Destruir la vacuna rusa: un pequeño negocio de la gran política

La creación de la vacuna rusa contra el Covid-19 se ha convertido en algo más que en un mero reto científico para las farmacéuticas que están en plena carrera por lograr desarrollar las suyas. Ahora, el desafío que supone la producción y suministro de la vacuna rusa pasó al plano político y económico.

Aparte de los obvios beneficios para la humanidad que trae este fármaco, también podría ser una fuente de ingresos de escala astronómica, destaca la columnista de Sputnik, Irina Alksnis. Así, la vacuna Sputnik V ya está ocupando un lugar en el mercado internacional: la India ya solicitó 100 millones de dosis, y México otras 32 millones.

Así que Rusia se ha enfrentado a numerosos intentos de desacreditar los resultados del trabajo de los científicos rusos: en la gran política hay dinero en juego, destaca la columnista. Un ejemplo de ello ha sido la publicación de los resultados de las pruebas de Sputnik V en The Lancet, una de las revistas médicas más antiguas e influyentes del mundo.

Este artículo no tardó en ser ampliamente criticado. Una carta abierta en la que el profesor de biología de la Universidad de Temple (EEUU), Enrico Bucci, manifestó su preocupación acerca de los «posibles errores cometidos por los investigadores rusos», ganó popularidad al ser difundida por los medios de todo el mundo. Y a Bucci le apoyaron más de dos decenas de científicos occidentales.

La revista The Lancet propuso a los investigadores rusos que respondieran a una serie de preguntas, y eso fue lo que hicieron. Así, el centro Gamaleya le proporcionó a la revista el protocolo clínico completo sobre el estudio de su vacuna. Además, el director del Fondo Ruso de Inversiones Directas, Kiril Dmítriev, publicó un trabajo con comentarios detallados en relación a las críticas contra la vacuna rusa para aclarar las dudas sobre la investigación llevada a cabo en el país euroasiático.

Al mismo tiempo, el problema radica no solo en cuestiones puramente científicas, recalca Alksnis.

El autor de la polémica carta es una personalidad de renombre. En un artículo de la BBC fue definido como «un famoso luchador contra la pseudociencia». Pero sería más correcto llamarlo «un empresario de la ciencia», opina Alksnis. En 2016, Bucci fundó Resis Srl, una empresa especializada en la verificación y la validación de artículos científicos, recuerda.

Es un tema que está de moda en la ciencia moderna. En muchas ocasiones los investigadores quedan en evidencia al cometer errores —algunos graves— en los estudios que publican. No se trata necesariamente de casos de abuso o estafas, sino de errores inocentes que aun así, al ponerlos en evidencia, afectan a la reputación de los científicos y, en algunos casos, de instituciones enteras.

Precisamente para evitar problemas semejantes, antes de publicar sus trabajos en muchos casos los autores y centros de investigaciones acuden a compañías especializadas en los temas respectivos para llevar a cabo una auditoría independiente. En particular, la compañía de Bussi fue contratada con este mismo fin por el Instituto Fritz Lipmann de Alemania. Esta institución protagonizó recientemente un gran escándalo a raíz de unos graves errores cometidos en los trabajos publicados. De hecho, esta historia fue cubierta en detalle por la revista Nature.

Pero el truco es que dicho negocio impone ciertas restricciones éticas de las cuales Bucci es totalmente consciente. En diciembre de 2019, en la misma revista se publicó un artículo dedicado a la pureza y a la integridad del trabajo científico. Bucci fue uno de los coautores de aquella publicación, en la que se señaló que tenía un conflicto de intereses. En términos sencillos, cuando el propietario de una empresa comercial habla públicamente sobre sus actividades, esto de hecho se convierte en un anuncio de su compañía, opina Alksnis.

Pero a la hora de poner en evidencia la vacuna rusa, estos procedimientos fueron completamente ignorados. Fue utilizada una carta abierta —que también sirvió de publicidad para el propio Bucci— para asestar otro golpe al desarrollo ruso y, así, socavar o por lo menos debilitar su liderazgo, comenta la columnista.

El profesor logró hacerse tal publicidad que hubiera sido difícil imaginarla en otras condiciones, señala Alksnis. Práctica a la que se refiere como «aprovechar la popularidad del momento».

Alksnis cree que dicha estrategia garantizará a Bucci nuevos y muy atractivos contratos comerciales. Captar esa popularidad en las aguas turbulentas de la gran política puede ser «muy rentable», sugiere la columnista rusa. Aunque añade que esto no tiene nada que ver ni con la ciencia en general y la medicina en particular ni con salvar cientos de miles de vidas en todo el mundo.

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