* Hoy por hoy en Nicaragua y en particular en Managua, el mes de julio es Sandinista, es rojinegro. Los de la izquierda caviar y los de la derecha pensaron poder celebrar la derrota del Gobierno y se vieron derrotados en todos los campos.
«Nosotros estuvimos en la oposición 17 años y nunca se nos ocurrió quemarle la vivienda a un liberal”. Daniel Ortega, Presidente Constitucional de Nicaragua, discurso en El Repliegue a Masaya.
En el libro “De la dictadura a la democracia”, el agente CIA Gene Sharp, desarrolla el manual tantas veces mencionado, que en su quinta fase, indica la ruptura de la institucionalidad y el desarrollo de una “cabeza de playa” desde donde se pudiera ingresar al país con fuerzas “multinacionales” para apoyar la insurrección en contra de la dictadura. De hecho, la creación de esa fase en Nicaragua, ha estado precedida por “tranques” (bloqueos de carreteras) donde se cobran cupos, se secuestran sandinistas, policías y personal de ministerios. Muchos de ellos son torturados y asesinados por estos grupos de la “oposición pacífica autoconvocada”.
Ataques contra organismos públicos, y asaltos a unidades de policía, liderados por delincuentes, por ex sandinistas y ex contras. Mucha prensa conservadora, televisión y medios escritos y radiales, no cesan de presentar la situación de Nicaragua como la lucha contra una dictadura a pesar de que Daniel Ortega ha ganado constitucionalmente las elecciones, luego de haber pasado 17 años en la oposición. Desde la Deustche Welle, pasando por la BBC y la CNN, nos llegan versiones haciéndonos ver un pueblo pacífico, con banderas nacionales, apoyado por una Iglesia Católica imparcial que busca el diálogo en contra de una dictadura de izquierda peligrosa y violenta. El número de policías y civiles muertos ha ido en aumento y si hay policías asesinados por armas de fuego, quiere decir que en el otro lado hay civiles armados. La crisis parecía no detenerse, pero la quinta fase nunca llegó.
Hasta abril, Nicaragua era el país más pacífico de Centroamérica con una tasa de 8 homicidios por cada 100 mil habitantes, cuando Honduras, Guatemala o El Salvador, superan largamente los 50 homicidios por cada 100 mil habitantes. La policía nicaragüense, considerada una de las más eficientes de América Latina, desarrollada como una policía comunitaria, de gran inserción en los barrios y comunidades, tiene controlado el tráfico de drogas y las Maras (las violentísimas pandillas centroamericanas cuyo origen está ligado, cuando no, a los EEUU) no habían ingresado al país. La Policía Nacional de Nicaragua, heredera de los mejores ideales sandinistas, fue fundada por Tomás Borge como “los centinelas de la alegría del pueblo”.
Tal como escribí en anteriores artículos esta Policía es ejemplar y de ella hay muchísimo que aprender para el trabajo comunitario y de participación en la seguridad ciudadana. A su vez es una policía defensora de la institucionalidad y de la Constitución. Pretender que no haya respuesta policial con el uso gradual de la fuerza ante la agresión armada, es simplemente parte del plan macabro de desestabilización.
A partir de abril Nicaragua es insertada en el plan de liquidación de los gobiernos de nuevas democracias en América Latina, concebido y orquestado por los tanques de pensamiento al servicio de las grandes corporaciones transnacionales. Me refiero por ejemplo a la NED (National Endowment for Democracy fundada en la Administración Reagan), la USAID, por supuesto la CIA y tantos organismos de inteligencia y del pensamiento conservador que trabajan en ello. Se añade el nefasto papel de la OEA y de la CIDH, cómplices convictos y confesos de este plan maestro a nivel americano. Por supuesto las oligarquías nacionales y en este caso la Iglesia Católica representada por sus sectores más conservadores juegan el papel local desencadenante. A ello hay que añadir errores cometidos por el FSLN, como el tema del Seguro Social y otras decisiones que no favorecieron al proyecto de construcción democrática que enarbola el Gobierno Sandinista. Esto último debe ir siendo corregido según lo que la perspectiva estratégica requiera. En ese marco de la liquidación de estos gobiernos, el caso de Nicaragua llega a extremos de violencia armada, empujados por actores incapaces de desarrollar opciones democráticas en las que han sido derrotados en los últimos años como es el caso de los ex sandinistas agrupados en el MRS.
La serenidad demostrada por el Comandante Ortega y su gobierno, acudiendo siempre a la mesa de diálogo incluso para escuchar las disparatadas propuestas de que adelante elecciones o peor aún que renuncie, ha consolidado una respuesta masiva convocada por el FSLN que va devolviendo el cauce de la estabilidad. La marcha de El Repliegue, a Masaya, las manifestaciones en Managua y diversas ciudades del país, son el camino que demuestra la capacidad de convocatoria que tienen el Gobierno y el FSLN. Ciertamente esta situación ha polarizado al país y habrá que manejar con mucho cuidado las propuestas de restauración de la paz perdida.
Quienes pensaban que habría un ingreso triunfante de una junta de gobierno de la contrarrevolución, quedaron con los crespos hechos y una frustración peligrosa. Por parte de esta derecha no se ve realmente voluntad de regresar a los cauces institucionales, aunque la derrota les hará reflexionar. Las ambiciones personales y los rencores de los ex sandinistas no son el mejor factor para la Paz. El gobierno deberá profundizar las medidas de consolidación de una democracia popular organizada, tanto en el ejercicio de participación ciudadana como en la construcción de un poder popular efectivo, y en la aceleración de redistribución de recursos y mejoramiento de las condiciones de vida en los sectores aún desfavorecidos. Acelerar en estos dos campos de manera simultánea es la única forma de garantizar la continuidad de la institucionalidad y gobernabilidad en el país.
Las enseñanzas de América del Sur nos muestran la fragilidad de nuestros triunfos, si no se consolida el poder popular y si no se manejan adecuadamente las alianzas con los sectores capitalistas productivos, solamente como alianzas y no como parte del gobierno. Brasil y Ecuador son los ejemplos más recientes de la habilidad de la derecha para desmontar y apropiarse de todo lo avanzado, sea destruyéndolo, sea convirtiéndolo en recursos para su propio beneficio.
El alto costo en vidas como en Nicaragua y en Venezuela, en el intento “del retorno a la oscura noche neoliberal” nos debe llevar a una profunda reflexión autocrítica sobre el papel de los partidos políticos, sobre las transformaciones hacia una cultura de solidaridad y sobre la necesidad de consolidar los mecanismos efectivos y participativos del poder popular. En los proyectos políticos que llevan intrínsecamente la propuesta de alianza de diversos sectores de clase, deberemos aprender a manejar las contradicciones inherentes de lo que ello implica. Es tarea tremendamente compleja y en esa dificultad están permanentes los cantos de sirena de la corrupción, el enriquecimiento y el Estado como tentación y botín.
Hoy por hoy en Nicaragua y en particular en Managua, el mes de julio es Sandinista, es rojinegro. Los de la izquierda caviar y los de la derecha pensaron poder celebrar la derrota del Gobierno y se vieron derrotados en todos los campos. En el político, en las calles y en el campo militar donde incursionaron asesinando gente. No salió el ejército a las calles y es con la Policía Nacional y los Sandinistas organizados que se logra este triunfo. No hay que cantar victoria ni bajar los brazos. Consolidar y profundizar el ejercicio democrático popular, calle por calle, manzana por manzana, barrio por barrio, comunidad por comunidad. Serenidad y autocrítica tal como han demostrado el gobierno Sandinista y el Comandante Ortega.