Nadal: «Hace 12 años, me rompí el pie y los médicos me dijeron que no sabían si podría seguir jugando»

El barco fletado por Roland Garros zarpa de Port de Grenelle y se aproxima a la torre Eiffel. Ha habido la lógica algarabía antes de poner rumbo al cercano destino, de donde regresa a los pocos minutos. Rafael Nadal posa paciente con la copa de campeón del torneo, ante los distintos requerimientos de los fotógrafos convocados. La noche ha sido larga. Se acostó cerca de las cuatro y a las siete ya estaba desvelado y no se pudo volver a dormir, confiesa en la conversación con un grupo de periodistas españoles. El décimo título en París no le ha alterado un ápice el rictus. Por su actitud, podría decirse que es uno más entre los pasajeros sino fuera por la sucesión de disparos de las cámaras y algunas miradas de curiosos apostados en los puentes mientras cruzamos el Sena.

El ya número 2 del mundo cenó junto a su equipo y su familia en el Hotel Intercontinental, cerca de la Ópera. A su lado, su novia, Francisca Perelló, y el Rey Emérito, Juan Carlos I. Después se dilató la velada en la zona de Matignon. Si está fatigado, que debe estarlo, lo disimula bien, siempre profesional en cada una de las responsabilidades derivadas de su formidable éxito.

«Hay quien puede verme como un ganador obsesivo, pero no lo soy. Sí se me ha hecho largo no poder competir regularmente en los últimos dos o tres años. Es muy difícil encadenar buen juego cuando no tienes oportunidad de hacerlo. Son muchos golpes a lo largo de la carrera, y desestabilizan», comenta sentado en uno de los coquetos compartimentos de la embarcación.

 

Ni relajación ni exceso de confianza

No han pasado ni 24 horas desde que completó con Stanislas Wawrinka el ejercicio de aniquilación iniciado hace dos semanas ante Benoit Paire. Siete rivales que fueron cayendo cual cadáveres ejecutados sin piedad. Un torneo de significación histórica que ha atravesado sin momento alguno de duda, con sólo 35 juegos entregados y sin ceder un solo set.

¿Temió el riesgo de caer en la autosuficiencia a medida que se encadenaban las victorias de forma tan contundente? «No, en ningún momento. Sabía que estaba jugando bien. Sentí bien la pelota desde el primer día, pero nada de relajación ni exceso de confianza. Sólo tal vez me despisté en un par de juegos en el debut, porque lo sucedido en el comienzo de los partidos contra Thiem y Wawrinka fue fruto de los nervios. En cualquier momento pueden torcerse las cosas y hay que intentar evitarlo, o estar preparado para poner remedio si así sucede».

Su gente más próxima -no están Toni Nadal ni Carlos Moyà, pero sí otros cercanos- y algunos privilegiados que han subido a bordo se fotografían con la copa, que el protagonista volverá a tomar, interrumpiendo brevemente la charla, para hacerse una foto con la Estatua de la Libertad al fondo. Nos toca colocarnos cuerpo a tierra para no perturbar la histórica imagen de un hombre felizmente acostumbrado a este tipo de actos.

De dónde viene, hacia dónde va

Es una travesía de ida y vuelta también en el tiempo, pues, recién cumplidos 31 años, y en uno de los mejores momentos de su carrera, toca reflexionar sobre de dónde viene y hacia dónde va, sin caer en pretensiones filosóficas. «Hace 12 años, en 2005 me rompí el pie en el torneo de Madrid y pensé que no podría prolongar mi carrera como lo he hecho hasta el día de hoy. Los médicos me dijeron que no sabían si podría continuar, sin añadir ninguna película, pues no soy nada peliculero. Tuve que empezar a utilizar una plantilla muy agresiva, que me generaba otro tipo de problemas».

Fue después de protagonizar una soberbia final del torneo de la capital ante Ivan Ljubicic, con quien estuvo dos sets abajo y con un break de desventaja en el quinto, cuando el Mutua Madrid Open aún se celebraba bajo techo. «Soy consciente de que mi carrera es algo especial, pero también de que todo es pasajero. En años no muy lejanos seré un ciudadano más. Mejor no subirse muy arriba porque luego la caída es más grande. Siempre he intentado estar al nivel del mar».

La pesca, el golf y el mar son precisamente sus «vías de escape», dentro de una ciudad como Manacor en la que se considera muy cómodo. Después de acudir a un acto con la firma que le viste, tomó el avión de regreso y, tras ver a la parte de la familia que no ha podido acompañarle en París, esta tarde estará en la ceremonia de graduación de la primera promoción de alumnos de su academia, antes de tomarse unos días de descanso y disputar a partir del día 19 el torneo de Queen’s como rodaje para Wimbledon.

A la espera de Wimbledon

Tiene mucha ilusión en volver a hacerlo bien en un torneo donde cuenta con dos títulos y tres finales, pero en el que su rendimiento ha ido disminuyendo con los años debido a los problemas en sus rodillas. Los recurrentes problemas físicos no le harán tomar en el futuro decisiones que contribuyan a priorizar mediante largos períodos de inactividad los torneos donde mejor se desenvuelve, como ha hecho Federer, que ha renunciado a la temporada de arcilla para concentrarse exclusivamente en la hierba. «Ya decidí este año no jugar Rotterdam tras disputar la final en Australia. Lo que ha hecho Federer es arriesgado. Le puede salir bien, porque lleva una línea fantástica, pero no es fiesta cada semana. Cuando estás tres meses fuera, no es tan fácil recuperar el ritmo de competición, aunque le va a ir bien, porque tiene dos torneos antes de Wimbledon. Pero para mí no lo veo».

¿Hasta qué punto le colma un éxito semejante? «De lo que me siento feliz es de poder hacer lo que me gusta. Cuando vienes de momentos difíciles, la satisfacción es mayor. Ya no sólo se trata de lo que te pierdes por la imposibilidad de jugar cuando estás lesionado, sino de lo que conlleva volver a empezar de cero y tener dolores por todos lados, pues cuando el cuerpo está parado le cuesta regresar a la actividad. Hay que hacer un esfuerzo muy grande para volver a salir cuando uno se lesiona».

No cree que se le vaya a exigir ganar todo cuanto dispute, pues «la gente que sabe un poco de deporte también sabe apreciar la dificultad que conlleva todo». «Llevo unos años en los que ganar no ha sido tan sencillo. Ahora lo que pretendo es ser competitivo en hierba y mantener en pista dura la línea con la que inicié la temporada».

Una vez superados los 14 grandes de Sampras y a tres de Roger Federer, el hombre con más títulos del máximo rango, salda telegráficamente la pregunta sobre si logrará atentar contra el récord del suizo. «Ahora mismo no me lo planteo».

Fuente: El Mundo

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