La máscara de la desvergüenza

Gerardo Sánchez se aferra ante el piloto genocida Roberto Amador en su papel de curtido guerrillero que maneja todas las artes de la insurgencia y le habla de instalar radios, de comprar balas y hasta de vender vacas. Claro, que hay que conseguir dinero… en dólares.

 

Con el tiempo, la máscara se le convirtió en rostro y no siente ningún tipo de vergüenza en dar su nombre y pedir riales con el fin de solucionar sus ingentes problemas personales al vivir auto exiliado en Costa Rica, donde fracasaron todos sus sucios negocios.

El ex guardia somocista le cuenta con devoción de su pasado de contrarrevolucionario asentado en Honduras y el otro finge seguirle la corriente, sin quitar la mira de su objetivo principal, que es meterle la mano en la bolsa.

Tan absorto está el piloto asesino en sus propias historias, que ni siquiera para mientes en que el estafador le habla de traidores y falsos amigos, de soñados combates y matanzas con bombas caseras que abriga en su enfermo cerebro.

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Mascara_de_la_desverguenza.pdf

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