Miguel López*
Lo sucedido en Nicaragua tiene que servir de lección para la izquierda progresista. Aquí no cabe lo de “bueno, puede ser que…” o el “por otro lado es verdad que…”. ¡No! Sé qué piensa el fascista y a ese no le doy consejos, pero al progresista le exijo que no caiga en las redes del buenismo y la corrección política, del consenso tramposo, de las medias tintas o del pseudoanálisis baboso: para que no pase el fascismo, no podemos tener fisuras intelectuales. Hoy más que nunca tenemos que ser Sandinistas. ¡Yo lo soy!
Sobre trampa de la neolengua: advertencia de un camarada
Vivimos en una época donde la corrección política parece que solo atañe al discurso de la izquierda. La derecha puede insultar con políticas egoístas que solamente benefician a unos pocos, puede llamar terroristas a quienes luchan por la libertad, maldecir al pobre, maltratar al diferente.
Es hora de que también nosotros los defensores de las clases oprimidas, de los y las trabajadores y trabajadoras, de los atrapados por el asfixiante capitalismo, nos dejemos de mojigaterías y alcemos la voz de nuestra garganta, pluma o teclado y demandemos cuando haya que demandar, exijamos cuando haya que exigir, acusemos cuando tengamos que acusar y llamemos a la acción solidaria cuando haya que hacerlo.
Pero siempre utilizando un lenguaje claro, preciso, fuerte y ¡sin miedo a la trampa de la corrección política! Los opresores de la derecha dominan el volumen y el alcance de los medios de comunicación y, además, quieren imponer no sólo el qué y el cuándo sino también el cómo. Y la izquierda gallinácea se excusa por levantar la voz, por existir. ¡Lamentable!
Si utilizamos la herramienta de búsqueda llamada Google y ponemos el topónimo “Nicaragua” seguido del apellido “Ortega” nos daremos cuenta de una aparente realidad sobre lo que sucedió en Nicaragua a partir de este abril de 2018. Que la derecha fascista domine los algoritmos de la nueva Alejandría que es internet y así el contenido propagandístico para imponer su orweliana verdad, no es sorprendente y entra dentro de lo que la lógica depara (Unamuno nos recuerda la importante diferencia entre verdad y verosimilitud).
Lo que es absolutamente aberrante y extremadamente preocupante es que en gran medida la opinión sobre lo sucedido en Nicaragua de las personas de izquierda y hasta de los que se adjetivan radicales, racionales y marxistas es increíblemente vacía, cobarde, aburguesada, repugnante, intelectualmente indolente, negligente y marcadamente estulta. Estos asesinos a sueldo del gobierno de los Estados Unidos, con sus compinches y aduladores en el continente son “comprendidos” por esa izquierda que parece haber cambiado los libros de historia por el manual de uso del pensamiento y expresión basura.
Un brutal golpe de estado que quedó en intento
Lo que sucedió en Nicaragua a mediados de abril de este año y continuó durante los meses posteriores fue un brutal y asesino golpe de estado. Bueno, por suerte, quedó en un intento de golpe de estado. Uno de la más vil calaña, porque fue planificado y organizado desde fuera de la patria de Rubén Darío. Un intento cobarde que ni siquiera puso en el campo de batalla a los propios soldados del asesino imperialista, sino que puso al pie del cañón a mercenarios infiltrados de países vecinos de Centroamérica y a traidores oligarcas locales que ensangrientan su nacionalidad con violenta rabia y odio clasista.
Fue un sofisticado golpe de estado que involucraba una estricta manipulación de la información combinada esta con una bien coordinada actividad tipo milicia urbana y apoyada por la parafernalia de manifestaciones típica de las revoluciones de colores. Como fachada unas manifestaciones salidas de los centros de educación superior, aunque no necesariamente de estudiantes.
La táctica miliciana fue de encerrar en bloques a la población civil para generar pánico. Los medios y reporteros de la clase capitalista (o de los que creen que capitalismo y democracia son compatibles) reportaban estos bloques como si fuera una táctica de los golpistas para defenderse de un ataque de las fuerzas del orden nicaragüenses, cuando en realidad eran sistemas tácticos de ataque a la población. Los que en la calle intentaban crear el ambiente para que se llegara al golpe eran círculos de pequeños narcotraficantes y delincuentes locales, maras llegadas de El Salvador y Guatemala. Quemaron la estación de radio más importante de Managua, oficinas de asistencia social, institutos de crédito para personas de bajos recursos. De todo esto hay material gráfico, hay periodistas (3) que lo han reportado, pero su voz se ve acallada, censurada por el grito mediático del terrorista capitalista.
