El fin del exdictador Somoza en Paraguay

Así quedó el Mercedes Benz de Anastasio Somoza Debayle (inserto) en Paraguay.

Sputnik

El dictador nicaragüense se exilió en Paraguay en 1979 luego de ser derrocado por la Revolución Sandinista. Vivió una vida de lujos y negocios en la capital paraguaya, hasta que fue interceptado por un grupo guerrillero argentino que lo ejecutó en un cinematográfico operativo.

Anastasio Somoza Debayle se había imaginado que su asilo en Paraguay le daría la tranquilidad que ya no tenía en Nicaragua, país que había gobernado de forma dictatorial entre 1967 y 1972 y entre 1974 y 1979. Fue el último representante de una dinastía que controlaba todos los poderes del país desde 1934 y que solo encontró su fin tras la Revolución Sandinista de 1979.

El exilio en Asunción fue la mejor opción que Somoza consiguió luego de tener que huir de Nicaragua y tras frustradas gestiones para obtener resguardo —él, su amante Dinorah Sampson y una comitiva de ayudantes y sirvientes— en Estados Unidos, Bahamas y Guatemala. La dictadura de Alfredo Stroessner, vigente desde 1954, accedió a darle asilo en Asunción.

El exdictador nicaragüense llegó a la capital paraguaya el 17 de agosto de 1979 en un vuelo especial de Líneas Aéreas Paraguayas que arribó directo desde Ciudad de Guatemala. Además de su amante, Somoza llevó consigo a sus dos hijos, su medio hermano José Somoza y varios militares de alto rango que integraban su círculo de confianza.

Somoza se instaló en una lujosa mansión ubicada en las calles Mariscal López y Motta, en el distinguido barrio asunceño de Manorá. Desde su llegada, el exdictador se dedicó a adquirir múltiples propiedades y emprender negocios. Solía desplazarse en un coche Mercedes Benz blanco, siempre conducido por su chofer de confianza, César Gallardo, también nicaragüense.

Rodeado de colaboradores y con la protección del Gobierno de Stroessner, la vida de Somoza en Paraguay transcurrió con relativa tranquilidad en los meses finales de 1979. Sin embargo, su presencia en Asunción había sido pública y su figura aún era un objetivo para grupos guerrilleros que reivindicaban el Gobierno revolucionario que ya se había iniciado en Nicaragua.

En efecto, Somoza había comenzado a recibir algunas amenazas de grupos que se identificaban como sandinistas algunas semanas antes de su muerte, según contaron allegados al exdictador luego de la ejecución. Aun así, el nicaragüense seguía moviéndose libremente por la ciudad en el coche que siempre conducía César Gallardo.

El 17 de septiembre de 1980, trece meses después de su llegada a Asunción, las amenazas se hicieron reales en un operativo de ribetes cinematográficos. Somoza había salido de su casa a las 10 de la mañana junto a Gallardo y Joseph Beittiner, un asesor económico del exdictador que había llegado desde Estados Unidos, presuntamente, para ayudarlo a concretar un nuevo negocio.

El Mercedes Benz blanco con ellos tres dentro tomó la Avenida España, en ese entonces aún denominada Francisco Franco por el dictador español. Sobre las 10:10 pasaron frente a un vendedor de diarios que se había instalado en el lugar recientemente. Nada llamó la atención de Somoza, que no sabía que el vendedor era en realidad un integrante del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), un comando guerrillero de origen argentino que había bautizado el plan para matar a Somoza como la Operación Reptil.

Poco después de pasar el kiosko de diarios, el coche de Somoza fue interceptado por un grupo de seis o siete jóvenes con fusiles de asalto M-16. Abrieron fuego sobre el vehículo y remataron su operación con dos disparos de lanzacohetes de origen soviético RPG-7. El lujoso Mercedes Benz quedó destrozado y los tres cuerpos carbonizados en su interior.

De hecho, la Policía debió identificar a Somoza por sus pies y las pocas pertenencias que quedaron sanas dentro del vehículo.

El crimen se convirtió en un escándalo nacional en un Paraguay gobernado dictatorialmente por Stroessner, que se enorgullecía de mantener el país al margen de este tipo de acciones. Apenas conocido el crimen, la Policía paraguaya ofreció una recompensa de 1 millón de guaraníes de la época a quienes pudieran aportar pistas sobre los perpetradores.

En un principio solo se supo que los atacantes eran argentinos, dado que su acento fue identificado por un arquitecto de ese mismo país al que le habían robado una camioneta para escapar. Los medios de la época también consignaron que los disparos de lanzacohetes salieron desde dentro de una casa que había sido alquilada algunos días antes, también por supuestos «argentinos». Por esa razón, Stroessner ordenó cerrar la frontera con Argentina, buscando evitar la salida de los sospechosos.

Finalmente se supo que la acción había sido adoptada por el Ejército Revolucionario del Pueblo, fundado en 1970 como brazo armado del Partido Revolucionario de los Trabajadores por, entre otros, Mario Roberto Santucho y Enrique Gorriarán Merlo. Entre los objetivos del grupo estaba iniciar una guerra revolucionaria prolongada y establecer un «territorio liberado» en la provincia de Tucumán.

Gorriarán, alias El Pelado, es sindicado como el principal autor de la ejecución de Somoza. De hecho, fue él quien efectuó los más de 30 disparos con fusil M-16 debido a que su compañero Hugo Irurzún se demoró con el disparo de lanzacohetes.

Durante una entrevista con el canal argentino Telefé en 1995, Gorriarán contó que la idea de matar a Somoza partió desde el ERP y no desde el Frente Sandinista de Liberación Nacional, aunque la acción fue comunicada con antelación a Nicaragua. Tras varios meses de preparación paramilitar en Colombia, los argentinos llegaron a Asunción para preparar el ataque.

Fue así que lograron identificar la casa de Somoza, comprar el kiosko de diarios y alquilar la casa desde la que dispararon el lanzacohetes. Luego del asesinato todos lograron escapar excepto Irurzún, detenido y asesinado por la Policía de Paraguay.

Gorriarán fue detenido en 1995 en México y extraditado a Argentina por haber sido uno de los líderes del copamiento a la base militar de La Tablada, en la provincia de Buenos Aires, en 1989. Estuvo detenido hasta que un indulto presidencial de Eduardo Duhalde le devolvió la libertad en 2003. Tras escribir sus memorias y anunciar que buscaría participar en política, murió víctima de un infarto en 2006.

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