* Los llamados sicarios económicos no suelen vestirse con capucha negra y apuntar con pistolas. Suelen estudiar en las universidades top de Estados Unidos y se caracterizan por entregar a la miseria naciones enteras por un puñado de dólares. Hausmann, conspirador financiero contra Venezuela, es sin duda un operador de alta factura. Aunque diga que dedica su «tiempo libre a pensar cómo mejorar Venezuela», sus acciones e historial indican lo contrario.
Como parte de sus acciones ilegales y de usurpación, Juan Guaidó nombró al austericida Ricardo Hausmann como el representante de Venezuela ante el Banco Internacional de Desarrollo (BID).
Esta designación totalmente ilegal puede leerse en dos niveles: 1) como un trofeo de guerra a la persecución financiera que encabeza el economista venezolano puertas afuera del país, al menos, desde 2015, y 2) como una declaración de propósitos de que la terapia de shock marca FMI, el austericidio «a la Macri», es el paso posterior al cambio de régimen violento en Venezuela.
Codeado con funcionarios de alto nivel de administraciones estadounidenses y economistas de prestigio de Harvard, Hausmann es el hombre bisagra, capacitado técnicamente, para gestionar la canibalización de los recursos venezolanos por parte de las redes de poder del capitalismo global. En vista de ello, esta tribuna republica un perfil de Ricardo Hausmann, realizado en el año 2015, cuando ya el «exitoso economista» hablaba de reeditar el paquetazo de Carlos Andrés Pérez y comenzaba a clamar por una intervención militar extranjera.
Los llamados sicarios económicos no suelen vestirse con capucha negra y apuntar con pistolas. Suelen estudiar en las universidades top de Estados Unidos y se caracterizan por entregar a la miseria naciones enteras por un puñado de dólares. Hausmann, conspirador financiero contra Venezuela, es sin duda un operador de alta factura. Aunque diga que dedica su «tiempo libre a pensar cómo mejorar Venezuela», sus acciones e historial indican lo contrario.
De la cueva de anunciantes del caos, ajustes macroeconómicos y lobbistas del saqueo neoliberal salió Ricardo Hausmann. Hoy hace las veces de Director del Centro Internacional de Desarrollo en la Escuela Kennedy de la Universidad de Harvard, y también de profesor de Praxis de Desarrollo Económico en la Escuela Kennedy de Gobierno de la misma universidad, así como de la Cátedra George A. Cowan del Instituto Santa Fe. Su prontuario avala su actual currículo, sin desmerecer ningún bolsillo a los que ha servido durante décadas.
Aunque venezolano hijo de inmigrantes, estudió en la Universidad de Cornell, Estados Unidos, a cursar estudios de Ingeniería y Física Aplicada. Más temprano que tarde se dio cuenta de que lo suyo era robar, por lo que decidió sacar máster y doctorado en Economía en la misma casa de estudios.
Sin embargo, lo de robar tampoco es para peces recién nacidos, por lo que decidió ser cabildero de primer nivel, enlace calculador entre los tiburones de larga data y las presas rentistas del Estado en Venezuela.
Fue así como, de vuelta a su país natal, realizó una investigación en torno al modelo Arepa en el Centro de Estudios del Desarrollo de la Universidad Central de Venezuela, que consistía en una rígida teoría de política económica pública para la industria petrolera avanzada en conjunción con el sector privado. Pasó por las oficinas de la Oficina Presidencial de Coordinación y Planificación (Cordiplan) durante el gobierno de Jaime Lusinchi en calidad de pasante. De ahí en adelante todo fue ganancia.
Las manos sobre el estado
Luis Herrera Campíns lo tomó por el brazo para que actuara de Jefe de Planificación a corto plazo, con el «Viernes negro» respirándole en la nuca a Venezuela.
Reclutado por el Grupo Roraima (comandado por Marcel Granier), entró en labor académica en el Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA) en donde alista a otros prospectos de tecnócratas hoy concurridos por la mediocracia para seguir anunciando el caos financiero en detrimento de la estabilidad económica del país: José Gregorio Pineda (futuro economista en jefe de Venacham), Francisco Rodríguez (hoy representante para América Latina del Bank of America) y Felipe Pérez Martí, ex ministro de Planificación de Hugo Chávez entre 2002 y 2003.
