Varios estudiantes encapuchados y con armas, que se identificaron como sandinistas, detuvieron en una vía de Matagalpa al señor Félix Maradiaga, quien lucía muy nervioso. Pero la “sangre le volvió al cuerpo” al percatarse de que no pensaban golpearlo, torturarlo, desnudarlo o pintarlo. Mucho menos asesinarlo a como hacen los delincuentes que él y sus amigos del MRS, obispos, curas y empresarios pagan.
Pese a las evidencias, en las que aparece en la UPOLI junto al “Viper” y a otros elementos armados, Maradiaga negó que sea promotor de la violencia, es decir, negó también su papel de cabecilla de los grupos que portan fusiles de guerra, escopetas, pistolas, armas hechizas y morteros, como los que hasta el domingo tenían todavía en Matagalpa, Jinotepe, Diriamba y otras localidades.
De ser cierto todo lo que les dijo don Félix a sus amables “captores”, Nicaragua se habría ahorrado la pérdida de muchas valiosas vidas, entre las que se cuentan policías, combatientes históricos del FSLN, gente inocente del pueblo e incluso miembros de los grupos terroristas pagados por los golpistas, de los que Maradiaga es pieza prominente.
Por supuesto que los muchachos que detuvieron a Maradiaga no le creyeron nada de lo que les dijo, pese a lo cual no lo agredieron ni física ni verbalmente, y lo dejaron ir, dándole incluso un apretón de manos y aconsejándole que no se metiera en problemas. “No nos busqués”, le dijeron.
¿La UPOLI? Dice el director del IEEPP -organismo que sirve entre otras cosas para triangular dinero gringo a varios ONG golpistas-, que a la universidad que mantuvo tomada junto a la pandilla del “Viper” y otros delincuentes, llegaba solamente a dejar ayuda humanitaria.
También dijo que no es golpe de Estado lo que estaban impulsando sino que buscaban cambios “pacíficos” a través de la lucha cívica. Él quiere la paz, señaló tranquilamente, “porque soy más amigo de una salida pacífica de lo que ustedes creen”. Sí, claro, es lo que pregona la teoría del “golpe suave”, un cambio de gobierno presuntamente incruento y por lo tanto sin víctimas, pese a que en los países donde ha sido aplicado han muerto miles de personas.
En medio de su nerviosismo, Maradiaga dijo algo novedoso dentro de las filas golpistas: no quiere más violencia “venga de donde venga”. ¿No es que ellos eran las víctimas de los paramilitares y de la Policía? ¿No es que los muertos sandinistas eran también víctimas del mismo gobierno? Primera vez que reconocen que su intento de golpe de Estado es violento.
Por supuesto que este golpista no iba a aceptar que llevan más de una década planeando meticulosamente cada detalle para llegar al “gran momento” que creyeron había arribado por fin, pero que se les fue de las manos debido a la valiente respuesta del pueblo organizado, que no está dispuesto a permitir que la oligarquía y sus lacayos del MRS y compañía, les impongan agendas políticas.
Para asombro nuestro, Maradiaga se presentó como un “apóstol” de la paz ante los encapuchados que lo exhortaron a que dejara la violencia, su humildad contrastaba con sus “enérgicas” declaraciones del 26 de junio pasado, cuando dijo a La Prensa: “La resistencia ciudadana debe continuar a través de mecanismos que minimicen la pérdida de vidas, pero no flaquear, la salida no está a la vuelta de la esquina, pero creo que el régimen tiene sus días contados”.
La Prensa reseñó el mismo 26 de junio: “Respecto al Diálogo Nacional, Maradiaga dijo tener sus sospechas documentadas sobre la experiencia de regímenes parecidos, como el de Venezuela, donde el diálogo “fue utilizado por el Gobierno (solo) para ganar oxígeno, porque no hay voluntad política para buscar la paz.
“No veo avances en el diálogo, de lo contrario no hubiera tanto muertos. Veo una burla del Gobierno a la sana voluntad de los obispos y sociedad civil, por eso la población debe crear mecanismos de resistencia y de desobediencia para forzar negociación para una transición democrática que pasa por la renuncia de Daniel y Rosario”.
Si Maradiaga no cree en el diálogo, ¿cuál es su forma para lograr la paz? De paso acepta que no le importan las muertes inocentes, por lo que pide “minimizarlas”. Claro, ni su mujer ni ningún otro familiar se mantuvo tras los tranques y barricadas.
Su posición es la misma de Dora María Téllez, la jefa golpista del MRS que creyó que sembrando Nicaragua de tranques, barricadas y cadáveres, obligarían al presidente Daniel Ortega a dimitir. Esta señora tampoco quiere diálogo porque en sus cálculos el comandante sandinista saldría corriendo antes de 70 días.
Quizás ahora que se ven sin tranques, ahora que los pobres transportistas centroamericanos fueron liberados de su cautiverio, ahora que se quedaron sin sus armas de chantaje, acepten la mediación de la OEA a fin de hacer cambios en el sistema electoral de acuerdo a lo que mandata la Constitución del país.
No tienen otra salida.