Carlos Aznares
En una actitud abiertamente complaciente hacia la política exterior estadounidense, el gobierno argentino, a través de su representante oficial, votó en contra de la República Bolivariana de Venezuela en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Repitiendo un comportamiento errático que tiene antecedentes muy cercanos, el Ministerio de Relaciones Exteriores que preside el ministro Felipe Solá, bajo las estrictas instrucciones del presidente Alberto Fernández, coincidió y apoyó plenamente un informe falaz, engañoso e inmiscuido elaborado por Michelle Bachelet.
La pregunta que deben hacerse los argentinos es: ¿qué apoya con su voto el gobierno del Frente de Todos? Es muy fácil darse cuenta de esto, leyendo la serie de barbaridades expresadas por Bachelet en un texto cargado de odio contra un país que es asolado por el imperio todos los días del año. Habla de “batallones de exterminio”, “tortura”, “asesinatos”, “detenciones arbitrarias”, “violaciones”, y lo mezcla con la crisis que vive la población a raíz del sabotaje de la oposición de derecha. y fascistas, o como consecuencia del bloqueo permanente, y así se pavonea dando opiniones críticas sobre “cortes de energía”, “escasez de combustible” y “falta de agua para el 90% de la población”.
Bachelet, como ese títere de Luis Almagro, juega un juego disciplinado por el lado de la barra y las estrellas. Ahora, con ese voto dado a espaldas de lo que puedan pensar millones de argentinos, el gobierno de Fernández-Fernández ha cruzado una línea. Votar como Bolsonaro y Piñera debería al menos hacer reflexionar sobre lo que está sucediendo.
Por un lado, cabe aclarar que Bachelet redactó este documento sin haber puesto un pie en Venezuela, y que responde a una elaboración realizada desde Panamá por una entidad designada por el funcionario chileno denominada Misión Investigadora, con base en información recabada a través de redes sociales y páginas de internet, lo que socava toda credibilidad de sus resultados.
De hecho, actuó como un consultor privado que además de escuchar las infamias vertidas por la oposición al chavismo, recogió tantos datos falsos que los propios funcionarios de carrera de la ONU tuvieron que advertirles que deben ser corregidos.
El texto final es un verdadero “copiar y pegar”, no precisamente sobre la situación venezolana en materia de Derechos Humanos, pero se puede aplicar perfectamente a lo que pasa a diario en Colombia, Perú, Paraguay, Brasil o incluso Chile, donde Bachelet gobernó con mano de hierro e implementó contra el pueblo mapuche muchos de los hostigamientos que ahora imputa al país caribeño. Las sanciones y reprimendas de la OEA y la ONU nunca caerán sobre todos aquellos países con gobiernos de derecha. Son buenos vasallos del señor del norte.
De ahí que sea indignante la ligereza y el severo desvío ideológico en que ha caído el gobierno argentino, que en su propio nombre ha embarcado al país en posiciones erróneas y peligrosas. Es necesario decir “Gobierno” porque ya no es válido decir “Relaciones Exteriores” cuando es bien sabido que ningún Canciller puede salirse con la suya en asuntos tan delicados. Y si lo hace, entrando en contradicción con el discurso oficial, lo más lógico es que ese funcionario sea destituido.
Hay que decir “Gobierno”, porque es el propio presidente Fernández quien, como se informó en el comunicado oficial desde el Palacio San Martín, dio las instrucciones de apoyar “con fuerza el trabajo que realiza la Alta Comisionada de Naciones Unidas, Michelle Bachelet”.
Fue aún más lejos, advirtiendo al gobierno bolivariano que debe implementar las recomendaciones de ese informe, llevando ante la justicia a los presuntos violadores de derechos humanos. Si esto no es interferencia, ¿cómo debería llamarse?
Desafortunadamente, uno no puede permanecer en silencio ante tales afirmaciones. No representan el pensamiento y la actitud solidaria que muchos argentinos (muchos de los cuales habrán votado por AF) sienten hacia Venezuela y su legítimo presidente Nicolás Maduro.
Una actitud que nace del entendimiento de que la Gran Patria es una y que en ese marco, la Revolución Bolivariana acompañó a la Argentina en circunstancias muy duras, cuando el país también sufría las maniobras desestabilizadoras de la oligarquía y el imperialismo.
Por eso, este voto indebido significa una nueva concesión ante el Imperio, de la misma forma que lo hizo ante el FMI en lo que respecta a la deuda externa o al sionismo, presentándole resoluciones como las que lleva a cabo la Cancillería con respecto a la definición de antisemitismo.
Alicia Castro renuncia a ser Embajadora en Rusia por postura argentina contra Venezuela
«Hoy quiero presentar mi renuncia como embajadora, porque no estoy de acuerdo con la actual política de Relaciones Exteriores», escribió la dirigente en su carta de renuncia.
Alicia Castro renunció a su postulación como embajadora argentina en Rusia. La decisión de la ex diputada con larga carrera diplomática le fue comunicada en las últimas horas al gobierno nacional con una misiva en la que se expresó en desacuerdo con la política de Relaciones Exteriores, luego de que el Palacio San Martín condenara a Venezuela ante el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas (ONU).
«Hoy quiero presentar mi renuncia como embajadora, porque no estoy de acuerdo con la actual política de Relaciones Exteriores», dice la extensa carta enviada por Castro, quien había sido designada como futura embajadora en Rusia y cuyo pliego aún no había sido tratado en el Senado, debido a la pandemia. También habían surgido algunas diferencias con la Cancillería por un supuesto pedido de remodelaciones en la residencia oficial en Moscú.
Según Castro, la posición de la Argentina de acompañar la denuncia por violaciones a los derechos humanos en Venezuela “constituye un dramático giro en nuestra política exterior y no difiere en absoluto de lo que hubiera votado el gobierno de (Mauricio) Macri”.
Explicó que “el Grupo de Lima fue creado durante la restauración neoliberal por un grupo de gobiernos de extrema derecha, alentados y financiados por los Estados Unidos con dos objetivos explícitos: promover un ‘cambio de régimen’ en Venezuela” y “desarticular el bloque regional”.
Por este motivo, y en caso de ser designada como embajadora, “no podría seguir instrucciones de Cancillería que no comparto y que considero reñidas con el interés de la Nación”. “Mi posición y mi ideal de construcción de la Patria Grande es hoy, como fue durante los dos gobiernos Kirchner, y seguirá siendo, firme e inclaudicable. Siempre”, puntualizó.
Durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, Alicia Castro fue embajadora ante Venezuela y luego en el Reino Unido. En su estadía en Caracas creó fuertes lazos con el entonces presidente Hugo Chávez.
Y tras conocerse la condena argentina ante la ONU, salió a criticar al canciller Felipe Solá. Calificó el “lamentable giro de nuestra política exterior” y lo cuestionó por votar en línea con los gobiernos de Jair Bolsonaro (Brasil), Sebastián Piñera (Chile), Iván Duque (Colombia) y Martín Vizcarra (Perú).
No es la primera vez que Castro criticó a Solá. Ya lo había hecho en julio pasado y a través de Twitter, cuando el titular del Palacio San Martín calificó de “autoritario” al gobierno de Maduro.
También había cuestionado al secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz, cuando publicó una columna sobre el plan América Crece, de Washington, en la que consideró que “Estados Unidos se posiciona una vez más como un socio proactivo para el desarrollo de América Latina”.
Tomado de Internationalist 360° y Página 12