“Red Atlas”: La actividad despiadada de la Internacional Capitalista

La Internacional Capitalista existe, está muy bien organizada y, obviamente, muy bien financiada. Funciona subrepticia y eficazmente a través de una inmensa red de fundaciones, institutos, centros, sociedades, unidas entre sí por hilos casi invisibles. No es teoría de la conspiración, sino hechos constatables.

Uno de los nodos de esta red es la llamada ATLAS NETWORK (Atlas Economic Research Foundation), de la que después nos ocuparemos. Pero el núcleo generador de todo el entramado hay que buscarlo en 1947, finalizada la II Guerra Mundial, cuando un grupo de académicos economistas ultraliberales – o neoliberales, como se autodenominaron -, entre los cuales se hallaban Friedrich von Hayek y Milton Friedman, se reunieron en la localidad austriaca de Mont Pelerin y decidieron formar una Sociedad.

Su objetivo: luchar por todos los medios contra los obstáculos al libre mercado puestos tanto por el sistema de planificación soviético, como por el intervencionismo económico de los Estados más ricos de Occidente, o lo que pronto se llamaría el Welfare State (Estado del Bienestar.

Este grupo fundador se diseminó por los departamentos de economía de las universidades más importantes del mundo, especialmente en EEUU y el Reino Unido; y bien dotados de fondos provenientes de empresas, organizaron fundaciones, institutos y centros de producción de pensamiento -lo que se conoce como think tanks-, que, además, pronto funcionarían también como centros de formación de líderes políticos.

La Mont Pelerin Society se unió a otras ya existentes del mismo jaez, como el británico Institute of Economic Affairs, y le seguirían otras que hoy se cuentan entre las más influyentes, como la estadounidense Heritage Foundation o el Cato Institute.

De este modo, fueron abriendo espacios para poner en contacto a académicos, políticos y periodistas afines y comprometidos con los objetivos de la Internacional ultraliberal, entre los cuales uno primordial era influir en la opinión pública, es decir, el control ideológico.

Cuando una de las crisis estructurales del capitalismo se hizo sentir a mediados de la década de los 70, la operación de esta red de think tanks se hallaba ya muy avanzada. Uno de sus campos de experimentación estaba siendo el Chile de Pinochet, aupado al poder por el golpe de estado promovido por EEUU en 1973.

Proliferaron los artículos, libros, entrevistas radiofónicas, etc., criticando el Estado del Bienestar. Enseguida, con los gobiernos de Margaret Thatcher en Reino Unido y poco después de Ronald Reagan en EEUU, llegaron los procesos de privatización, des-industrialización, desregulación, externalización y demolición del Estado del Bienestar, lo que significaba sobre todo desregular el mercado de trabajo. Pero su mayor éxito fue, como expresó la propia Thatcher, que incluso los partidos social-demócratas se estaban convirtiendo al credo neoliberal. Aparte de Tony Blair, Felipe González fue también un alumno aventajado.

En este contexto se fraguó, en 1981, la ATLAS NETWORK, think tank creado por un tal Antony Fisher en San Francisco. Pronto le crecieron filiales -con distintos nombres- en otros países, especialmente de Latinoamérica, y en Europa del Este tras la desintegración de la URSS. Fisher, cifraba el éxito de esta red de fundaciones en que el público las percibía como instituciones académicas e imparciales. De eso se trataba.

En 1991 tomó el relevo de la dirección de Atlas el argentino con nacionalidad estadounidense Alejandro Chafuen, que había apoyado el golpe militar de Videla en Argentina y desde entonces dedica su vida a la destrucción de los movimientos y gobiernos de izquierda en América del Sur y Centroamérica. 

Entre sus donantes regulares se cuentan Phillip Morris, Exxon-Mobil y MasterCard; pero Atlas también atrae a inversores millonarios como los hermanos Charles y David Koch, la segunda fortuna de los EEUU. Este dinero lo emplea Atlas en financiar a sus fundaciones satélites. Otra vía de financiación proviene del mismo gobierno norteamericano a través del National Endowment for Democracy (Fondo Nacional para la Democracia) y el Center for International Private Enterprise (Centro de la Empresa Privada Internacional).

