José Negrón Valera | Sputnik News
Antes de que el concepto de ‘Guerra No Convencional’ acaparara titulares y se convirtiera en la noción de moda para catalogar la agresión contra Venezuela, ya un exguerrillero venezolano había logrado prever con años de anticipación la naturaleza de la amenaza que se cierne hoy sobre el rico país suramericano.
A pocas horas de que se conociera la orden ejecutiva firmada por Donald Trump, dirigida a embargar los bienes y activos de Venezuela en Estados Unidos, Carlos Lanz accedía a conceder una entrevista a Sputnik para dar cuenta de la escalada en el conflicto que, según sus consideraciones, se aproximaba. Los hechos le dieron la razón.
Un guerrillero que siembra
«El imperio es una cosa seria, no es una metáfora», reflexiona el sociólogo venezolano mientras nos hacemos paso en una pequeña oficina del Ministerio de Educación, donde funciona la coordinación nacional del programa Todas las manos a la Siembra.
De andar pausado y argumentaciones que están impregnadas de la privilegiada conjunción de experiencia e investigación, nos confiesa que se le ha llegado a acusar «de apocalíptico» porque lleva años denunciando que en Venezuela ocurriría una crisis alimentaria.
«Aquí la siembra y la producción tiene que ser tomada como una necesidad de primer orden», expresa convencido; sin embargo, se da una licencia para relajar el habitual rictus que le marca el rostro y bromea con el hecho de que, a su juicio, «chavista que no siembra» debería estar bajo «estado general de sospecha».
Más de una década de advertencias
Carlos Lanz fue miembro de distintos frentes guerrilleros que lucharon contra los Gobiernos que antecedieron a Hugo Chávez.
Ya con el propio Chávez en la Presidencia de la República se dedicó a la formación de la clase obrera en las nuevas formas de cogestión industrial que requería la nueva perspectiva política, así como en la promoción de modelos de producción alternativa para fomentar una economía no dependiente de la actividad petrolera.
Llegó a dirigir el Programa Nacional de Formación del Ministerio de Economía Popular y también se desempeñó como presidente de la empresa de aluminio más importante del país: CVG-Alcasa.
Sin embargo, a finales de 2008 vuelca su interés en sistematizar lo que se venía perfilando como una agresión de carácter multidimensional contra Venezuela. Las operaciones psicológicas hechas contra el Gobierno de Chávez lo hicieron entender que ese sería el nuevo campo de batalla.
«Creo que el combate en los actuales momentos es también político-cultural, y me atrevería a decir que es más cultural que político. El asunto es revertir el ataque más profundo lanzado a la estructura psicológica y emocional», clarifica.
— ¿Qué doctrina se está aplicando contra Venezuela?
Una Proxy War o guerra subsidiaria. Pero no hay una doctrina pura, sino una combinatoria de enfoques y métodos. Uno consigue más de 14 variables que corresponden a las distintas formas de guerra no convencional. En Venezuela se aplican todas de forma simultánea. Lo importante es abordar no las diferencias, sino los elementos comunes. Sin embargo, la Proxy War es lo que coincide más con la finalidad política de la doctrina estratégica conjunta de Estados Unidos.
— ¿Usted cree que en Venezuela está naciendo una nueva clase de guerra no convencional? Es decir, que se esté experimentando con nosotros, un nuevo enfoque…
Hay una validación de la hipótesis de Proxy War cuando atendemos a cómo han venido ocurriendo los eventos de agresión este año. Poca atención se le presta al eje Cúcuta-Catatumbo, excepto en la caracterización tradicional de actividades delictivas que allí tiene lugar. No obstante, el empleo de ese corredor estratégico será vital para el desarrollo de la guerra subsidiaria contra Venezuela. Tampoco es que la tercerización de la guerra sea un invento reciente. Lo particular es que Estados Unidos lo enlaza con algo que aparece en su doctrina conjunta y que se llama «el dominio concreto del espectro o de amplio espectro», que consiste en la simultaneidad del ataque enemigo, la combinación y permanencia de sus múltiples aspectos.
— ¿En qué consiste el dominio del amplio espectro?
No se trata de una sumatoria de los componentes regulares de las Fuerzas Armadas, que se usan con el fin de someter a un enemigo. Estados Unidos incluye todo: los aspectos culturales, simbólicos, económicos, políticos, sociales, es decir, no militares. La idea es no darle al enemigo ningún espacio de resguardo, ni un momento para tomar aliento. Se busca el desgaste a través del ataque permanente, por todos los flancos, como si se tratara de un enjambre de avispas. Y bueno, lo más importante que brinda un sentido general a las estrategias de todas las dimensiones, en todos los tiempos y espacios.
— ¿Cómo hacer frente a este ataque?
La doctrina de la defensa integral de nuestra Fuerza Armada Bolivariana es una respuesta al amplio espectro. Este no puede ser derrotado de forma puntual, sino a través de una acción coordinada, concurrente, de una serie de políticas que aborden cada aspecto de la vida de una sociedad.
— ¿En qué etapa de la guerra cree que estamos?
Elliott Abrams ha dicho en una de sus declaraciones que estamos en la etapa «del asedio al asalto». Es asfixia, por supuesto, pero como elemento preparatorio no de un desembarco de marines, sino de una estrategia militar híbrida, donde hay combinación de medios convencionales y no convencionales. Es decir, se hace uso de nuevos actores, como bandas criminales, fuerzas de operaciones especiales, narcotraficantes. Son fuerzas que no tienen membresía. Esas serán las que harán el trabajo sucio.
