* “Que el pueblo por primera vez entienda que no es desde arriba, sino desde las raíces mismas de su propia convicción de donde debe nacer la Carta Fundamental que le dará su existencia como pueblo digno, independiente y soberano.” Salvador Allende.
Pablo Salvador Sepúlveda Allende
Primero que nada, quisiera agradecer enormemente a la lista de Movimientos Sociales del Distrito 10 por darme la oportunidad de acompañarles como candidato a constituyente en esta batalla electoral, donde pretendemos darlo todo, para transfórmalo todo.
Mi nombre es Pablo Salvador Sepúlveda Allende, soy un chileno hijos de exiliados que fueron exiliados tras el golpe de Estado. Nací y me crie en México, hermosa y generosa tierra que nos acogió a tanta gente perseguida. Realicé la educación media en Chile y luego estudié medicina en la Escuela Latinoamericana de Medicina, en Cuba, después cursé los tres años de la especialidad de psiquiatría (sin llegar a graduarme) en la Universidad Central de Venezuela, en Caracas.
En Chile he trabajado siempre en el servicio público de salud, primero en Coquimbo y ahora en Santiago como médico general de Salud Mental en el COSAM de Recoleta.
He estado en las calles acompañando como uno más las manifestaciones sociales, pero principalmente he estado ahí como médico brigadista de salud, ayudando y procurando sanar las heridas de nuestro pueblo producto del terrorismo de Estado y la sistemática violación de los Derechos Humanos que intencionadamente desató este corrupto gobierno con la finalidad amedrentarnos para desmovilizarnos, y así mantenerse en el poder y seguir saqueando con el actual sistema neoliberal.
Mi vida siempre ha estado marcada por la figura y el legado de Salvador Allende, quien fuera padre de mi madre, Carmen Paz Allende. Llevar el apellido y la sangre de mi abuelo Salvador Allende no puede más que hacerme sentir un gran orgullo, pero por sobre todo un gran compromiso por defender su legado, tan vigente hoy.
Creo que el alzamiento popular que comenzó el 18 de octubre del 2019 fue el “más temprano que tarde” que anunciara Allende en sus últimas palabras, donde dijo que solo el pueblo alzado y movilizado abrirá las Grandes Alamedas para construir una sociedad mejor.
Desde aquel octubre las palabras dignidad y justicia han sido centrales en el debate político y social: “que la dignidad se haga costumbre” ha sido una de las grandes consignas de la revuelta. Allende llamó “el día de la Dignidad Nacional” al día en que se firmó la Nacionalización del Cobre.
Su legado tiene más vigencia que nunca hoy, proponiendo con el control soberano de este bien natural, un cambio profundo del sistema económico. La dignidad solo será posible y real cuando se creen las condiciones materiales que la aseguren, es decir, cuando haya una distribución justa, equitativa y sustentable de las generosas riquezas que entrega nuestra tierra, así como también la inmensa riqueza generada por las y los trabajadores de este país.
El tiempo de grandes cambios ha comenzado, este año y esta década que comienzan serán definitorias para el porvenir de los pueblos. El desastre neoliberal nos lleva al trance histórico de tener que luchar por transformar estructuralmente este sistema económico injusto e insostenible. Estamos todas y todos llamados ensanchar esta estrecha, limitada y tutelada democracia. El llamado es devolverle al pueblo la soberanía que le fue arrebatada a sangre y fuego por la élite corrupta que ya conocemos.
Este Proceso Constituyente ha de ser acompañado por la organización y movilización social que le dio vida con el estallido social, este proceso debe dejar sentadas las bases constitucionales para la democratización plena de toda la sociedad.
Una verdadera democracia, participativa, directa y vinculante, donde las decisiones fundamentales para el devenir del país, deban ser consultadas con la ciudadanía en masa, para que nunca más unos pocos en cuatro paredes y de espaldas al pueblo sigan decidiendo el destino de las grandes mayorías.