Los cables filtrados por la soldado Manning y los informes obtenidos por la investigadora norteamericana Eva Golinger, confirman que los políticos de este país orquestaron, con métodos muy refinados, la campaña para desestabilizar al gobierno de Hugo Chávez en Venezuela. En 1998, el think tank satélite de Atlas en Caracas, CEDICE LIBERTAD, recibió financiación regular del Center for International Private Enterprise para provocar un cambio de gobierno.

El director de Cedice fue uno de los signatarios del Decreto Carmona, que apoyó el intento de golpe de Estado contra Chávez en 2002. Actualmente Cedice Libertad, promotora de la violenta escalada de protestas contra Maduro, está estrechamente asociada a la figura de María Corina Machado, que, en 2014, a través de vídeo-conferencia, daba públicamente las gracias a la Red Atlas y sus “luchadores de la libertad” por los servicios prestados. 

La Red Atlas ha estado involucrada asimismo en el golpe de Estado contra Zelaya en Honduras en 2009, y recientemente en la caída de Dilma Russeff en Brasil y Cristina Fernández en Argentina. Su filial en este último país, la Fundación Pensar, se ha fusionado con el partido de Mauricio Macri. También financia a la Fundación Eléutera en Honduras y la campaña de Sebastián Piñera, candidato de derechas a las próximas elecciones en Chile. 

Según declaraciones de Fernando Schüler, académico y columnista asociado al Instituto Millenium, un think tank de Atlas en Brasil, la única manera de acabar con la influencia de los sindicatos y del Partido de los Trabajadores en ese país era manipular la protesta social a través de un medio de bajo coste: las nuevas tecnologías (WhatsApp, Facebook, YouTube…). La Red Atlas produce vídeos virales en YouTube que difunden la propaganda ultra-liberal, y por este y otros medios está contribuyendo a reconfigurar el mapa político de América Latina y, por tanto, funcionando de hecho como un brazo de la política imperialista norteamericana.

Todos los años se organiza el Foro de la Libertad en América Latina, el último de los cuales se celebró el pasado mes de mayo en el Brick Hotel de Buenos Aires, con el presidente Macri y Vargas Llosa de invitados especiales.

Allí se debatió sobre cómo combatir a los líderes de izquierdas en todos los frentes, desde los campus universitarios a las movilizaciones masivas en la calle para provocar su derrocamiento. Otra sesión se dedicó a elaborar los argumentos que los “amantes de la libertad” deben emplear para dar respuesta a lo que llaman “surgimiento global del populismo” y de este modo “redireccionar el sentimiento de injusticia que muchos sienten” hacia los objetivos del mercado libre. 

La Red Atlas cuenta hoy con 450 filiales en el mundo, 10 de ellas en España. Entre estas últimas está el think tank INSTITUTO JUAN DE MARIANAcuyo director es también rector de una universidad guatemalteca que ha otorgado honoris causa a personajes como José María Aznar y Pedro Schwartz, catedrático de economía de la Universidad CEU San Pablo y antiguo colaborador de El País. 

Esta filial de Atlas fue fundada en Madrid en 2005, a su acto de presentación acudió Esperanza Aguirre, entre otros políticos, periodistas y académicos ultra-liberales; y algunos de sus miembros tienen notable presencia en medios como Libertad Digital.  Precisamente, el citado Pedro Schwartz ha sido hasta 2016 el presidente de la Mont Pelerin Society, que sigue viva y coleando.

Su última reunión se celebró este año pasado en Miami, con la presencia del director del Instituto Juan de Mariana, entre otros españoles. El siguiente encuentro está previsto en las Islas Canarias, organizado por la universidad privada online OMMA Manuel Ayau Cordón, con la colaboración de la Universidad Francisco Marroquín y el mismo Instituto Juan de Mariana

No debemos llamarnos a engaño. Las fundaciones y otras entidades “sin ánimo de lucro” que llevan la palabra libertad en su nombre, en la mayoría de los casos libertad significa su libertad, la de la clase capitalista para explotarnos, para succionar toda la riqueza que los trabajadores del mundo producimos, para privatizar (robar) los servicios públicos que sostenemos con nuestros impuestos (no los suyos), para minar nuestra resistencia, desestabilizar y derrocar gobiernos que no se plieguen a sus intereses, por los medios que sean, incluso organizando a “luchadores por la libertad” en grupos paramilitares que asesinan y torturan, en manifestantes incendiarios, y golpes militares con su secuela de represión brutal. Su libertad es nuestra esclavitud.

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