La vimos confusa y trémula ante Carmen Arístegui en una entrevista que dejó más dudas que respuestas sobre la actuación de la guapa mexicana, quien sabedora de que incurrió en un posible delito, intenta ahora de manera desesperada dar explicaciones sobre algo que no parece tenerlas.
La Prensa está más clara de lo que busca
En el caso de Elizabeth estamos claros de que ella es solo una empleada de La Prensa y que su reclutamiento contó con el aval de sus superiores, según se desprende de los documentos en nuestro poder.
Las razones de sus patrones son muy precisas. Es una familia que se cree predestinada para gobernar Nicaragua y si no lo hace desde la Casa Presidencial, pretende hacerlo desde su denominada “República de Papel”, oponiéndose a todo lo que realizan sus rivales políticos.
La primera reacción del diario de la familia Holmann Chamorro fue parecida a la de Kate del Castillo. Al verse descubiertos, mandaron a Romero al CENIDH acusando a Nicaleaks y a uno de sus periodistas (tenemos varios colaboradores) de ser agentes del gobierno y exmiembros de la DGSE.
Callados se defienden mejor
En un guión que ya conocíamos de antemano, le siguieron editoriales y columnas de las plumas mejor costeadas de sus editores, hasta que se percataron de que se defendían mejor callados.
Quizás sea también esa la mejor opción para Del Castillo. Tenemos que entender que nadie está por encima de la ley. Ni siquiera los actores y periodistas, con el inmenso ego que caracteriza a muchos de ellos.
Lo de Kate del Castillo y La Prensa podría tener un nombre: apología del delito. Aunque en el caso del diario de la carretera norte estamos claros de que subyacen motivos inconfesables, el principal, la caída del gobierno del presidente Daniel Ortega.