Labañino fue detenido por el FBI en Miami en 1998 y recuperó su libertad el 17 de diciembre de 2014, el mismo día en que Cuba y EE.UU. restablecieron relaciones. Analiza el nuevo momento entre ambos países.
Símbolo de una Cuba que resiste el bloqueo hace 55 años, Ramón Labañino se reconoce en esa épica revolucionaria que en su país es condición inseparable de la nacionalidad. Acaba de visitar Buenos Aires en agradecimiento a los movimientos de solidaridad que pidieron por su libertad a Estados Unidos durante los 16 años de su detención. El y sus cuatro compañeros, Gerardo Hernández, Antonio Guerrero, Fernando González y René González fueron acusados y condenados por espionaje en EE.UU. Entre todos, sumaron siete cadenas perpetuas y 77 años de prisión. A él lo sentenciaron a una perpetua y 18 años adicionales. La dimensión de su cautiverio puede sintetizarse en un solo dato: la más pequeña de sus tres hijas, Lizbeth, recién lo conoció libre, a los 16.
En un extenso encuentro con periodistas, este economista de 52 años, graduado con diploma de oro en la Universidad de La Habana, habló sobre Cuba y su nueva relación con Estados Unidos, su largo encarcelamiento, su encuentro con Fidel Castro, la visita de Obama y del Papa a la isla, la Revolución y, por supuesto, de Economía, su especialidad. Elizabeth, su esposa, lo escuchaba atenta en el amplio salón de la embajada cubana, hasta que el periodista Santiago Masseti, nieto de Jorge Ricardo Masseti –el Comandante Segundo, guerrillero y también periodista que combatió con el Che– le hizo la primera pregunta.
–¿Cuál es su balance de la visita a la Argentina?
–Acá se hicieron muchas cosas por la causa de los Cinco. Subieron hasta el pico más alto del Aconcagua y descendieron hasta lo más profundo del océano en solidaridad con nosotros. Por eso, nos quedamos con el cariño que hemos recibido, la visita ha tenido un saldo positivo. Soy un eterno optimista y creo que la batalla final la vamos a ganar nosotros. Nuestros pueblos son muy sabios. La esencia de esta lucha está en la unidad de todos nosotros. En la unidad de América latina.
Labañino, un hombre corpulento que supera el metro noventa, fue detenido por el FBI en Miami el 12 de septiembre de 1998. Recuperó su libertad el 17 de diciembre de 2014, el mismo día en que Cuba y EE.UU. restablecieron las relaciones diplomáticas. Hoy dice algo lógico sobre sus días de detención: “El tiempo perdido no se puede recuperar”. Y describe cómo la pasó en la cárcel al principio, durante el gobierno de Bill Clinton: “Nos mandaron al hueco, estuvimos las 24 horas del día en celdas de aislamiento. Después nos empezaron a dejar salir una sola hora por día y las restantes 23 estábamos encerrados”.
De aquella larga etapa en prisión –ingresó con 35 años y salió con 51– no olvida con quienes se relacionó en esa condición: “En la cárcel conocí a zapatistas, panteras negras, compañeros del partido independentista de Puerto Rico, musulmanes. La relación con ellos y los demás presos fue tan buena que algunos me siguen escribiendo o llamando hasta hoy. La cárcel funciona como ordenador social. Estados unidos tiene un sistema judicial para castigar a los pobres. La táctica con nosotros fue que muriésemos en prisión, ese era su plan pero no contaron con el pueblo cubano y con el movimiento de solidaridad”.
Cuatro meses antes de la detención de los cinco cubanos, que habían colectado pruebas contundentes en el estado de Florida sobre atentados terroristas ejecutados o en marcha contra instalaciones turísticas en La Habana, Gabriel García Márquez le entregó al gobierno de EE.UU. un mensaje de Fidel sobre los hechos. “Salí de la Casa Blanca con la impresión cierta de que el esfuerzo y las incertidumbres en los días pasados habían valido la pena…” escribió Jaiba, quien definió su tarea como “una aventura pacífica que ha de tener un sitio de privilegio en mis memorias”.
Labañino recuerda que en aquella etapa “la comunicación con el exterior era difícil. Recibíamos los informes de la sección de intereses de Cuba en Estados Unidos. Con ellos nos manteníamos informados. No nos sentimos desamparados informativamente”.
Tomado de la mano de Elizabeth, la mujer que crió sola a sus dos hijas menores –el cubano tiene una más de una pareja anterior– y a medida que avanza su exposición, va soltando definiciones políticas: “Como dice ese gran cantante y militante político que es Silvio Rodríguez, somos culturalmente invulnerables, pero políticamente –reconoce– nos pueden absorber”. Pero Labañino se apoya en la certeza de que “el cubano tiene poder de discernir. Cuba ya conoció el capitalismo, desde 1998 hasta 1959 hubo capitalismo en la isla. Pero el socialismo es el futuro. Fíjense que en Sudáfrica sueñan con ser como Cuba”, mencionó, sin dar más detalles porque las preguntas lo llevaron hacia otro tema.
Su esposa también participó de la entrevista y dejó dos definiciones sobre lo significa vivir el bloqueo contra Cuba sin su compañero. Parece un cuadro político de la Asamblea del Poder Popular: “El 90 por ciento de nuestras calamidades parten del bloqueo, que trata de lograr la desesperación de nuestra población. La guerra económica contra Venezuela también es un ejemplo de lo que digo. Nosotros no vamos a traicionar nuestra historia y nuestra gloria por un plato de lentejas”.
Labañino dice de Obama que “Vino a Cuba a traer mensajes para un pequeño sector de la población. Es una persona hábil, culta, sabe comunicarse”. Enseguida comparó su viaje a la isla con el del papa Francisco, de quien dijo: “tuvo más popularidad que Obama en su visita a Cuba y más repercusión en la prensa”. Pero el economista dispuesto a “servir a la Revolución allá donde nos necesite”, si en alguien quiere detenerse para cerrar el extenso diálogo con los periodistas, es en Fidel.
“El comandante es eterno, es el comandante de todos los tiempos. Cuando me reencontré con él me emocionó verlo tan humilde, tan humano. Les cuento una anécdota. Lo primero que nos preguntó fue si en la prisión había muchos mosquitos.” Se hizo un silencio y Ramón comenzó a sonreír. Después siguió: “Hablamos como cinco horas. El comandante es capaz de ir al futuro, volver al presente y contarnos como es el futuro para mejorarlo”. Cuando terminó aquel encuentro con el líder de la Revolución, Labañino se había quedado con la espina de hacerle una última pregunta: “¿qué podemos hacer los Cinco ahora?”. Castro lo miró, pensó y le respondió: “Sean científicos”. Acaso por lo que él mismo había definido antes durante la entrevista: “En la lucha contra el imperialismo es importante controlar la tecnología”.