Por: Eduardo Márceles Daconte*
Sara G. Jaramillo es una escultora experimentalista que ha encontrado en el acero inoxidable el material ideal para construir sus obras. Esta investigación se remonta a sus primeras incursiones en la orfebrería, fascinada con la manipulación de los metales para transformarlos a través del calor.
Tal actividad le permitía penetrar en los misterios de las prácticas artesanales de cortar, pulir, bruñir y grabar la lámina metálica con las imágenes sugeridas por la iconografía de culturas prehispánicas. Su admiración por esos animales mitológicos de las comunidades indígenas americanas, a la vista en su exposición de la Casa Museo Enrique Grau, derivó hacia un interés por la geometría visible en sus tejidos, cerámica y utensilios domésticos.
Esos esbozos durante su etapa de aprendizaje en las artes del fuego en Venezuela fueron el prólogo a sus iniciales ensayos escultóricos. Desde entonces decidió que su destino artístico estaría ligado de manera indisoluble a la escultura. Aunque se podría argumentar que sus actuales obras poseen elementos del cinetismo por sus vibraciones de luz, en realidad se ubican dentro del arte óptico en composiciones geométricas de módulos repetitivos cuyas ondas luminosas oscilan en diferentes direcciones sobre una superficie plana. Las aberturas a la vez dan la sensación de un movimiento rítmico donde la luz y las sombras crean destellos luminosos que imprimen la versatilidad visual que caracteriza sus construcciones.
Esta artista colombo-venezolana utiliza láminas de acero inoxidable superpuestas a fin de crear un volumen espacial que se transforma en relieve bidimensional de carácter mural. El acero con bajo contenido de carbono les imprime una mayor resistencia a la corrosión y las hace más consistentes y perennes; además, el calibre de las láminas garantiza un nivel de maleabilidad que les permite ser intervenidas manualmente para obtener el carácter formal que la artista quiere imprimirles. Si bien son piezas estáticas, el observador que se desplaza a su alrededor es quien percibe las diferentes sensaciones de luz y sombra, a veces matizadas de sutiles colores, que proyecta la obra.
En época más reciente, Sara G. Jaramillo ha explorado las posibilidades estéticas del cuadrado, las sensaciones ópticas a través del ordenamiento de sus líneas y ángulos, su transformación y morfología, así como sus rotaciones, convexidades y concavidades. A partir del cuadrado desarrolla rombos con giros de 45 grados para lograr la sensación de volúmenes piramidales y giros rítmicos en camino a convertir sus esculturas en formato tridimensional, separadas del muro, experimentando también con los espacios temporales de sus figuras geométricas.
Fuente: El Espectador