David Brooks
El coronavirus ha sido detectado en 36 estados y en la capital de Estados Unidos, el número de contagiados ahora ha alcanzado más de 600 casos, con entre 19 a 26 muertos (hasta el lunes 9 de marzo) y la Bolsa de Valores experimentó su peor desplome desde 2008 (cayó más de 2 mil puntos); todo mientras el presidente Trump sigue insistiendo en que todo está “bajo control”, tanto el virus como la economía.
El lunes Trump lo repitió, y afirmó: “lo vamos a manejar, y lo hemos estado manejando muy bien”, mientras que informó que estaría discutiendo con el Congreso medidas para apoyar la economía.
Desde que estalló el brote de coronavirus en este país hace unas semanas, Trump ha insistido en que no es nada peor que la influenza (algo desmentido por epidemiólogos), y que su gobierno ha reaccionado mejor que nadie y constantemente ha desinformado a la población al contradecir a los expertos en salud pública sobre las dimensiones, pronósticos y manejo de esta crisis de salud pública.
Al inicio de esta crisis, Trump declaró que había 15 casos y que ese número en los siguientes días sería cerca de cero (eso fue el 26 de febrero), y repitió que “lo tenemos todo muy bien bajo control… verdaderamente hemos hecho una muy buena labor”. Días más tarde informó que pronto habría una vacuna a pesar de que sus propias funcionarios médicos tuvieron que reiterar que eso tardará más de un año; poco después en una visita al Centro de Control de Enfermedades (CDC) insistió en que todos aquellos que necesitaban un examen podrían tenerlo -una mentira- y ahí mismo se autoelogió al comentar que los expertos en el CDC se habían quedado asombrados por su capacidad de comprender estos temas.
A la vez, durante los últimos días se han revelado decisiones de Trump para minimizar las dimensiones potenciales de esta crisis y hasta de no reportar el número de personas examinadas aparentemente para evitar dar datos sobre la magnitud del problema: algunos expertos calculan que unos 35 mil estadunidenses morirán por el coronavirus este año y otros calculan que entre 20 a 60 por ciento de los adultos serán eventualmente contagiados (aunque no todos tendrán síntomas).
Más aún, algunos del régimen de Trump han acusado a los medios y los demócratas de exagerar la severidad del coronavirus para tratar de hundir políticamente al presidente.
De hecho, el presidente insultó al gobernador de Washington –el estado con más contagiados–, Jay Inslee de ser una “víbora” por atreverse a criticar la respuesta del gobierno federal y respondió a críticas del gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, aludiendo a El Padrino para atacarlo y a su hermano, un conductor de CNN.
Mientras Trump manejó la crisis aparentemente con la prioridad de favorecer su campaña electoral (visitó el CDC con una gorra con su lema de campaña), el país está padeciendo no sólo de la propagación del virus, sino las consecuencias de un sistema de salud que ha sido debilitado por recortes en presupuesto de agencias federales claves y una campaña para minar la capacidad, y la credibilidad científica, como una lenta y torpe repuesta inicial, ni hablar de las carencias para atender a víctimas, sobre todo aquellos que no tienen seguros de salud (por lo menos 26 millones) por falta de planes de contingencia.
Cada día se anuncia del cierre de distritos escolares y universidades, como de miles de personas en cuarentena preventiva desde la ciudad de Nueva York al estado de Washington, incluyendo algunos funcionarios y militares.
Por lo menos cinco legisladores federales han declarado que han tenido contacto con un contagiado y cuatro de ellos informaron que están en cuarentena voluntaria. Dos de ellos, los diputados Doug Collins y Matt Gaetz, tuvieron contacto personal con el presidente Trump a fines de la semana pasada después de estar expuestos a una persona contagiada en una conferencia de políticos conservadores. Se ha discutido la posibilidad de que el Congreso entre en receso si se reportan más casos.
La crisis se multiplicará, pero algunos expertos, médicos y comentaristas advierten que lo peor en estas coyunturas es la falta o la distorsión de información, y acusan que Trump es tal vez la peor amenaza en esta crisis.
La portada del The New Yorker, que muestra la cara de Trump con un tapabocas sobre sus ojos y cuyo título es “Bajo Control” es el mejor resumen.
El gobernador de Florida, Ron DeSantis, firmó una declaración de estado de emergencia que le brindará acceso a fondos federales para enfrentar el avance del COVID-19, que ha provocado dos decesos y 18 contagios en ese estado.
(Con información de La Jornada)