* Lo que ocurre en Nicaragua quizás no tenga parangón en el mundo. Una intentona de golpe de Estado encabezada por lesbianas de diferentes estratos sociales.
El intento de golpe de Estado en Nicaragua reúne una extraña y hasta hace poco irreconciliable amalgama de personas, que van desde empresarios que incrementaron enormemente su capital a la sombra del sandinismo, hasta ultraconservadores medios de comunicación oligárquicos que marchan de la mano con religiosos y miembros de los grupos LGTB, es decir, lesbianas, gays, transexuales y bisexuales.
Quizás por eso es que algunos le han llamado aquí “revolución de colores”, ya que la bandera mundial de los LGTB es precisamente multicolor, misma que fue saludada el año pasado por Dora María Téllez y su pareja, Ana Margarita Vijil Gurdián, al celebrarse el día del orgullo gay.
Aclaramos que no es esta una postura homofóbica, pero estas señoras, al igual que Azahálea Solís y su pareja Sofía Montenegro; Ana Quiroz y su consorte del mismo sexo, y otras que han dado la cara en la coyuntura actual, son mencionadas como lesbianas porque han utilizado esa condición para desatar toda una lucha antigubernamental reclamando derechos que en ningún momento les han sido conculcados.
Desde los años 80 han hecho lo que les ha dado la gana en Nicaragua, incluyendo la destrucción de matrimonios heterosexuales y nadie las ha señalado por eso, salvo, sí, la Iglesia Católica, que dice que es “pecado mortal”, y el diario La Prensa, cuyos directivos han emitido memorandos en los que se advierte a los redactores evitar entrevistas con homosexuales y lesbianas.
Las lesbianas pertenecientes al MRS (todas las señaladas anteriormente y muchas otras), han participado activamente en el intento por dar golpe de Estado al gobierno del presidente Daniel Ortega, y ya habíamos señalado en Nicaleaks que estaban recaudando dinero a manos llenas de ONG gringas y europeas, con el cuento de que era para defender sus derechos. Ahora vemos que era para tener fondos en el momento que se lanzaran a su “revolución de colores”.
Lo que ocurre en Nicaragua quizás no tenga parangón en el mundo. Una intentona de golpe de Estado encabezada por lesbianas de diferentes estratos sociales.
Desde que el FSLN retornó al poder en 2007, empezaron a magnificar problemas genéricos que se arrastran también desde tiempos remotos en la historia humana como el aislamiento campesino, la relegada homosexualidad y otros tópicos parecidos.
Dora María Téllez y su pareja Ana Vijil Gurdián. A la derecha, Azahálea Solís y su pareja Sofía Montenegro.
No obstante, los ONG antagonistas al gobierno que dirigen estas señoras del LGTB siempre enfatizaron de manera recurrente en el tema homosexual. En ese sentido, quizás a algún sociólogo o antropólogo se le ocurra realizar un estudio que explique el fenómeno de la “oposición lésbica” existente en Nicaragua y su papel en el actual intento de golpe de Estado.
Como apuntamos en nota del año pasado, la comunidad gay, lésbica y demás, tiene un lugar dentro de la vida social, laboral, religiosa y de otros ámbitos. Constituye, según datos de organismos internacionales, el 10% de la población mundial, y si asumimos ese porcentaje para Nicaragua, el restante 90% de la ciudadanía es heterosexual.
Sin embargo, aquí nos quieren hacer creer que son la mayoría, y quizás ellas sí lo creen debido a que muchos despistados de todos los sexos y edades las siguen ciegamente en la sangrienta aventura que impulsan en nuestro país.
Aquí existe mucha más tolerancia hacia gays y lesbianas que en otras naciones, pero la beligerancia política del feminismo lésbico en Nicaragua, que está muy por encima de la variante masculina inclinada a su mismo sexo, hace que haya tendencia a exagerar las discriminaciones de que son objeto.
Si hay más heterosexuales, en una proporción de 9 a 1 respecto a los homosexuales, es lógico que ocupen más puestos de trabajo y tengan más presencia en otras esferas de la vida diaria. Y no vamos a entrar en la discusión sobre si la preferencia sexual por personas de su mismo sexo es “natural” o no, porque cada una de ellas sabe su cuento.
A lo que sí nos oponemos es a que un grupo de señoras de identidad sexual que está en la minoría, se arroguen el derecho a guiar los destinos de un país compuesto en su inmensa mayoría por heterosexuales que sí respetan los derechos de los LGTB.