— ¿Hay indicadores que sostengan su perspectiva?
Aquí se está estableciendo una meseta. Hay una tendencia que se estabiliza peligrosamente y empiezan a confluir todas esas variables que vienen de abajo en un punto. Eso hace peligroso el escenario, puesto que no se trata de una fase culminante con una opción militar típica, sino que está desprovista de los aspectos convencionales, pues ellos no van a descender en el terreno en Venezuela para no repetir la experiencia de Afganistán. El mensaje disuasivo que estamos promoviendo con el Método Táctico, las milicias, el armamento, les hace entender que no será un paseo. Aquí va a haber una guerra y yo planteo que tiene que ser continental, la respuesta no se puede quedar en Venezuela.
— ¿Washington evita el síndrome de Vietnam?
Exactamente. El efecto postraumático de las bajas de los soldados estadounidenses en combate. Por ello usan a Colombia como comodín. Es un enfoque eminentemente pragmático. Ellos van a evadir una guerra que les pueda afectar a lo interno de los Estados Unidos, sobre todo cuando Trump está severamente cuestionado y se aproxima un año electoral.
— Si pudiese asesorar directamente al presidente Nicolás Maduro para hacer frente a este escenario, ¿qué le diría?
Que debemos hacer una ofensiva comunicacional profunda para develar la estrategia imperial. Que sea permanente. Al presidente le diría que Estados Unidos está manejando el conflicto social en Venezuela como un vector de descomposición. Por tanto, si empiezas a sumar, desabastecimiento de alimentos, medicinas, transporte, gas, teléfono, tienes una serie de dimensiones simultáneas y encadenadas a las cuales debes darle respuesta. Eso pasa, necesariamente, por controlar los precios de los alimentos, poner presos a los corruptos, tener un gabinete de guerra que asuma el hecho de la confrontación no como casuística, sino como decisión de Estados Unidos de imponer su voluntad en Venezuela. Implica la unidad de la revolución, los aspectos operacionales, que es un aspecto que me preocupa…
— ¿Por qué le preocupa?
Porque nosotros parecemos en algunos aspectos estar preparándonos para una guerra convencional con barcos y aviones. Creo que eso no está en la agenda, aun cuando tenga sus preparativos. El costo político de una decisión como esa no la van a asumir en Washington. Por tanto, ellos seguirán buscando desarticular la unidad de nuestra fuerza armada, romper la institucionalidad. Por tanto, los aspectos logísticos y operacionales deben virar cuánto antes hacia la guerra popular prolongada, pero no para el año 2020, sino para este momento. Eso es un disuasivo.
— ¿Podríamos ahondar en lo que llama «conflicto social como vector de descomposición»?
Al presidente le recomendaría atender urgentemente las subjetividades. Aquí se está aplicando una gran operación psicológica para vulnerar nuestra identidad, nuestras convicciones. Necesitamos dar una guerra de valores, donde le pongamos un freno a la dominación cultural, a la degradación, al envilecimiento de la persona. Porque la gente está sometida a una serie de presiones de degradación de sus condiciones de vida, pero también a la degradación de su propio imaginario colectivo, de su identidad como pueblo. La sociedad venezolana está sufriendo de una hiperanomia, con el resultado del desconocimiento de las normas, de la ruptura del contrato social. Es un proceso imperceptible pero está en desarrollo.
— ¿Cómo avanzamos en eso?
Pasa por rescatar nuestro ideario. Hay que rescatar el concepto de la lugarización. Por ejemplo, en los pueblos de Venezuela, la resistencia y la insurgencia cultural se da a través del rescate de la palabra, del trabajo comunitario, la vinculación con la naturaleza, solidaridad personal, fe religiosa. Hay un cemento que ha sido atacado por el eurocentrismo, por la moda neoliberal, pero hay resistencia, un sedimento que da la base para esa insurgencia. Tiene además que darse un proceso de renovación de la promesa del rescate del ideario revolucionario, de la utopía. Somos constructores de sueños, profesionales de la esperanza, que es un eslogan del proyecto educativo nacional. El imperialismo no lo vamos a combatir solo con medios militares, lo debemos combatir también en el terreno de los valores y de la subjetividad.
— ¿Y cómo se articula esto con el proyecto político?
Tenemos necesidad de una nueva subjetividad revolucionaria. Cuáles serían los componentes de esta, el rescate de los acervos de las luchas históricas, como lo hizo el comandante Chávez. Hay que acompañar al pueblo en sus luchas, enfrentando lo que son los ataques más arteros de las operaciones psicológicas, pero también elevando los niveles de eficacia de la gestión, la corrupción tributa a la estrategia contrarrevolucionaria, no lo podemos dejar pasar.
Debemos meter presos corruptos emblemáticos, la revolución demanda una acción reivindicativa en ese sentido. Luego meternos de frente contra la burocracia en la gestión de Estado, que revierta los procesos de la lentitud, de las distracciones, de la demora, del papeleo interminable.
Debemos recuperar la gobernabilidad del Estado. Las bandas criminales, como estas que aparecen viralizando videos, son un desafío al monopolio de las armas y la legalidad del uso de la violencia, para poner en duda quién gobierna realmente. Eso es una interpelación a la propia Fuerza Armada, para hacernos ver como un Estado fallido.