Gabriel Jiménez Emán*
Ver al presidente de Estados Unidos saludando desde el Congreso al “Presidente de Venezuela” que nadie ha elegido como tal, sólo puede tildarse de un acto insólito, que encaja perfectamente en la política de índole siniestro que están llevando a cabo varias potencias de Occidente. Trump, que acaba de salir airoso en un juicio por abuso de poder donde han debido condenarlo, está aprovechando la ocasión para relanzarse como Presidente.
Hace ya varios años vaticiné por escrito –como creo que cientos de personas lo hicieron— un porvenir muy aciago para Estados Unidos si este señor ganaba la Presidencia, y desafortunadamente no me equivoqué, pues el magnate mantiene a la nación norteamericana en un abuso permanente de poder, perpetrando violaciones en todos los órdenes sociales y económicos: se llena la boca diciendo que se ha gastado la bicoca de dos billones de dólares en armamento bélico creyendo que con eso muestra su poderío, cuando en verdad ostenta una gran debilidad moral y política.
Mientras esto ocurre en USA, en Colombia se prepara una nueva conflagración contra Venezuela con el apoyo de Iván Duque y su jefe Uribe. De manera descarada el presidente Duque se reúne con el farsante JG, y entre sonrisas y abrazos lo conduce a su Palacio de Gobierno para hablar de negocios, mientras un grupo de venezolanos “opositores” en el extranjero, que han salido huyendo del país (en verdad se trata de mercenarios ideológicos) piden a las potencias de Europa y USA que invadan o intervengan cuanto antes a Venezuela, mientras el farsante JG se pavonea (sin ningún discurso coherente y menos consistente) por los parlamentos de Inglaterra o España.
De Inglaterra no esperábamos menos (Boris Johnson, tan polémico con los suyos, luce tan simpático saludando al farsante, quizá porque no entiende nada de lo que dice), pero en España debería caérsele la cara de vergüenza a Pablo Iglesias por no haber hecho nada para impedir que una Ministra de su gabinete –donde debería existir al menos una pizca de socialismo– reciba a semejante pelele, y además la funcionaria ofrezca declaraciones donde reste importancia al hecho de que “el Presidente en persona” no lo haya recibido. Es increíble que este personaje JG sólo se haga oír porque viste un traje y una corbata y se parezca físicamente a Barack Obama (aunque en verdad esto último si se justifica), sonría o haga guiños a los fotógrafos.
Los medios se solazan en esta tendencia amarillista –no importa cuán falsa sea— con tal de obtener noticias escandalosas. Como ya el gobierno de USA ha violado casi todas las leyes internacionales, robado Citgo, perpetrado robos a activos venezolanos en bancos extranjeros, y recientemente prendido fuego a una Planta de Movilnet y Cantv en Carabobo, además de sabotear los vuelos de Conviasa al imponerle a la aerolínea estatal unas medidas coercitivas para impedir su expansión a nuevas rutas, y con ello obstaculizar el avance del Plan Vuelta a la Patria, estos deplorables seres continúan sancionando, como jueces universales de todo lo viviente, a la nación venezolana para deponer su gobierno, y apoderarse de nuestras riquezas en un mediano plazo.
Se trata de una situación (ésta en particular) ciertamente grotesca, sin antecedentes en la historia contemporánea de América Latina, que haga caso omiso de las leyes y de todo el sistema diplomático internacional. Se ha llegado al extremo de conformar grupos de ex presidentes desocupados como el llamado Grupo de Lima (el nombre está plenamente justificado, dado su origen contemporáneo de gobiernos fallidos) para avalar estas injusticias y despropósitos, con la amenaza inminente de “esa cosa tan fea que es la OEA” (al decir del cantor Carlos Puebla) de donde destaca la archi siniestra presencia de Almagro, quien no cesa de atacar por cualquier flanco al gobierno constitucional de Venezuela.
Tenemos, pues, un panorama político bastante deprimente frente a nosotros. A nada de esto puede llamársele política (comprensión del estado y de la sociedad) en boca de ellos se desprestigia aún más ese concepto, ya devaluado por la ideología neoliberal.
Las llamadas “potencias” occidentales ya no pueden tener el poder absoluto que pretenden (disfrazado de una democracia representativa que no representa a nadie, excepto a ellos mismos) y destruyen todo a su paso. Sólo necesitan dólares y maquinaria bélica, discursos mentirosos en congresos y unos cuantos adulantes en la Banca, el ejército, los medios y empresas cómplices y dañinas como Odebrecht.
Lo demás es historia sabida.
* Premio Nacional de Literatura Venezuela (2019).