El odio y la ignorancia de Luis Almagro

Elso Concepción Pérez

Luis Almagro da muestras cada día de hasta dónde puede llegar una persona dominada por el odio, a la vez convertida en un vocero del anexionismo en América Latina.

La semana pasada llamó a una acción militar contra Venezuela y ahora compara a la nación bolivariana con Ruanda, el país africano que estremeció al mundo en 1994, cuando casi un millón de hijos de esa tierra murieron a causa de enfrentamientos entre dos facciones étnicas: los Hutus y los Tutsis.

Si acudimos a la historia, en la nación bolivariana no hay ni uno ni otro grupo étnico, y si existe confrontación, es entre una derecha recalcitrante, aupada y financiada por Estados Unidos, con el ingrediente anexionista de los llamados a la guerra del señor secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), y un pueblo noble que está decidido a no someterse a los designios de Washington.

Pero, además, sus últimas apariciones –esta vez a través de tuits– dan fe de que este señor es un ignorante de la historia y por ello llega a comparar a Venezuela con Ruanda, y llama a sus seguidores a no permitir lo ocurrido en la nación africana. Sería bueno preguntar a Luis Almagro quiénes son los Hutus y quiénes los Tutsis, que en su dominio de la antihistoria él cree que existen en Venezuela. Que explicara, al menos someramente, un solo elemento para comparar ambos escenarios.

O es que, con sus llamados a una intervención militar foránea, que ha hecho reiteradamente, lo que pretende es una masacre al menos parecida por su trágico desenlace, aunque ahora diga que sus palabras «fueron manipuladas».

Para sus trasnochadas diatribas contra Caracas y el presidente Nicolás Maduro, trajo a su imaginario datos que ni siquiera la Organización Mundial de la Salud reconoce. Y cito: «Un niño por día se muere de desnutrición infantil en Venezuela. Eso es una campaña de exterminio. ¿De qué estamos hablando? ¿Eso es lo que defienden? ¡Por favor! Defienden dictaduras, defienden opresión, defienden represión, defienden torturas, defienden torturadores, defienden a los asesinos, a aquellos que violan a los presos políticos. Eso es lo que están defendiendo. ¡Por favor! ¡No sean ridículos! ¡No sean imbéciles!», remató el personaje de la OEA.

Del bloqueo y otras sanciones de Estados Unidos contra Caracas, de la guerra económica que están alentando desde el exterior, ni una palabra salida de la «sabiduría» del personaje.

Envalentonado, el Sr. Almagro, además de no saber lo ocurrido en Ruanda, se empeña en ignorar que Venezuela es el segundo país latinoamericano declarado Libre de Analfabetismo. Que allí a ninguna persona y mucho menos a los niños, les faltan los servicios de salud de calidad y gratuitos. Que es el país del mundo que más viviendas ha construido para su pueblo, con cifras que superan los 2 millones solo en los últimos años.

¿De qué habla Almagro? ¿Cuál es la fábula inventada ahora? Hace unos años escribí, junto a otra periodista cubana, un libro que se llama Dios, Chávez y Fidel, con decenas de testimonios de venezolanos de las capas más humildes de la población a los que la salud pública venezolana y la solidaridad cubana les han salvado sus vidas. En todos los casos ellos expresan lo que ha significado la Revolución Bolivariana, cómo miles han salvado sus vidas y de ello daban las gracias al Dios, en quien tienen fe, y a los líderes de su país y de Cuba.

Si al personaje de la OEA y al imperio les interesara, podría obsequiarles un ejemplar del citado libro, y les agregaría algunos materiales periodísticos sobre lo ocurrido en Ruanda en 1994, con la recomendación de que un político debe leer, leer mucho. De lo contrario es un analfabeto funcional. Y ese término es algo obsoleto en naciones latinoamericanas beneficiadas por el método cubano de alfabetización Yo sí puedo. También le podemos hacer llegar una cartilla de ese programa, de manera que se incorpore a los millones de alfabetizados.

Ruanda está en la empobrecida África, allí donde las metrópolis han saqueado sus recursos y ahora hasta les niegan a sus ciudadanos la posibilidad de que emigren a ellas en busca de algo que no sea el hambre y las enfermedades.

Ruanda fue un capítulo de una historia de conflictos entre tribus, sectas y otros componentes étnicos, en territorios que fueron colonias –antes esclavizados– y donde al ser humano se le negaba el acceso a la educación, la salud, el agua potable y otros programas sociales. La historia recoge que los tutsis, en su mayoría ganaderos, fueron favorecidos por los colonialistas alemanes y luego por los belgas, en detrimento de los hutus.

Se estima que entre un 20 y un 40 % de la población de Ruanda fue masacrada. Durante el periodo colonial, los tutsis eran quienes conformaban el gobierno, bajo el control de Bélgica. Una vez llegada la independencia de Ruanda, en 1962, se instauró un gobierno liderado por los hutus que buscaba invertir los roles heredados de la etapa colonial. Le recuerdo al señor Almagro que durante los cien días que duró el genocidio en Ruanda, Estados Unidos se limitó a definir la masacre como una «guerra civil». ¿Sabrá algo de estos datos el señor secretario general de la desprestigiada OEA?

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