El Acuerdo (estafa) del Año avalado por EU, al descubierto

Enrique Moreno Gimenarez | Granma

Pudiera calificarse sin lugar a duda como la Estafa del Siglo. El presidente estadounidense Donald Trump anunció desde la Casa Blanca el pasado 28 de enero su plan de paz para «resolver» el histórico conflicto entre Israel y Palestina, un documento titulado como «Paz para la prosperidad. Una visión para mejorar la vida de los pueblos palestino e israelí», denominado internacionalmente como Acuerdo del Siglo.

«Esta visión de paz es fundamentalmente diferente de las propuestas pasadas. En el pasado, incluso los planes mejor intencionados eran sencillos en los objetivos y tenían marcos conceptuales complicados. Por el contrario, nuestro plan tiene 80 páginas y es la propuesta más detallada presentada hasta ahora», así presentaba Trump su grandilocuente estrategia.

Pero, además de las numerosas resoluciones internacionales y claves históricas que echó por tierra, en su propuesta de Acuerdo el magnate Presidente obvió un detalle ineludible: todo proyecto para la paz y la solución de este conflicto debe involucrar obligatoriamente a dos actores: Palestina e Israel. La parte palestina no fue incluida en la elaboración del plan y a su presentación en Washington solo asistió el premier israelí, Benjamín Netanyahu. Tomando en cuenta solo este esencial elemento, el pacto nació por sí mismo herido de muerte.

«No hubo conversaciones breves ni detalladas con la administración estadounidense sobre el llamado Acuerdo del Siglo. Palestina se opone a todo lo relacionado con el acuerdo», había declarado previamente Nabil Abu Rudeina, portavoz de la Presidencia de la nación árabe.

Salvando las distancias, al tropezar con actuaciones de este tipo por parte de EEUU es imposible no recordar la firma del Tratado de París, el 10 de diciembre de 1898, entre los gobiernos de Estados Unidos y España. En aquella oportunidad, Washington y Madrid definían la situación de varios territorios, sin la participación de representantes de Cuba, Filipinas, Guam ni Puerto Rico. Obviaron el sacrificio del pueblo cubano durante varios años de guerras de independencia. Décadas después, el imperialismo recicla un guion similar y dejó fuera de toda discusión al pueblo palestino, el principal perjudicado por el conflicto con Israel.

De acuerdo con la BBC, el diseño del plan duró unos tres años y tuvo entre sus «arquitectos» al yerno de Trump, Jared Kushner. Lo cierto es que el momento de presentación del polémico pacto fue muy apropiado, tanto para Trump –envuelto en un escenario de impeachment y campaña electoral– como para Netanyahu –acusado de corrupción–. Quizá, ambos soñaron obtener puntos en política exterior y a nivel nacional, pero los aplausos no han alcanzado las dimensiones previstas.

¿Quién gana y quién pierde con el proyecto estadounidense?

Si solo Tel Aviv se sentó a la mesa de negociación, podemos imaginar la respuesta. La cuestión se complejiza mucho más al examinar los diferentes puntos del acuerdo.

«Jerusalén debe ser reconocida internacionalmente como la capital del Estado de Israel. Al Quds (u otro nombre seleccionado por el Estado de Palestina) debe ser reconocida internacionalmente como la capital del Estado de Palestina», recoge el documento.

En consecuencia, la embajada de Estados Unidos ante el Estado de Israel permanecerá en Jerusalén y, tras la firma del Acuerdo de paz israelo-palestino, la embajada estadounidense en el Estado de Palestina estará en Al Quds (nombre en árabe de Jerusalén), que se ubicaría en la sección de Jerusalén Oriental, territorio que incluye a Abu Dis. Además, se alienta a otras naciones a reubicar sus embajadas en dichas localidades.

«Este es el punto más polémico e irrenunciable para los palestinos (…). No voy a grabar (mi nombre) en mi historia y en la de mi Patria como el que vendió Jerusalén, porque Jerusalén no es mía, sino de todos», expresó el líder de la Autoridad Nacional Palestina (anp), Mahmud Abbas, en una sesión extraordinaria de la Liga Árabe, celebrada el pasado 1ro. de febrero para estudiar el plan de paz.

