Karen Méndez Loffredo
Los países del ALBA están en el centro de atención del Gobierno estadounidense. Así lo han dejado claro tanto el jefe de la diplomacia de ese país, Anthony Blinken, en reuniones con altos cargos latinoamericanos y europeos, como el jefe de la CIA y del Comando Sur en sus recientes visitas a la región.
El 7 de noviembre habrá elecciones en Nicaragua. El Gobierno estadounidense las tildó de «farsa» y ha adelantado que no reconocerá los resultados. Para el 15 de noviembre, opositores dentro y fuera de Cuba han convocado una manifestación en contra del Gobierno de Miguel Díaz Canel.
Desde la isla han denunciado que los promotores de la marcha tienen vínculos con think tanks financiados por la NED y con grupos terroristas que operan en Miami, como Alpha 66 y Omega-7. EEUU, por su parte, adelantó que podría aplicar más sanciones contra Cuba si se procesa a los impulsores de la protesta.
Pocos días después, el 21 de noviembre, habrá elecciones regionales y municipales en Venezuela. El sector opositor más aliado a Estados Unidos, liderado por Leopoldo López y Juan Guaidó, se presenta con una postura ambigua. Han dicho que participarán, pero que no serán unas elecciones justas. ¿Qué esperar?
Sobre este panorama Sputnik conversa con Sacha Llorenti, secretario ejecutivo de la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), un organismo de integración regional que reúne a una decena de países de América Latina y El Caribe, y que fue fundado en el año 2004 por los presidentes de Venezuela, Hugo Chávez, y de Cuba, Fidel Castro.
—Noviembre pareciera que será un mes movido para los países del ALBA, y ya EEUU ha dejado clara su posición sobre estos eventos. ¿Cómo evalúan ustedes el escenario?
—Estamos ante una constante: la constante de Estados Unidos de agredir a varios países, entre ellos los del ALBA, la constante de imponer medidas coercitivas unilaterales contrarias al Derecho Internacional. Es una práctica imperialista porque ¿quién le da la autoridad moral o legal a Estados Unidos para calificar si una elección es válida o no?
Además de ilegal la imposición de medidas coercitivas unilaterales, que no solo son violatorias al Derecho Internacional, sino que constituyen crímenes de lesa humanidad agravadas por una situación de pandemia.
—El 7 de noviembre habrá elecciones presidenciales en Nicaragua. Estados Unidos asegura que serán «una farsa» y el jefe de la diplomacia europea aseguró que estos comicios son organizados «por una de las peores dictaduras del mundo». ¿Qué responden ustedes? y ¿qué piensan hacer si efectivamente EEUU y la UE no reconocen los resultados de estos comicios?
—Sobre ese tema en particular mi recomendación a todos es leer lo que dice la Carta de las Naciones Unidas, que señala que existe igualdad soberana de los Estados y se basa en el principio de no injerencia en los asuntos internos. Esos temas corresponden exclusivamente al pueblo nicaragüense y a las instituciones nicaragüenses.
Ninguna instancia, ni el ALBA ni ningún país puede entrometerse ni en ese ni en cualquier otro proceso. Como dije antes, yo no sé quién le da la autoridad moral o legal a Estados Unidos a cometer esos actos de injerencia y desde cuándo se permite que otras instancias califiquen el curso de un proceso electoral de cualquier otro país. Yo no recuerdo que algún país latinoamericano se haya referido a los procesos electorales en Europa o en Estados Unidos, que sabemos que han tenido complicaciones.
—Si es violatorio al Derecho Internacional, ¿por qué cree que se sigue haciendo?
—Hay varias razones. Lo que pasa es que se vive en una lógica imperial de intentar controlar en términos geopolíticos lo que ellos consideran sus áreas de influencia, pero no es otra cosa que la aplicación de la doctrina Monroe, esa doctrina del siglo XIX que decía que América era para los americanos. Cuando decían América se referían a todo el continente, pero cuando dicen americanos solo se refieren a la élite estadounidense.
Contra esa doctrina se fortalece y revitaliza la doctrina Bolivariana, que se basa también en los principios que luego se reflejaron en la Carta de las Naciones Unidas. Entonces, lo que nosotros pedimos y exigimos es respeto a la igualdad soberana de los Estados y a la Carta de las Naciones Unidas que, dicho sea de paso, ellos se comprometieron a cumplir.
—Sobre Nicaragua. Usted acaba de visitar ese país y lo vimos reunido con movimientos de base de distintas regiones. ¿Cuál es la situación que pudo percibir?
—Sí, tuve la oportunidad de realizar una visita de trabajo de diez días a Nicaragua en donde visitamos aproximadamente 35 municipios, decenas de proyectos productivos y sostuvimos encuentros con distintos sectores de la ciudadanía nicaragüense y las autoridades. Allí pude advertir en el terreno lo que dicen las cifras de la situación en Nicaragua y de la que no mucha gente quiere hablar.
Me refiero a los enormes logros de la Revolución Sandinista, la reducción de la pobreza del 48% al 24%, la reducción de la desigualdad de 17% al 7%, el hecho de que Nicaragua esté en el quinto lugar de igualdad entre hombres y mujeres, de acuerdo con las Naciones Unidas.