Un atentado al Sandinismo
La nicaragüense es una de las economías más dinámicas y boyantes de la región. Por extraño que parezca a quien no conozca la historia de nuestro continente latinoamericano, una de las razones principales de la intervención extranjera no es por discrepancias políticas, es porque los imperialistas capitalistas tienen como misión destruir los proyectos económicos de la izquierda, en particular cuando estos tienen éxito.
Evidentemente serían un mal ejemplo para el egoísta sistema capitalista. Una economía racional, humanizada, colaborativa, que dedique grandes fondos a la educación, salud y vivienda pública es algo que no pueden aceptar los capitalistas. Su ambición, voracidad y codicia se resiste a cualquier atisbo de altruismo o de solidaridad. Por eso este intento de golpe de estado no era solamente contra Daniel Ortega. No. ¡Es un nuevo intento de destruir el sandinismo! Un sandinismo que por su propio dinamismo acepta diferentes corrientes, pero todas, absolutamente todas, tienen un objetivo común: su conciencia de clase y promover cambios sociales en la dirección de un mundo (sí: ¡mundo!) igualitario, solidario y responsable con el medio ambiente. Y a los imperialistas capitalistas les preocupa que en Nicaragua haya más de dos millones y medio de sandinistas activos dispuestos a trabajar por ese objetivo común.
Y por eso están en contra (¿les suena el vocablo?) del Sandinismo desde que emergió como movimiento. Es como el caso de Cuba o de la Venezuela Bolivariana. Y esto, claro, y lo han dicho por pasiva y por activa los portavoces del imperio yanqui. Hace unos días el repugnante John Bolton, Consejero de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, llamó a Venezuela, Cuba y Nicaragua “la troika de la tiranía” y que son “el génesis y la cuna del comunismo en el hemisferio occidental”. Por eso los Estados Unidos quieren acabar con el Sandinismo, especialmente si este demuestra que es un sistema político, económico y social que funciona, que ha llevado a Nicaragua a una de sus mejores épocas en cuanto a desarrollo económico y social. Temen que el Sandinismo se expanda y por ello hay que destruirlo, asesinarlo como hicieron con Augusto César.
¿Y quién estuvo detrás del golpe?
Él o la que haya leído hasta aquí quizás quiere que el autor de estas líneas dé nombres de personas o instituciones que apoyaron/financiaron el intento de golpe. Bueno, si el lector o lectora es de izquierdas y no está obliterado por los medios reaccionarios disfrazados de demócratas, creo que como mínimo sospecha de quiénes son los terroristas, los asesinos despiadados que orquestaron este intento y que lo volverán a hacer, lamentablemente.
Esta no es una lista, es una asquerosa cloaca en una de sus vertientes: el lobby criminal de Miami, Alpha 66, Marion Hammer, Mark Green, Felix Madariaga, Roger Noriega, Marco Rubio, Ana Navarro, The United States Agency for Internacional Development (USAID), The National Endowment for Democracy (NEF), American Enterprise Institute (AEI), Project for the New American Century (PNAC), Freedon House, la Organización de Estados Americanos (OEA), ONG’s dedicadas a proyectos educativos, altos mandos de la Iglesia Católica, el gobierno de los Estados Unidos.
Epílogo a modo de consejo
Lo sucedido en Nicaragua tiene que servir de lección para la izquierda progresista. Aquí no cabe lo de “bueno, puede ser que…” o el “por otro lado es verdad que…”. ¡No! Sé qué piensa el fascista y a ese no le doy consejos, pero al progresista le exijo que no caiga en las redes del buenismo y la corrección política, del consenso tramposo, de las medias tintas o del pseudoanálisis baboso: para que no pase el fascismo, no podemos tener fisuras intelectuales. Hoy más que nunca tenemos que ser Sandinistas. ¡Yo lo soy!
¡Viva Nicaragua Sandinista!
*Este texto es un resumen en español de una ponencia presentada por el autor en inglés en Helsinki, Finlandia. El autor es profesor universitario encargado de los Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Jyväskylä, Finlandia. Además, es vicepresidente del Partido Comunista de Finlandia.