El papa Francisco visitó durante casi una hora el campo de exterminio nazi de y, tras saludar a once sobrevivientes del lugar, pidió «perdón por tanta crueldad». Apenas pasadas las 09.15 locales (04.15 de Argentina), el pontífice avanzó por el callejón de tierra que hace de camino de ingreso y atravesó el tristemente célebre letrero de «Arbeit Macht Frei» («El trabajo libera»), por donde pasaron más de un millón de prisioneros nazis durante la segunda guerra mundial.
Apenas ingresó, permaneció sentado solo, con los ojos cerrados, durante diez minutos, en uno de los bancos del lugar y luego comenzó el recorrido, a bordo de un auto eléctrico. «Señor, ten piedad de tu pueblo. Señor, perdón por tanta crueldad», escribió Francisco en el libro de visitas del campo de exterminio.
Antes de entrar al «Bloque 11» del campo de concentración, donde se recluían a los prisioneros para castigos y donde también se hicieron las primeras pruebas con el gas Zyklon B, Francisco saludó y besó, uno por uno, a más de una decena de sobrevivientes.
Antes del saludo, Francisco rezó en soledad y a oscuras cinco minutos en la celda en la que fue recluido a muerte Maximiliano Kolbe, el santo polaco y sacerdote católico. Kolbe, sacerdote franciscano detenido en Auschwitz, pidió ser ejecutado a los 47 años para salvar la vida de otro prisionero del campo que tenía esposa e hijos. Kolbe fue beatificado por Pablo VI en 1971 y canonizado por Juan Pablo II en 1982.
Tras visitar Auschwitz I, el campo original construido en 1939 tras la invasión de la Alemania nacional socialista de Adolf Hitler a Polonia, el pontífice argentino se trasladó al campo vecino de Auschwitz II o Birkenau, también en la localidad de Oswiecim (nombre en polaco del sitio).
Allí rezó en silencio delante de las lápidas que, en distintos idiomas, conmemoran el horror del campo. Solo con la mano derecha en el pecho, el Papa contempló durante varios segundos, de pie, cada una de las lápidas conmemorativas. Al final de su recorrido, dejó una lámpara de aceite encendida como ofrenda a las víctimas del campo.
Birkenau, a unos 3 kilómetros de Auschwitz I, fue construido en 1941 como parte de la Endlösung (solución final) y allí el pontífice también rezó en silencio y se encontró con 25 «justos de las naciones», título que otorga el Estado de Israel a «no judíos que arriesgaron sus vidas para salvar a judíos durante el Holocausto».
Tras el rezo del Papa, el rabino polaco Michael Schudrich entonó el Salmo 130, el De Profundis. Fue la tercera visita de un pontífice a Auschwitz, tras la de Juan Pablo II el 7 de junio de 1979 y la de Benedicto XVI el 28 de mayo de 2006.