«No nos vamos a meter con cualquier ‘hijueputa’ policía, así nomás porque sí, si ellos se meten con nosotros, entonces como sea vamos a acabar con ellos; si ellos no entienden, entonces les caemos hasta que entiendan». Hablamos con un integrante de la Mara Salvatrucha sobre cómo sobrevivir en la ciudad de El Salvador.
«Efectivamente, la Policía realiza ejecuciones extrajudiciales de manera sistemática», afirma Guadalupe Echevarría, jefa antipandillas de la Fiscalía General de El Salvador, en medio del alza en la cifra de muertes vinculadas a las pandillas, al menos 60 decesos violentos en el fin de semana del 23 y 24 de septiembre de 2017. No puede sino aceptar esta realidad, las más recientes masacres (Finca San Blas, por ejemplo) llevadas a cabo por la policía demuestran que para la corporación de seguridad no hay otra salida que eliminar físicamente al enemigo. «Se necesita que nos den más herramientas y que el Gobierno no esté del lado de los criminales», afirma un oficial de policía frente al cuerpo de un taxista asesinado por la pandilla conocida como Mao Mao, uno de los 29 asesinados de aquella jornada en que conversamos.
Sin embargo, en un comunicado emitido por la Policía Nacional Civil, encabezada por el Comisionado Howard Cotto, el 28 de septiembre de 2017, la dependencia afirma que ha habido una disminución de los homicidios ocurridos en el municipio de San Salvador, capital del país. Según cifras dadas por este comunicado, de enero a septiembre de 2017 se han reportado «175 hechos de violencia, 173 menos en comparación con el mismo periodo de 2016, en el que hubo 348, lo que significa una reducción del 50 % en los homicidios», dicta el documento al que RT tuvo acceso.
Pero en las calles la situación es diferente, la gente tiene miedo sin importar que se trate de un barrio adinerado o de una colonia pobre; la percepción acerca de la violencia y la seguridad apunta a que no se puede caminar con tranquilidad, se tienen que seguir reglas de protección y sobre todo, no se puede desobedecer la palabra de la pandilla y de la mara. Durante un recorrido nocturno por distintas zonas reportadas como escenarios de asesinato, es posible verificar que a pesar de que las instituciones forenses registran el deceso, se hace la revisión de la escena del crimen y se levanta el cuerpo conforme a la ley, al final, las cifras son distintas, son menores.
La prensa local también registra los asesinatos diarios, trata de dar explicaciones a cada caso y, en voz de un reportero gráfico ―que prefirió el anonimato―, también de argumentar acerca de las razones de tanta violencia en el país: «Se trata de crímenes relacionados con pandillas o porque no se paga la renta o porque se tiene alguna cuenta pendiente, sea con el Barrio 18 o con la MS13, pero ahora hay un incremento de los asesinatos de policías y militares porque hay una ofensiva de las pandillas y están demostrando su poder».
Desde enero y hasta finales de septiembre de este año van 17 militares asesinados y 33 policías ejecutados en su día de descanso, justo cuando no tienen posibilidad de defenderse. Por su parte, la PNC se muestra hermética y se cuida de no dar declaraciones a la prensa, a pesar de que RT solicitó alguna postura oficial respecto a esta situación. «El Gobierno tiene interés de que las cosas sigan así, sino, de dónde les van a llegar ayudas económicas al país», revela el mismo policía con quien se logró conversar, hasta ahora la única declaración emitida por alguien de esa institución.
La población salvadoreña vive con temor, vive en una geografía que está definida por el control territorial que tienen las pandillas. A veces se trata de colonias enteras dominadas por la MS13 o por el Barrio 18, pero en otras ocasiones, como en el centro de la capital, se trata de calles intercaladas en las que para transitar se tiene que tener un conocimiento preciso. Para sobrevivir en esta ciudad, hay que seguir la consigna sagrada: «Ver, oír y callar».
Habla la Mara Salvatrucha 13
El pasado 26 de septiembre de 2017, a través de un memorándum, el comisionado César Baldemar Flores Murillo, subdirector general de la Policía Nacional Civil, informó que existe un acuerdo mediante el cual las dos principales pandillas en El Salvador ―Mara Salvatrucha 13 (MS13) y el Barrio 18― establecerían una unificación para combatir a la Policía Nacional Civil y al Ejército. En el documento se alerta a agentes policiales, personal militar, empleados gubernamentales como directores, ministros, diputados, fiscales y alcaldes de acciones terroristas como quema de autobuses, gasolineras y contra puestos policiales. Un dato curioso es que en el memorándum no se garantiza la seguridad de los elementos policiales y se les invita a tomar «las medidas necesarias para su autoprotección».
«Nosotros sabemos cuándo viene la policía, cuando ellos vienen a nuestra zona, nosotros estamos conectados. Nosotros lo que hacemos es cuidar el territorio que controlamos, aunque a veces hay gente a la que no le gusta. Para nosotros el enemigo es la otra pandilla, a veces la jura [policía] se mete con nosotros, y nosotros no nos vamos a dejar matar. Si nos tiran nosotros respondemos», explica en entrevista para RT, Wilson, integrante de la ‘clica’ Pinos Locos Salvatrucha, parte de la estructura de la Mara Salvatrucha 13, y tal vez esta sea la explicación que aclare la actual ofensiva contra los miembros de las instituciones de seguridad.
A pesar de las constantes denuncias de cobro de renta a diversos sectores de la población, Wilson afirma: «No cobramos renta a la gente normal, a los empresarios sí les pedimos una cooperación, pero no nos metemos con la gente de nuestro territorio, hay otras pandillas que sí lo hacen, pero la Mara no».
«Hay gente ―amplía Wilson― que se ha desviado del camino y anda como nosotros, pero para nosotros ya no son lo mismo, Mara solo hay una y ellos ya no son parte, usan el número 503 para identificarse». Entre la prensa y algunos oficiales de policía se habla ―extraoficialmente― de una parte de la MS13 que se ha dividido, pero hasta el momento solo se trata de versiones aisladas. Sin embargo, los dichos de Wilson convierten esto en una toma de postura respecto a lo que podría consolidarse como otra organización en medio de un contexto altamente violento.
«No nos vamos a meter con cualquier ‘hijueputa’ policía, así nomás porque sí, si ellos se meten con nosotros, entonces como sea vamos a acabar con ellos; si ellos no entienden, entonces les caemos hasta que entiendan. Estamos todo el tiempo pendientes de lo que pasa, no andamos en las calles, sino que con gente de confianza monitoreando todo el tiempo» completa Wilson.
En las calles es posible respirar un cierto estado de alerta por parte de la policía. El Gobierno salvadoreño, además, decidió colocar algunos vehículos rápidos tipo Hummer en puntos que considera estratégicos. Por su parte, la población continúa asumiendo las reglas de cada pandilla y cuida mucho de no meterse en las colonias que le resultan contrarias. Es sin duda, un ejercicio de geografía del cual pende la vida.
Entre las versiones que circulan en la prensa y entre los oficiales de la policía que patrullan ciertos sectores, está aquella que afirma que la existencia de la pandilla identificada con el 503, y que podría ser una disidencia de la MS13, es parte de una estrategia gubernamental para dividir y causar confusión y de esta manera debilitar de algún modo a una de las pandillas con más alto control territorial en El Salvador. De ser esto cierto, esta versión se convertiría en una posible explicación del aumento de ataques a los cuerpos de seguridad estatales y a la posible unificación de pandillas de la cual se tiene conocimiento ahora.