Elson Concepción Pérez | Granma
Han transcurrido 48 años desde que un golpe militar sangriento acabara con el gobierno de Salvador Allende, luego de que las hordas fascistas al mando de Augusto Pinochet, entonces jefe del Ejército, en contubernio con EEUU, bombardearan el Palacio de La Moneda, sede del Gobierno en Chile, donde murió el Presidente.
Centenares de muertos, desaparecidos y torturados dejó el gobierno fascista durante 17 años, que se encargó de establecer estructuras dejadas a la «democracia» de los nuevos gobernantes.
Tan fuertes resultaron el control y el poder de Pinochet que, aun cuando ya había abandonado la presidencia y en 1998 se le presentaron cargos por genocidio, terrorismo y tortura, nunca cumplió la condena merecida, ni respondió a tantos crímenes comprobados contra su pueblo.
También se archivaron más de 300 querellas contra él, e incluso, cuando en 14 ocasiones fuera acusado de violaciones de los derechos humanos y corrupción, Augusto Pinochet llegó al final de sus días, en 2006, sin el roce de una sanción jurídica.
Mientras, el pueblo chileno enfrenta los desmanes de un cuerpo armado como los Carabineros, implicados no solo en el golpe contra Allende, sino que hasta hoy sostienen a la oligarquía chilena, reprimiendo manifestaciones pacíficas y como aparente muro de contención para que la «era pinochetista» persista.
Los últimos años han sido testigos del valor del pueblo, que tomó las calles para exigir cambios verdaderos, tanto constitucionales como del sistema mismo. De esa forma se aprobó en plebiscito la redacción de una nueva Constitución, para sustituir la aprobada en época de Pinochet.
El modelo neoliberal que ejemplifica a Chile como vitrina y que se concibió con la asesoría estadounidense de los Chicago Boys, quedó cimentado con instrumentos jurídicos que determinaron, entre otras cosas, la privatización de la educación y la salud pública.
Los próximos meses y el año 2022 serán determinantes para que ocurra un verdadero cambio en Chile. Se presentará un nuevo texto constitucional redactado por la Asamblea Constituyente y a mediados del próximo año se realizará otro plebiscito para su aprobación.
En noviembre venidero, los chilenos acudirán a las urnas para elegir a un nuevo presidente, lo que pudiera representar una perspectiva, no solo de corrección constitucional, sino también para poner freno a un modelo neoliberal obsoleto. Chile necesita sepultar el ayer pinochetista y construir un mañana diferente.