Las inoportunas críticas de una olvidadiza exPresidenta del CSE

Resultan inoportunas y hasta indignantes las declaraciones que con aires de experta en materia electoral, brinda doña Rosa Marina Zelaya, quien con ínfulas de especialista se dedica a criticar los comicios municipales – y otros a nivel nacional- olvidando de forma muy conveniente el desastre de proceso electoral de 1996, cuando ella fue Presidenta del Consejo Supremo Electoral (CSE) y que incluso fue señalado de fraudulento.

En esa ocasión, tras las votaciones, la ciudadanía tenía que andar literalmente buscando en las calles sus votos, ya que en muchos Centros de Votaciones las urnas fueron robadas de las Juntas de Votación, o estaban tirados en cauces o predios montosos o en bolsones frente al Centro Electoral de Managua. Como resultado tuvimos a un Arnoldo Alemán de Presidente del país y asombrosamente, el MRS hasta resultó con un diputado.

¿Qué ocurrió aquel octubre de 1996? Más de dos millones de nicaragüenses amanecieron el domingo 20 decididos a votar bien temprano en las casi nueve mil Juntas Receptoras de Votos (JRV) de todo el país. En las vísperas hubo, sobre todo en Managua, muchas señales preocupantes que presagiaban el día después. Pero prevalecía la confianza, precisamente por la experiencia de las dos elecciones previas (84 y 90). 

En la actualidad, la expresidenta del CSE critica mucho el proceso de cedulación y en el proceso electoral que ella dirigió hubo señales previas bastante preocupantes. Como se esperaba, el proceso de cedulación llegó a convertirse en los últimos días en un verdadero laberinto para el Poder Electoral y para muchos ciudadanos que, como siempre, dejaron la recogida de su documento de votación para el último momento.

Después de varios días de mucha tensión, y a pesar de una docena de prórrogas, en toda la madrugada del 20 aún había largas filas de personas reclamando -a gritos y en grandes tumultos- sus cédulas o sus documentos supletorios o exigiendo cualquier otro papel con el que poder votar. El deseo de votar se manifestó imperioso.

Hubo otras señales preocupantes en Managua. Una mayoría de ciudadanos no supo hasta 24 horas antes dónde tenía que ir a votar. El padrón electoral -que según la ley debía ser entregado a los partidos 60 días antes de las elecciones- apenas fue conocido una semana antes y no por todos los partidos. Los votantes -que también tienen derecho a conocerlo- lo ignoraron hasta llegar a las mesas de votación.

También se retrasó y complicó, en filas con tumultos y pleitos, la entrega de credenciales a los fiscales de los partidos. El viernes y el sábado, incluso el mismo domingo, se cambió la dirección de muchas juntas y se trasladó sin razón aparente de una a otra junta a los miembros que las integrarían y a los fiscales que estarían en ellas.

Lo peor, y más grave aún, es que casi no hay elecciones, ya que todavía en la madrugada del domingo seguían imprimiendo boletas para las elecciones de Managua en la imprenta INPASA -elegida por el CSE para hacer este trabajo tras una tensa polémica-. El alarmante retraso de la imprenta, previsto y anunciado, provocó desórdenes increíbles y constituyó una violación de los plazos de la Ley Electoral y de los términos del contrato que firmó esta empresa con el Poder Electoral.

Nadie lo dice, pero las elecciones estuvieron a punto de suspenderse porque el material no estaba a tiempo en casi ningún lugar. Si no hubiera sido por el sobresfuerzo hecho por los cadetes y oficiales del Ejército, empacando y distribuyendo, aquí no hubiera habido elecciones, según declaraciones de varios técnicos del CSE que participaron en dichos comicios.

En este ambiente de desorden e incapacidad que hubo en todo la nación, especialmente notable en Managua, empezaban a asomar su oreja por todos lados las inconsistencias. Lo único consistente fue el deseo de votar de la inmensa mayoría, la voluntad de participar con los votos para cambiar las cosas y salir de una vez del desgobierno y miseria de los años chamorristas. 

La famosa fiesta cívica jamás se observó, por el contrario, la voluntad popular se puso a prueba. La mayoría de las JRV de todo el país abrió tarde. Por varias razones, todas ellas encadenadas. No fueron puntuales y en otros casos no llegaron nunca algunos de sus miembros o fiscales -¿irresponsabilidad, deserción política, confusión?-. No se recibieron completos y a tiempo los materiales: urnas, boletas, actas.

Este retraso fue generalizado, marcando desde la primera hora de los comicios una total  diferencia con las puntualísimas elecciones del 84 y del 90. El CSE jamás dio a conocer el volumen exacto de estas irregularidades, que tuvieron graves consecuencias y que pueden haber influido en los niveles de abstención. El retraso en abrir fue, en promedio, de unas dos horas y llegó a veces hasta seis horas o más.

Fue muy evidente cómo la gente se mantuvo en las inmensas filas, esperando paciente o impacientemente, pero esperando. Aún sin retrasos, el proceso mismo de votar se alargó por causa de las seis boletas. El cansancio que se generaba en las interminables hileras ayudaba incluso a confundir al votante en el último momento, el más crucial, el de marcar en las boletas por su candidato o su partido favorito.

Tras de varios reclamos del FSLN por el desorden que se dieron antes y durante el proceso de votación y peor aún, en el conteo de los sufragios, Nicaragua contemplaba por TV un caos inolvidable. Más de dos mil personas se agolpaban al mediodía frente a las oficinas del Centro Electoral Departamental (CED) de Managua. Eran presidentes de JRV o alguno de sus miembros, fiscales, policías electorales. Habían amanecido en la calle. Buscaban cómo y a quién entregar valiosa documentación en la que constaban las votaciones del día anterior.

Cargaban urnas deshechas y bolsas repletas de boletas. Las usaron como almohadas o cobijas para dormitar en las aceras o sobre el pavimento. Algunos no habían comido ni dormido desde hacía tres días. Muchos de ellos reclamaban, además de que les recibieran el material, que el CSE les pagara el escaso salario (40 u 80 córdobas diarios según los casos, 5-10 dólares) por los tres días de trabajo. El CED de Managua no tenía preparadas las condiciones para recibir nada ni para pagar nada ni para resolver nada. 

Este caos se tradujo en hechos más lamentables aún. Desde ese día y durante varios días más estuvieron apareciendo en cauces, predios baldíos y basureros de la capital cientos y cientos y cientos de actas de escrutinio y boletas marcadas y sin marcar. Las elecciones en la basura, producto de la incapacidad del CSE, presidido por doña Rosa Marina Zelaya.

Tras 21 años de esta penosa y lamentable actuación del CSE todavía nos preguntamos,  ¿Por qué este caos, qué tanto impacto político tuvo? ¿Irresponsabilidad de los que eran responsables de entregar el material a las autoridades electorales y que, desesperados por la larga espera, eligieron la vía de deshacerse del material y huir? ¿O irresponsabilidad de estas autoridades electorales, por no hacer bien su trabajo? ¿O todo el caos, incluido el menosprecio por el material electoral, fue una más de las maniobras fraudulentas que acompañaron el proceso? Lo cierto, es que en río revuelto, hubo ganancia de pescadores.

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