Cuenta Simón Andrés Zúñiga que Hausmann fungió de asesor de este último durante su gestión en el Gobierno Bolivariano, con videoconferencias incluidas en las instalaciones de la Corporación Andina de Fomento.
Hablamos de la década de 1980. Formó parte de la Comisión para la Reforma del Estado (Copre), la cual pretendía atomizar hasta la privatización de todas las instituciones estatales de bienes y servicios. La tarea de Hausmann era sencilla por perversa: enlazar los tentáculos del gran capital foráneo con la burguesía local en una estrategia de saqueo intensivo.
Carlos Andrés Pérez (CAP) reunió a Pedro Tinoco, Miguel Antonio Rodríguez, Moisés Naím, Ruth de Krivoy y Ricardo Hausmann, haciendo de nuestro personaje reseñado ministro formal de Cordiplan luego de los sucesos del 27 de febrero de 1989.
Para aquella época, Hausmann, «hombre de confianza del Fondo Monetario Internacional (FMI) en Venezuela», anota Luis Salas Rodríguez, cuya presidencia del Comité de Desarrollo del FMI-Banco Mundial no pasó desapercibida por los peces gordos de la economía imperial.
Luego de casi tres décadas en Venezuela fomentando la fuga de activos (financieros e industriales), armando directrices estructurales en connivencia con sus amigos de Fedecámaras, Venacham y Consecomercio, y metiendo mano para consolidar ciertas infraestructuras y enlaces comerciales en beneficio de Empresas Polar, hoy presidida por Lorenzo Mendoza, decidió irse demasiado (otra vez) para Estados Unidos, en donde fue economista en jefe del Banco Interamericano de Desarrollo de 1994 hasta el año 2000.
Propagandista del caos y sionista
Desde el año 2001 hasta 2007 formó parte de la junta directiva de la entonces privatizada Compañía Anónima Nacional Teléfonos de Venezuela (Cantv) junto a Gustavo Roosen, éste ex presidente de Pdvsa durante la última presidencia de CAP y principal operador de la Apertura Petrolera a mediados de los 90. Tuvo una humillante aparición en 2004 en la campaña de Súmate (ONG de MariCori) para denunciar el fantasioso fraude que reafirmó la continuidad del Comandante Chávez en la jefatura del Estado venezolano.
Desde entonces ha estado muy activo desde sus oficinas en Boston escribiendo artículos (tiene una columna ocasional en El Nacional) y dictando conferencias que presagian una caída económica que dejaría al país subsumido al caos profundo que hoy viven países como Guinea Ecuatorial y Sierra Leona.
Erotizado con la idea del default, hizo su pronóstico para 2016: Venezuela deberá hasta las hormigas. En septiembre del año pasado, el presidente Nicolás Maduro anunció públicamente que Hausmann estaba implicado en una conspiración internacional contra Venezuela Bolivariana, y lo tildó de asesor económico del sector ultra de la derecha local, endilgamiento incuestionable cuando se trata del tipo que dio una hoja de ruta particular a los saqueadores habituales del puntofijismo.
En aquella oportunidad dijo que no tenía «intereses financieros en este juego, no hay relaciones con ningún grupo de negocios». Su pública amistad (de negocios, ofcors) con Alejandro Werner, ex subsecretario de Hacienda del ex presidente mexicano Felipe Calderón y actual director del Hemisferio Occidental del FMI, no es un dato menor.
Ha insistido en retomar la confianza hacia el FMI porque, según Hausmann, «el sistema para evitar y resolver las crisis financieras está anclado en [esta] una institución plenamente constituida».
Sus relaciones con Israel lo hacen un sionista a carta cabal. Ha dicho recientemente que «América Latina es un complemento natural» del Estado que hoy preside Benjamín Netanyahu, en el sentido de mero apéndice minero. Este tipo de pensar es recurrente entre sicarios económicos.
Ricardo Hausmann es el típico operador financiero que estigmatiza las soberanías y celebra las dolarizaciones. Cree que por haber sido intermediario alguna vez en la venta del país al gran capital podrá hacerlo hoy con el chavismo en la calle y en el Gobierno. Por eso, razones tiene para querer entregar a Venezuela a la boca del lobo, aun cuando «se jodan los acreedores».