Venezuela apuesta por el yuan chino

<<A partir de esta semana, el precio promedio del petróleo se indica en yuanes chinos», anunció, el 15 de septiembre de 2017, el ministro del Petróleo de Venezuela. Por primera vez, el precio del petróleo venezolano dejará de fijarse en dólares estadounidenses.

 

Así responde Caracas a las sanciones que la administración Trump anunció el 25 de agosto, más duras que las que la administración Obama había impuesto en 2014. Las nuevas sanciones impiden a Venezuela cobrar los dólares provenientes de la venta de su petróleo a Estados Unidos –más de un millón de barriles diarios–, dólares que hasta ahora se destinaban a la compra de bienes de consumo, como alimentos y medicinas. Las nuevas sanciones estadounidenses prohíben también la compra de los bonos que emite PDVSA, la compañía estatal encargada de la comercialización del petróleo venezolano.

Washington trata de alcanzar dos objetivos a la vez: agravar la escasez de bienes de primera necesidad en Venezuela y acentuar con ello el descontento popular, que serviría de base a la oposición interna –que cuenta con las subvenciones y el respaldo de Estados Unidos– para derrocar el gobierno del presidente Nicolás Maduro, así como provocar el default del Estado venezolano –o sea, llevarlo a la bancarrota–, impidiéndole pagar los plazos de la deuda externa. En otras palabras, se trata de provocar la quiebra del país que cuenta con las mayores reservas de petróleo del mundo entero, casi 10 veces más grandes que las de Estados Unidos.

Así que Caracas trata de evitar que esas sanciones estrangulen su economía y lo hace cotizando el precio de venta de su petróleo no en dólares estadounidenses sino en yuanes chinos. El yuan entró hace un año en la canasta de monedas de reserva del Fondo Monetario Internacional (FMI), donde ahora figura junto al dólar estadounidense, el euro, el yen japonés y la libra esterlina británica, y Pekín está a punto de abrir “contratos de futuros” para la compra-venta del petróleo en yuanes convertibles en oro. «Si el nuevo “future” tomara consistencia, erosionando aunque sea en parte el aplastante poder de los petrodólares, eso sería un fuerte golpe para la economía estadounidense», comenta el diario [italiano] Il Sole 24 ore.

Lo que hoy contradicen Rusia, China y otros Estados no es solamente el enorme poder del petrodólar (moneda de reserva proveniente de las ventas del petróleo) sino el poder mismo del dólar, cuyo valor no está determinado por la capacidad económica real de Estados Unidos sino por el hecho que el dólar constituye casi 2 tercios de las reservas monetarias mundiales y es la moneda utilizada para establecer los precios del petróleo, del oro y de las mercancías en general. Eso permite a la Reserva Federal de Estados Unidos –o sea, el banco central de ese país, que es por cierto un banco privado– imprimir miles de miles de millones de dólares que utiliza para financiar la colosal deuda pública estadounidense –alrededor de 23 000 millardos de dólares [1]– mediante la venta de obligaciones y de otros títulos que emite el Departamento del Tesoro.

En ese contexto, la decisión de Venezuela de liberar el precio de su petróleo de la tiranía del dólar provoca una sacudida sísmica que, desde el epicentro sudamericano, hace temblar todo el edificio imperial basado en el dólar. Si el ejemplo de Venezuela llegara a extenderse, si el dólar dejara de ser la principal moneda del comercio y de las reservas monetarias internacionales, se produciría la venta masiva de una inmensa cantidad de dólares en el mercado internacional, lo que provocaría un derrumbe del valor de la moneda estadounidense.

Ese es la verdadera causa de que, en su Orden Ejecutiva del 9 de marzo de 2015, el entonces presidente Obama proclamara la «urgencia nacional ante la amenaza inhabitual y extraordinaria que plantea para la seguridad nacional y la política exterior de Estados Unidos la situación en Venezuela» [2].

Y es también lo que ahora motiva que el presidente Trump anuncie una posible «opción militar» contra Venezuela. Esa «opción militar» está en preparación en el Comando Sur (U.S. Southern Command) cuyo emblema es un águila imperial que domina América Central y Sudamérica, dispuesta a clavar sus garras en todo aquel que se rebele contra el imperio del dólar.

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