Estados Unidos ha apoyado a los revoltosos, infiltrados en una manifestación que tuvo lugar en Beirut, tras la explosión que devastó parte de la capital libanesa.
Miles de manifestantes salieron el sábado a las calles de Beirut para pedir explicaciones al Gobierno por la potente explosión que dejó el martes en ruinas el puerto de Beirut con un saldo de 158 muertos y 6000 heridos.
La protesta, sin embargo, se tornó violenta luego de que un grupo de supuestos manifestantes asaltó varios edificios gubernamentales y tomó varios ministerios. Personas furiosas arrojaron piedras y cócteles molotov a la policía que, a su vez, tuvo que lanzar gases lacrimógenos para detener la violencia que dejó un agente de policía muerto y decenas de manifestantes heridos.
Ante esa situación y, en una clara injerencia en los asuntos internos de El Líbano, la embajada de Estados Unidos en Beirut ha dicho en un tuit que el pueblo libanés “merecía líderes que le escucharan y cambiaran de rumbo para responder a las demandas populares de transparencia y rendición de cuentas”.
El presidente libanés repudia la injerencia de EE.UU. en los asuntos de su país y rechaza los comentarios anti-Hezbolá de la embajadora estadounidense en Beirut.
La sede diplomática estadounidense ha instado también al Ejecutivo libanés a realizar reformas políticas, al tiempo que ha pedido a los funcionarios del país árabe que dimitieran, según ha informado la agencia británica de noticias Reuters.
Aunque se desconoce por ahora la causa exacta de la catástrofe de Beirut, investigaciones preliminares apuntan como el origen de la enorme explosión a las 2,750 toneladas de nitrato de amonio almacenadas en el puerto. El presidente de El Líbano, Michel Aoun, no ha descartado, a su vez, la posibilidad del impacto de un cohete o bomba como origen de la deflagración.
Sea cual sea la causa del siniestro, esta catástrofe ha agravado ya la crisis económica que sufre desde hace meses el país árabe. Ante esta situación se han intensificado las llamadas internacionales a EE.UU. para que levante las sanciones contra el pueblo libanés, una petición ignorada y rechazada como siempre por la Casa Blanca.