La embajadora de Nicaragua en Francia, Ruth Tapia Roa, participó en varios actos del programa oficial de la Fiesta del diario L’Humanité. En una entrevista que le hizo dicho medio de comunicación, conversó con ella sobre la crisis que ha azotado al país en los últimos meses, el papel ejercido por organismos como la Organización de Estados Americanos (OEA), y los actuales desafíos para la sociedad nicaragüense.
¿Qué puede decirnos sobre el ciclo de violencia que hubo en los últimos meses en Nicaragua?
Durante tres meses hemos vivido realmente un intento de golpe de estado. Han sido tres meses de violencia contra el sandinismo, durante los cuales hemos visto muchos compañeros muertos, heridos, torturados y humillados, incluyendo a militantes, policías, oficiales…Es una violencia nunca vista en Nicaragua.
¿Puede hablarnos sobre la causa de esa violencia en relación con la identidad de las víctimas?
Tenemos el caso del compañero Francisco Arauz, hijo de dos militantes sandinistas históricos, que ha sido víctima de esos grupos. Su papá también había sido asesinado por la guardia nacional somocista, y la mamá – que todavía está viva – es una de las grandes mujeres nicaragüenses que han luchado toda su vida, conocidas como las “campesinas del Cuá”, una comarca en el norte del país.
El primer día de diálogo, cuando le pidieron al comandante Ortega que pusiera a la policía en sus cuarteles, sin salir, él lo hizo. Lo hizo durante quince días, por ejemplo el cuartel de policía en las ciudades de Masaya, Jinotepe y Diriamba, donde todos los días ciertos grupos llegaban por la noche con megáfonos a insultar y decirles cosas horrorosas a los policías.
Pero no solo eso, sino que también les disparaban. Con morteros, molotov, armas de fuego…tuvimos varios oficiales heridos en aquel momento. Eran delincuentes a quienes se les había pagado para construir esas barricadas e impedir al pueblo nicaragüense el circular libremente. Y el comandante cumplió con su palabra.
La situación ya se ha calmado. ¿Cómo se pudo controlar y derrotar ese proceso?
Después de vivir tanta violencia, una parte importante del pueblo estaba atemorizada. Había algo así como una campaña terrorífica, en particular a través de los medios de comunicación y las redes de internet, donde se mostraban todas las barbaridades que esos grupos hacían a los sandinistas. El objetivo era meter en la cabeza de la gente el miedo. Eso hacía que la gente no sabía qué hacer.
Finalmente después de estar obligados de quedarse tres meses encerrados en sus casas, sin poder circular libremente, la gente empezó a salir. Primero los sandinistas y después todo el mundo. El pueblo empezó a exigir que la policía saliera. Entonces el pueblo y la policía empezaron juntos a desmontar los tranques. Así fue como se terminó. Hoy en día Nicaragua vive en normalidad porque el pueblo está decidido a que la normalidad siga.
¿Qué significa la actual etapa para el pueblo nicaragüense?
A veces tenemos la tendencia de olvidar que Nicaragua es el segundo país más empobrecido de América Latina, solamente después de Haití. Entonces, ¿cuál es la realidad nicaragüense? El pueblo nicaragüense tiene que trabajar todos los días para poder comer. Una familia sale por la mañana y trabaja para llevar comida a su casa. La mayoría de personas necesita trabajar para vivir, no tiene ahorros en el banco. El pueblo de Nicaragua es un pueblo trabajador.
Es un pueblo que ama la paz. Nosotros no podemos olvidar que hace apenas 30 años estábamos en guerra. La generación de 1980 vivimos aquella guerra, estamos vivos y nuestros hijos que eran pequeños hoy son jóvenes adultos. ¿Tienen que asumir otra guerra? No, eso no es posible. La mayoría del pueblo nicaragüense está lleno de amor y paz, porque eso es lo que queremos. El amor venció al odio realmente.
Precisamente, ha habido una serie de manifestaciones frecuentes bajo ese eslogan “Nicaragua quiere la paz”…
Si, además han sido masivas. Prácticamente todos los días tenemos movilizaciones, en las que la primera demanda es la justicia. Ahora muchos de esos asesinos ya están en la cárcel, porque se han capturado muchos de ellos. La policía está haciendo su trabajo: los encuentra y los pasa a la fiscalía, y esta los pasa al juez.
En Nicaragua hay un debido proceso que respetamos. Pero no queremos impunidad. Queremos reconciliación, pero no impunidad. No es lo mismo. Los delincuentes que asesinaron a nuestros compañeros deben pagar e ir a la cárcel. Y que sean muchos años de cárcel. Solo así podremos hablar de reconciliación. El pueblo quiere justicia y paz.
