Los diez escaños del DUP permitirían seguir en Downing Street a una primera ministra que pierde la mayoría absoluta días antes de la negociación del Brexit.
Theresa May se dispone a formar un Gobierno en minoría apoyado en el Partido Unionista Democrático (DUP) de Irlanda del Norte. Así se lo ha comunicado este mediodía de viernes a la reina, en una audiencia que ha durado 15 minutos, antes de comparecer ante la prensa a las puertas de Downing Street. La primera ministra ha defendido que el Partido Conservador es el único capaz de guiar al país por las «negociaciones cruciales» del Brexit y defenderlo de la amenaza terrorista.
Ha sido un discurso breve que podría haber pronunciado igualmente si el resultado de las elecciones del jueves no hubiera sido tan catastrófico para ella. Solo que, entre los eslóganes que ha repetido durante toda la campaña, se ha colado una referencia específica al DUP, el único partido que puede garantizar la formación de un Gobierno de May. El Partido Conservador se ha quedado con 318 escaños, a ocho de la mayoría absoluta. Los diez escaños de los unionistas norirlandeses, con los que los tories se entienden bien, permitirían a los conservadores gobernar.
May lo apostó todo y perdió. No pudo revalidar la mayoría absoluta que su antecesor, David Cameron, le había dejado tras las elecciones de 2015. A 10 días de tener que sentarse a negociar el Brexit en Bruselas, el Partido Conservador no cuenta con la mayoría absoluta que pretendía lograr May para fortalecer su postura ante los socios comunitarios. Reino Unido se asoma a la inestabilidad política con un resultado electoral en el que los laboristas logran su mejor resultado en años.
Con el mapa político que ha salido de las elecciones de este jueves, May tendrá que hacer frente a la humillación de haber fallado su órdago con la convocatoria de elecciones anticipadas. El líder laborista, Jeremy Corbyn, ya ha pedido la dimisión de una primera ministra, que sale muy debilitada de su apuesta electoral.
Con el 649 de los 650 escaños asignados, los conservadores obtienen 318 escaños (42,35%, -12) y le siguen, a dos puntos, los laboristas con 261 (40,2%, +29), el nacionalista escocés SNP ha logrado 35 (-21), el Partido Liberal Demócrata saca 12 (+4), el Partido Unionista tiene 10 (+2) y el resto se reparten 12 (-2). Falta uno por adjudicar. Estos son los resultados generales.
Corbyn había reclamado la renuncia de la primera ministra durante la madrugada. May «perdió escaños conservadores, perdió votos, perdió respaldo y perdió confianza. Yo diría que es suficiente para marcharse», ha recalcado Corbyn en un apasionado discurso en Islington North, la circunscripción del centro de Londres por la que ha sido reelegido. Poco antes del encuentro entre la primera ministra y la reina, Corbyn había dicho que estaba «preparado para servir» a Reino Unido y que quería intentar formar un Gobierno en minoría, según ha explicado en una comparecencia en la sede de su formación.
La primera ministra, que también ha revalidado su escaño, había afirmado, en una comparecencia nocturna en su distrito, que sólo su partido, el conservador, es capaz de garantizar la estabilidad que Reino Unido necesita en tiempos difíciles como estos: «El país necesita un período de estabilidad y cualquiera que sean los resultados, el Partido Conservador garantizará que podamos cumplir esa tarea de asegurar la estabilidad».
Los conservadores han sufrido un fuerte retroceso en escaños. Y eso teniendo en cuenta que sin los que han logrado los escoceses —algo inédito— liderados por Ruth Davidson, la noche de May habría sido todavía más dura. Mientras, los laboristas de Corbyn, con un programa electoral basado en las políticas contra la austeridad muy cercano a los jóvenes y alejado de las élites políticas, ha avanzado notablemente en parlamentarios. Un resultado mucho mejor de lo esperado. Mientras, el nacionalismo escocés ha perdido mucho del terreno que logró, de forma extraordinaria, en 2015: el SNP de Nicola Sturgeon se mantiene como tercera fuerza política del país pero sin tantos parlamentarios.
La campaña ha mostrado las debilidades del liderazgo y el proyecto de la persona que deberá iniciar como primera ministra dentro de 10 días las negociaciones para romper con la UE. Esa será la prioridad del Gobierno que salga del Parlamento que eligieron el jueves los británicos. Pero le esperan también otros frentes. Entre ellos, la seguridad nacional amenazada por el terrorismo yihadista y las tensiones territoriales encarnadas en el desafío independentista escocés.
Se trata de un fracaso que marcaría la carrera de May y el futuro inmediato del país. El pasado 18 de marzo la primera ministra anunció su intención de adelantar los comicios en busca de una mayoría más amplia que reforzara su posición negociadora en Europa.
La debacle del antieuropeo y populista UKIP —el partido que, con un 12,5% del voto en 2015 y un solo escaño, ha marcado la agenda política de los últimos años— prometía que un buen número de votos volverían a manos conservadoras. La crisis del laborismo, con los diputados en guerra contra un líder que tira del partido a la izquierda, hacía soñar con pescar votos del centro. May lo quiso todo. Apeló a los huérfanos del UKIP con dureza en el Brexit y en la inmigración. A los laboristas descontentos, les quiso ofrecer un conservadurismo “para la clase trabajadora”.
Era un guion ambicioso que, sobre el papel, funcionaba. Pero la coreografía resultó demasiado complicada. Y May, la actriz principal, no estuvo a la altura. El líder de UKIP, el partido que promovió la salida británica de la UE, Paul Nuttall, ha dimitido este viernes tras no lograr ningún escaño y menos del 2% del voto: «Dimito como líder del UKIP con efecto inmediato. Esto permitirá al partido tener un nuevo líder para el congreso de septiembre».
El escenario complica la colosal labor legislativa que requerirá la salida de la Unión Europea. Las consecuencias para el Brexit son impredecibles pero, en todo caso, supone un revés para la línea dura que viene defendiendo May. Un Gobierno en minoría, o una mayoría alternativa, podría favorecer un Brexit más suave en la medida en que la postura negociadora tendría que ser más consensuada.
En las elecciones de este jueves la primera ministra se ha dejado parte de su autoridad. May, que sucedió a David Cameron sin pasar por las urnas, era una incógnita. En la primera campaña que lucha desde la primera fila, se mostró nerviosa, distante, forzada. Repitió eslóganes mecánicamente, no profundizó. Cometió gravísimos errores: la insólita enmienda del programa electoral, cuatro días después de presentarse, se sumaba a un largo historial de rectificaciones que la alejan de la imagen de “líder estable” que quiere proyectar. La campaña, lejos de reforzar su figura en el país y en Europa, ha dejado al descubierto sus flaquezas. Y los dos atentados perpetrados por yihadistas en Mánchester y Londres durante la campaña pusieron bajo el foco su legado de recortes en el Ministerio del Interior.