También la reducción de la mortalidad infantil, haber logrado el 98% de conexión con carreteras, posicionándolo como el mejor de Centroamérica. Han alcanzado abastecimiento propio en un 92%. Esas no son cifras menores, además, con un crecimiento económico que es de los más altos de la región en medio de la pandemia.
Además, en la administración de la propia pandemia, Nicaragua es uno de los países que mejor lo ha hecho. Creo que esas cifras son muy importantes para contextualizar bien sobre lo que sucede en ese país.
—Ahora hablemos de Cuba. Hay una protesta convocada para el 15 de noviembre. Las autoridades de ese país alertan que los promotores tienen vínculos con ‘think tanks’ financiadas por la NED y miembros de organizaciones terroristas radicadas en Miami como Omega-7 y Alpha 66. ¿Qué escenario se buscaría provocar en Cuba? y ¿para qué?
—Desde hace 60 años lo que intentan es generar una situación de inestabilidad en Cuba, pero durante 60 años han fracasado porque existe una consciencia colectiva adelantada por la Revolución Cubana.
Desde el ALBA hemos manifestado nuestro incondicional apoyo, nuestro respaldo pleno al pueblo y al Gobierno cubano.
También creo que se carga mucho la tinta en términos de qué es lo que tienen que hacer los países agredidos, pero yo no recuerdo ese mismo tipo de preguntas a los países agresores. ¿Por qué no se les pregunta a los representantes del Departamento de Estado de Estados Unidos cuándo van a empezar a cumplir la Carta de las Naciones Unidas? ¿Cuándo van a empezar a respetar ese tipo de principios?
—Pasemos a Bolivia. El presidente Luis Arce y el exmandatario Evo Morales denuncian que se estaría preparando el escenario para un nuevo golpe. ¿Usted cree que hay posibilidades de un nuevo golpe en Bolivia o del resurgimiento de un plan separatista territorial desde el oriente del país?
—A medida que uno va conociendo la información del golpe de Estado y del Gobierno de facto, que estuvo en el país por casi un año, y las nuevas acciones que emprende la derecha boliviana, por supuesto que hay que estar alertas ante la posibilidad de un nuevo golpe de Estado.
También alerta a Luis Almagro y a la Organización de Estados Americanos (OEA), que hace muchísimo tiempo dejó de ser una instancia de integración y se convirtió en el alfil de los intereses geopolíticos de Washington.
—Los mandatarios de Venezuela y Bolivia han denunciado que los mismos mercenarios que asesinaron al presidente de Haití intentaron acabar con la vida de ellos meses antes. ¿Ese riesgo se mantiene?
—Lo hemos visto en Haití. Vea cómo está Haití, con un terrible caos, con tres cuartas partes de la capital (Puerto Príncipe) controladas por grupos violentos. Lo que quieren algunos actores es generar caos, incertidumbre y provocar inestabilidad en los países.
Las denuncias que se presentaron son muy, muy serias. Esta proliferación de grupos mercenarios, fundamentalmente colombianos, es un peligro para la región, para la estabilidad y para la paz y la seguridad de nuestro continente.
Muchas de estas acciones se organizan desde Miami y nosotros esperamos que las autoridades estadounidenses tomen cartas en el asunto. Estoy seguro de que las instituciones bolivianas y venezolanas lo harán, y ahí veremos si existe o no cooperación de otros países.
—Venezuela tendrá elecciones regionales y municipales el 21 de noviembre. El sector opositor más ligado a EEUU se presenta con una postura ambigua. ¿Qué esperan de estas elecciones?
—Primero, expresamos un máximo respeto a las instituciones venezolanas. Son las instituciones venezolanas las que tienen que dar las conclusiones. Nosotros participaremos en calidad de invitados en esas elecciones y lo que debemos, más bien, es felicitar al Gobierno del presidente Nicolás Maduro, no solamente por haber encaminado estas elecciones, sino por sus esfuerzos para que el diálogo con la oposición prevalezca, pese a la tremenda agresión, al bloqueo económico y financiero y atentados contra su propia vida. El presidente Maduro ha demostrado hartamente que está comprometido con la democracia y la paz en Venezuela.
—El escenario de noviembre pareciera un tanto delicado para los países del ALBA. ¿Qué llamado hacen a los otros mandatarios de la región, a los movimientos sociales o a la propia CELAC?
—Le digo con mucha responsabilidad que en noviembre la situación en los países que usted menciona estará con plena tranquilidad, que mucho de esto tiene que ver con que se inflan las noticias en los medios de comunicación y en las redes sociales. Tercero, existe una campaña por parte del Departamento de Estado de Estados Unidos contra estos procesos. ¿Por qué? Porque son estos países los que se han opuesto a sus políticas militaristas, económicas y de injerencia.
Lo que Estados Unidos pretende es tratar de que la región sea su patio trasero, pero estamos en el siglo XXI y eso no sucederá. Entonces, yo no estoy tan preocupado por lo que pueda suceder en noviembre porque estoy convencido de que los países miembros de la alianza están más que a la altura de ese desafío.