Elson Concepción Pérez | Granma
* Dos ejemplos de lo que el Presidente estadounidense no habla en ninguno de sus discursos ni escribe en sus frecuentes tuits, son los que viven bajo puentes o en carpas y otros refugios, y el gran negocio en que se ha convertido la inmigración.
En estos días de euforia del presidente Donald Trump, luego de que no se le hiciera el juicio político, hay, entre otros muchos, 1,500,000 estadounidenses –según datos oficiales– que no pudieron creer las palabras del mandatario en su discurso sobre el Estado de la Unión, exhibiendo lo «bien» que está su país, el «avance» de su economía y la «felicidad» de sus conciudadanos.
Esa cifra solo se refiere a las personas que en la potencia económica mayor del Planeta viven en refugios, sin agua, electricidad, ni alimento seguro. Se guarecen en carpas o bajo puentes, en ciudades como Los Ángeles y Nueva York. En esta última, la cifra de los que duermen en la calle o en carpas y albergues municipales se ha incrementado en un 59 por ciento en los últimos diez años.
Según el diario español El País, el aumento espectacular en el condado de Los Ángeles, con un 23 por ciento más de sin techo en un año hasta las casi 58,000 personas, explica la situación a nivel de país.
Las cifras han crecido en toda la costa oeste. De las siete zonas urbanas con más personas sin techo, cinco están en el Pacífico (Los Ángeles, Seattle, San Diego, San José y San Francisco), refiere la citada publicación.
Una investigación ha puesto el foco en el financiamiento del sistema público de refugios, ya que se ha convertido en un negocio lucrativo para unos pocos.
Como en otros tantos casos donde entran en juego cifras multimillonarias de dólares, también existen ejemplos como el de la empresa estadounidense Caliburn que, además de brindar servicios en Irak y Afganistán, recibe sustanciosos pagos por operar hospicios para niños latinoamericanos migrantes no acompañados.
Un dato: Caliburn cuenta en su junta directiva con el exjefe del Comando Sur y exsecretario de Seguridad Nacional, John F. Kelly.
Por supuesto, Trump nunca ha visitado alguno de los albergues de refugiados en Los Ángeles o las carpas en Nueva York, y mucho menos se ha preocupado por la situación de los pobres que superan los 140 millones, lo que representa un 43 por ciento de la población del país, de acuerdo con datos revelados por la Campaña de la Gente Pobre, en una audiencia en el Congreso estadounidense, publicado en un despacho de la agencia Efe.
«En total, 39 millones de niños aquí son pobres, la mitad de los que hay en el país más rico del mundo», exclamó en el Congreso Liz Theoharris, ante la atenta mirada de la líder de la minoría demócrata en la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi.
Tampoco se refiere Trump a que el 8,5 por ciento de las personas, o 27,5 millones, no tuvieron seguro médico en momento alguno durante el año. La tasa de personas sin cobertura de seguro y la cantidad de personas sin cobertura de seguro médico aumentaron desde 2017 un 7,9 por ciento o 25,6 millones.
Trump tiene muy bien organizada su vida de magnate y la mayor parte de su tiempo lo emplea en tuitear para proferir ofensas a los que llama sus «contrarios», o en jugar en el Trump National Golf Club Jupiter, su campo de golf en la Florida.
He puesto solo dos ejemplos de los que el Presidente estadounidense no habla en ninguno de sus discursos ni escribe en sus frecuentes tuits: los que viven bajo puentes o en carpas y otros refugios en el país más rico económicamente y el gran negocio en que se ha convertido la inmigración, fundamentalmente en cuanto a lo relacionado con los albergues para niños centroamericanos que llegan solos o son separados de sus familiares en el cruce de la frontera sur de Estados Unidos.