Este aspecto contraviene el Derecho Internacional y numerosas resoluciones sobre el tema de Naciones Unidas, entre ellas la Resolución 478 del Consejo de Seguridad de la onu de 1980, que censuró en los términos más enérgicos y declaró la nulidad de la Ley de Jerusalén de 1980 –por la cual Israel se anexó a Jerusalén como su capital «eterna e indivisible» tras la Guerra de los Seis Días– e instó a los Estados miembros de las Naciones Unidas a trasladar sus embajadas a Tel Aviv en señal de protesta.

No obstante, obedece a las maniobras de Donald Trump que desde diciembre de 2017 había anunciado la controvertida decisión de reconocer a Jerusalén como capital de Israel y comenzar el proceso de traslado de la embajada estadounidense a esa ciudad.

Hasta el momento, los Gobiernos de Guatemala y Honduras fueron los únicos países de América Latina que respaldaron la decisión de Washington y trasladaron a la Ciudad Santa su embajada y su oficina comercial, respectivamente.

Otros puntos polémicos del Acuerdo del Siglo resultan que permite a Israel anexarse parte de Cisjordania, mientras que a los palestinos se les prometen varios territorios en el desierto de Néguev. Además, el Estado árabe tendrá acceso a los puertos israelíes de Ashdod y Haifa.

Cisjordania y Gaza estarían unidas a través de un túnel que las conectaría y que atravesaría Israel. Los asentamientos israelíes existentes en Cisjordania (considerados ilegales por la legislación internacional) serían incorporados al Estado de Israel, que se comprometería a no construir nuevos asentamientos, expandir los existentes o aprobar planes para construcción en las zonas que serán parte del Estado palestino. A cambio, se crearían dos áreas de tamaños comparables al de la Franja de Gaza al sur de este enclave: una de ellas será una zona industrial avanzada y la otra, un área agrícola y residencial.

Palestina tendrá la oportunidad de contar con un Estado independiente en un plazo de cuatro años, siempre y cuando desarmen a grupos como Hamás y la Yihad Islámica.

«Una solución realista les daría a los palestinos todo el poder para gobernarse a sí mismos, pero no los poderes para amenazar a Israel. Esto implica necesariamente limitaciones de ciertos poderes soberanos en las áreas palestinas», esboza el plan. Así, Israel controlará el espacio aéreo sobre el Estado árabe y las aguas territoriales de Palestina frente a la Franja de Gaza. Dos cruces en la frontera con Jordania, que serán incluidos en la red de carreteras palestinas, también estarán bajo control de Israel, señala RT.

En cuanto a los refugiados palestinos, el Acuerdo del Siglo establece tres opciones: absorción para aquellos registrados en la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos en el futuro Estado palestino; integración en sus países actuales de acogida; o su reasentamiento en los países miembros de la Organización de Cooperación Islámica, que los acepten. «No habrá derecho de retorno ni de absorción de ningún refugiado palestino en el Estado de Israel», recoge el pacto.

Por la venta de su soberanía, EE UU «premiará» a Palestina con una inversión de 50 000 millones de dólares por parte de la comunidad internacional a lo largo de diez años, para su desarrollo económico.

En resumen, Israel es el único ganador con este Acuerdo del Siglo, como principal aliado de Washington en la región de Oriente Medio. Todo ha quedado en la «familia imperial», los puntos del pacto cumplen los anhelos de Tel Aviv, pero son exactamente lo contrario a las históricas demandas del pueblo palestino y la posición de la inmensa mayoría de la comunidad internacional respecto al conflicto.

«Despojados de sus tierras, expulsados de su propia patria, dispersados por el mundo, perseguidos y asesinados, los heroicos palestinos constituyen un ejemplo impresionante de abnegación y patriotismo, y son el símbolo vivo del crimen más grande de nuestra época», expresó el líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, en la sesión inaugural de la vi Conferencia de la Cumbre del Movimiento de Países No alineados, el 3 de septiembre de 1979.

¿Cómo podría Palestina aceptar un acuerdo semejante que vulnera su lucha histórica, el sacrificio de su pueblo y cercena su soberanía? Lo más peligroso tal vez resulte que, a diferencia de acuerdos anteriores, este no busca la aprobación del Estado árabe antes de la implementación. El mundo deberá estar alerta ante este escenario e incrementar la solidaridad con la causa palestina.

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