Martí y Sandino, símbolos de la unidad de dos pueblos hermanos

Juan Carlos Hernández Padrón*

* En mayo confluyen días en que corazón y razón se juntan, para convertir en necesidad el deseo de mirar atrás y reencontrarnos con un pasado sin el cual nada somos ni seremos.

Un 19 de mayo, pero de 1895, hace exactamente 126 años, cae en combate el Héroe Nacional de Cuba, el Apóstol de nuestra independencia. Al morir José Martí, nuestra América queda desprotegida de su adelantada visión antiimperialista.

Sin embargo, como por azar o quizás porque este continente necesitaba de la protección de sus más valiosos hijos, un día antes de su muerte, nace en Niquinohomo, Augusto C. Sandino, el Héroe Nacional de Nicaragua.

Desde entonces, mayo une a nuestras dos naciones de una manera especial. Nuestras historias se entrelazan, como para dejar sellada con estas dos figuras insignes, la entrañable hermandad entre nuestros pueblos.

Martí y Sandino, apenas convergieron en el tiempo, pero se unieron en una misma idea que los inmortalizó. La epopeya de ambos próceres latinoamericanos estuvo unida por una mística común: entregaron la vida por la libertad de sus pueblos.

Los acontecimientos de mayo de 1895 le dieron un significado especial a aquel año, en que se apagaba un fuego y se encendía una antorcha, no obstante, ambas luces iluminaron el continente.

Moría en Dos Ríos, el revolucionario, el pensador de avanzada, el antiimperialista José Martí, quien demostraba en los campos insurrectos el legado patriótico tomado de José de la Luz y Caballero.

Mientras asomaba al mundo, Augusto César Sandino, llevaría a la práctica, enriquecido con nuevos aportes a la lucha de liberación, el pensamiento independentista de esos y otros luchadores, como Simón Bolívar y Francisco de Miranda.

Coincidencias históricas atan la vida de esos dos combatientes: la búsqueda de un camino para enfrentar la explotación y la mezcla de sentimientos amorosos y patrióticos, en los que pesaban más los últimos. Aunque el aporte principal de estos heroicos hombres fue aglutinar a sus fuerzas en la lucha contra la explotación.

Martí creó las bases, estatutos y reglamento del Partido Revolucionario Cubano (PRC), en el siglo XIX, en tanto Sandino lideró un colectivo guerrillero heroico que servía de instrumento político a su ejército para conducir la lucha armada en el siglo XX.

Fue la labor política de Sandino y de aquel colectivo los que inspiraron a los jóvenes revolucionarios en los años 70, a crear el destacamento Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), cuyos militantes, bajo la bandera roja y negra condujeron la lucha antiimperialista hasta la victoria final en 1979.

Otra coincidencia entre esos héroes es que ambos se percataron a tiempo del enemigo de Nuestra América. Martí advirtió el peligro de esa fuerza terrible que se erigía sobre el continente, los Estados Unidos de América.

Un día antes de su muerte en combate, en el Campamento de Dos Ríos, Martí escribía a su amigo Manuel Mercado, una carta testamento. En aquella correspondencia con una extraordinaria visión, Martí señalaba: “…ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber —puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo— de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso”.

Por su parte, a Sandino le tocó enfrentar a las fuerzas imperiales, hasta que con ingeniosas tácticas guerrilleras, logró expulsar a las tropas invasoras norteamericanas de Nicaragua. Entonces, la lucha de Sandino se convirtió en referente para mantener en alto la defensa de la soberanía nacional y la lucha contra el intervencionismo imperialista. Él sentenció con certeza que “La soberanía no se discute, se defiende con las armas en la mano”.

De esta manera, el ejemplo del legado martiano y sandinista ha llegado hasta nuestros días. Sus enseñanzas nos recuerdan que las luchas de resistencia antiimperialistas deben tener un ideario muy bien cimentado.

En este 126 aniversario del nacimiento del General de Hombres Libres y de la caída en combate del más universal de todos los cubanos, hacemos suyas sus palabras de que “La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien, la obra de la vida”.

A Martí y a Sandino hay que estudiarlos, y mucho, pero, por sobre todas las cosas, tenemos que pensarlos y sentirlos profundamente como tenemos que aprender a vivir y obrar martiana y sandinistamente, hoy más que nunca.

En sus ideas y actuar consecuente de estos hombres transidos de amor, que pudiendo tener, prefirieron ser y echaron su suerte con los pobres de la Tierra, están las claves y esencias, como lo están en su perenne apuesta por la virtud y en la pasión inmensa, infinita, por Cuba y por Nicaragua.

Martí y Sandino son remanso y son bríos, fuerzas para afrontar desafíos y rigores, brújulas en una encrucijada, refugios en la tempestad, confidentes de alegrías y anhelos, consuelos para las penas, oráculos y sortilegios.

Ambos nos convocan a no olvidar jamás su principal lección, cuando aún falta mucho por hacer en nuestro continente. Al decir de Martí “los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas. Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes”.

* Juan Carlos Hernández Padrón es Embajador de la República de Cuba en Nicaragua. Lic. Relaciones Políticas Internacionales con Diplomado de Administración Pública, ha ocupado diferentes responsabilidades en el servicio interno y exterior de la Cancillería Cubana: Funcionario de Protocolo (1991-1993), Cónsul en Chile (1994-1996), Especialista en la Dirección de América Latina del MINREX (1996-1997), Jefe del Departamento de Atención a Delegaciones (1998-2000) Cónsul General en Costa Rica (2001-2003), Secretario del Comité del PCC en el MINREX (2004-2007), Embajador en Honduras (2007-2009), Subdirector General de Protocolo (2010-2016) y Embajador en Nicaragua (2016-actualidad).

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