En este periodo ha habido numerosas declaraciones de altos responsables de EE.UU. y de Europa, con posicionamientos en contra de Nicaragua, en particular de la OEA, ¿Qué puede decirnos sobre la importante presión internacional que se ha ejercido hacia su país?
Para nosotros en Nicaragua ha estado muy claro desde siempre que organismos como la OEA son instrumentos del imperialismo. Y cuando digo imperialismo hablo del imperialismo mundial, no solo de EE.UU., sino que Europa también forma parte de este imperio. Es un sistema que sufrimos tanto nosotros como ustedes. Sus pueblos, y también los gobiernos como el nuestro, ya sean progresistas, de izquierda o que simplemente piensen en el pueblo.
Esto no es algo que deba verse de manera aislada: cada vez que el Frente Sandinista ha estado en el poder, siempre ha habido un intento de derrocar al gobierno. ¿Y por qué? Pues porque no somos obedientes a EE.UU. Sin embargo, precisamente a esos organismos, nosotros les invitamos.
Un ejemplo, con la OEA estamos sentados en la mesa desde octubre de 2016 para revisar todo el sistema electoral que tenemos. Es un Consejo Electoral que no hicimos nosotros, sino que fue hecho por el gobierno anterior, y nosotros seguimos con él. ¿Hay cosas que mejorar? Por supuesto, y lo estamos haciendo. También con la OEA, a condición de que sean las leyes nicaragüenses lo que prevalezca. El problema de la OEA, es que EE.UU. la adoptó como un instrumento de presión internacional.
La UE también ha estado exigiendo cosas a Nicaragua, como si tuvieran derecho a pedir que se adelanten elecciones o imponer un diálogo. Nosotros decimos ¿cuál diálogo? Ellos nunca quisieron dialogar. Nosotros propusimos el diálogo mientras ellos tenían las barricadas, para que las retiraran, y evitar cualquier baño de sangre. Pero nunca quisieron escuchar. Creyeron que porque nosotros no reaccionamos violentamente al inicio, íbamos a quedarnos quietos. Pero el comandante mostró inteligencia, porque pudimos desbaratar esta contrarrevolución sin matar a nadie. Ahora la normalidad ya volvió. Puede que afuera de Nicaragua mande el imperio, pero dentro de Nicaragua el pueblo se entiende con el pueblo.
Detrás de esta crisis tan mediatizada, los cambios que ha habido en Nicaragua durante el gobierno de Daniel Ortega han quedado eclipsados. ¿Qué podría decirnos al respecto?
De hecho tenemos reconocimientos internacionales, por ejemplo en el ámbito de la seguridad. Nicaragua ha sido el segundo país más seguro de toda América Latina, y en la región centroamericana somos como una isla, donde nuestro país es el único seguro.
Eso no solamente es bueno para Nicaragua sino también para la región. Por ejemplo usted conoce el fenómeno de las maras en el Triángulo Norte, formado por Honduras, Guatemala y El Salvador. Allí está lleno de maras, que son delincuentes pagados por el narcotráfico y que hacen la vida imposible a nuestros pueblos. En Nicaragua no pasan las maras. Eso significa que es bueno no solo para Nicaragua, sino que también protegemos a Costa Rica y Panamá. No tienen maras porque lo impide Nicaragua.
Para el problema del narcotráfico y la delincuencia internacional, Nicaragua es como un muro. No solo para afuera, sino también para adentro: en Nicaragua no permitimos que hayan carteles de los narcos, no existen en nuestro país. Eso hace más difícil para ellos su comercio. Para nosotros es una lucha diaria, con pocos recursos. Pero nuestra policía y nuestro ejército están ocupándose de eso, porque para nosotros es importante. Ese trabajo ha sido reconocido internacionalmente.
Otra cosa que ha sido reconocida es el crecimiento económico. En los últimos siete años hemos tenido un crecimiento del 5% del PIB. Eso también es visible, con todos los programas sociales que hemos podido impulsar. Cuando llegamos al poder en 2007, la pobreza afectaba a 46% de la población. Hoy en día la hemos reducido a la mitad, cerca de un 22% de pobreza. Lo mismo ocurre con la brecha entre los más ricos y los pobres. Hemos reducido esa brecha al 50%.
El avance que ha hecho el gobierno sandinista, con el comandante Ortega a la cabeza y la compañera vicepresidenta, realmente salta a la vista. Es evidente que ha sido por el pueblo y para el pueblo. Eso es lo que no nos perdonan. ¿Cómo es posible que un país tan empobrecido haya tenido tanto éxito económico y que haya resuelto los problemas de la pobreza que ningún otro país llega a resolver? La respuesta es sencilla: es el pueblo el que está en el poder realmente. Y eso, la oligarquía nacional y EE.UU. no nos lo van a perdonar.