Manuel Humberto Restrepo Domínguez
* ‘Este país consume más de 150 toneladas de cocaína al año y ha extendido sus impactos a las empobrecidas poblaciones de países vecinos’
Estados Unidos de Norteamérica, a pesar de su sintomatología de degradación moral, dependencia física y orgánica de una parte significativa de su población por el consumo de drogas, no deja de ser un actor directo en cada lugar donde la muerte se cuente en masacres, ni abandona su posición de influencia a las políticas de otros, ni cesa en su empeño de promover a través del FMI, BID y BM el endeudamiento que crea dependencia y compromete los recursos del gasto social en acciones de seguridad para el capital. Es asunto de mercado, y este no tiene ética, ni moral, ni sistema nervioso. Solo importa tener y ampliar las clientelas.
El mercado de drogas en Estados Unidos tiene para la marihuana entre 20 y 22 millones de consumidores mayores de 12 años; de 1.6 a 2 millones de consumidores de cocaína; y más de 1.3 millones para otras sustancias alucinógenas. Consume al año una media de 160 toneladas de cocaína, que lo convierte, según la ONU, en el primer país consumidor mundial. Tiene el mayor mercado de drogas ilícitas y registra el más alto índice de incautación de cannabis (70%) y de éxtasis (44%), que usa para autojustificar la extensión de sus actividades policiales en el resto del mundo, que complementan las intervenciones militares –con el pretexto de guerra al terrorismo o en nombre de la democracia que en su territorio no aplica– desbordando los controles de soberanía interna de los países y provocando desestabilizaciones políticas, desastres económicos, crisis humanitarias y sufrimiento entre los más débiles expulsados por el mismo poder de élites sea en dictadura o en democracia.
Consumir droga tiene una causa social y producirla tiene una económica. Las dos suman produciendo efectos políticos para mantener el control, la vigilancia, la opresión y la explotación. La economía de las drogas es un asunto empresarial, industrial, con inversionistas y asociados, que siguen la lógica de hacer empresa y tener clientes satisfechos. Ya hay funcionarios, que han señalado una relación evidente entre los problemas económicos y el consumo de droga, y el dato de que el 17% de los desempleados estadounidenses se droga, es contundente allí donde más de 45 millones de personas viven en situación de pobreza, proclives a sumar nuevos recursos adicionales a los 100.000 millones de dólares anuales gastados en cocaína, incluyendo crack, heroína, marihuana y metanfetaminas (cifra superior al PIB a la que tienen como presupuesto cada una de las dos terceras partes de países del mundo). USA, es también el puente principal de tráfico de sustancias ilícitas, que llegan a los 315 millones de consumidores habituales, del resto del mundo, entre los que según la tendencia se producen más de 250.00 muertes por año.
Estados Unidos ha extendido sus impactos a las crecientes y empobrecidas poblaciones de países vecinos, especialmente entre jóvenes sin oportunidades de naciones centroamericanas, como Honduras, Guatemala y el Salvador, que en su lucha por sobrevivir resultan captados por las drogas, como consumidores o empleados por objetivos que deben cumplir sin garantías. USA está convertido en un peligroso vecino que impone a otros lo que se niega a tratar de sí misma, actúa como gendarme global, produce informes, anuncia sanciones y castigos, califica según sus propios criterios y organiza con discriminación la lista de los buenos (blanca) o la de los malos (negra) para mantener en vigencia su política exterior a la que Chomsky denomina política del terror.
El mercado de las drogas se realiza en dólares, lo que necesariamente beneficia la circulación y aumenta la velocidad del capital acumulado en favor del emisor de billetes. Sobre el dólar no hay oposiciones aunque sea reconocido como el preciado tesoro que traza el camino de la muerte y de las violaciones masivas a derechos humanos, al amparo de desigualdades que arrastran al consumo de drogas como refugio y/o a participar en la cadena de venta al menudeo como opción de ingresos. La ideología neoliberal, promueve la libertad de empresa sin importar la procedencia de los recursos, lo que favorece la privatización y mercantilización de todo lo existente, inclusive la vida humana y los bienes públicos, que pueden ser obtenidos con recursos que mediante una escritura pasan la frontera entre ilegal y legal y corresponde a los legisladores otorgar el status más favorable al negocio, (ilegal o legal) conforme a exigencias políticas.
A USA, entiéndase su régimen político y sistema de gobierno, no le interesa la gente afectada por el negocio de las drogas, le interesan las cuentas que se producen en el negocio; el lugar al que van los dólares y; el control político, económico, ambiental, militar y policial del mundo. Su propia tragedia humana permanece oculta, (solo con cada masacre interna algo nuevo se descubre) en cambio de ponerla en el nivel de salud pública y de crisis humanitaria para atender a sus consumidores y elevar a crimen inderogable el delito de sus inversionistas. La táctica de la negación consiste en trasladar los efectos, a los más débiles, entre los que se cuentan medio millón de prisioneros asociados a temas de drogas que purgan penas largas, bajo humillación, encadenados, uniformados y rapados, a quienes aplica una política criminal selectiva y sin objeciones, que lo convierte también en el país con mayor número de presos del planeta, la mayoría con origen en clases sociales marginadas (2.300.000 presos, con índice de 751 por cada 100.000 habitantes.
El mercado de drogas, igual que el de las armas, no está al margen de la dinámica global. Sus inversionistas alientan sus consumos en un mercado extenso, donde lo legal y lo ilegal se cruzan, se hacen favores, se complementan, se relevan, donde la acumulación ilegal se convierte a legal por efecto de una compra, un despojo, un raponazo, un desplazamiento forzado; donde las cosas se llaman bienes inmobiliarios, vehículos, tecnologías, o se quedan ilegales como el tráfico de personas, la producción en condiciones de esclavitud y la creación y reproducción de sistemas de corrupción. Los dos sistemas degradan, van juntos políticamente para despolitizar las relaciones Estado – sociedad y despedazar sin resistencias a la madre tierra, extraer su riqueza y causar la muerte humana, comprometiendo el futuro de la humanidad y mantenerla siempre en riesgo de aniquilación.