* Aunque Occidente ha tratado de aislar a Rusia del resto del mundo, su batalla no ha rendido los frutos esperados. El presidente ruso, Vladímir Putin, viajó a Teherán para demostrar que sí tiene aliados. La triada Rusia-Irán-Turquía confirma que la hegemonía estadounidense es cosa del pasado.
Mientras los líderes de Estados Unidos y la Unión Europea (UE) pensaban cómo afectar a Moscú con un séptimo paquete de sanciones, en la capital iraní se afianzaba una alianza estratégica con un mensaje muy claro: el mundo ya no puede ser entendido como un ente donde mandan una o dos naciones. La cumbre celebrada entre Rusia, Irán y Turquía el pasado 19 de julio pone de manifiesto que el multilateralismo es una realidad insoslayable.
Con el conflicto en Ucrania de fondo, los mandatarios Vladímir Putin, Ebrahim Raisi y Recep Tayyip Erdogan señalaron a Occidente y el expansionismo de su brazo armado, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), de ser los causantes de la crisis que actualmente se vive en Europa del Este, un fenómeno que ha acentuado problemas globales como la inflación, el alza de precios de los combustibles y la inseguridad alimentaria.
«Estamos ante una alianza política, militar, comercial y estratégica que solidifica aún más esta triada de potencias que son China, Rusia e Irán. Es interesante que Putin haya tomado la iniciativa de proyectarse hacia Teherán, lo cual demuestra la enorme importancia que tiene la República Islámica para la geopolítica rusa. Esta cumbre es el reflejo en las relaciones internacionales de una nueva fase de Moscú en su frente militar en Ucrania», observa en entrevista con Sputnik Alejandro Salgó Valencia, especialista en geopolítica del Oriente Medio de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
Las imágenes de Putin, Raisi y Erdogan tomándose de la mano causaron escozor en las esferas de poder occidentales. La narrativa de parte de la Unión Europea y Estados Unidos no cambia: la Federación de Rusia debe pagar por sus acciones militares en suelo ucraniano.
Sin embargo, los castigos económicos y comerciales impuestos en contra de Moscú han tenido un efecto búmeran. Los daños colaterales se palpan en todas las latitudes. Los estadounidenses pagan más por la gasolina que consumen y luchan contra su peor inflación en 40 años. Los países miembros del bloque europeo temen por una crisis energética que los deje sin gas en cualquier momento. Sin calefacción ni aire acondicionado, los inviernos serán más gélidos y los veranos un verdadero infierno. Eso sin contar el alza de precios que ya está sucediendo. La eurozona se enfrenta a su peor inflación desde que fue creada. España y Reino Unido experimentan índices inflacionarios históricos. Y todo ello pese a que en la Casa Blanca insisten en mantener una narrativa positiva y heroica sobre la participación de los líderes occidentales en Ucrania.
«El mundo unipolar controlado por Estados Unidos acabó hace ya un tiempo. Algunos dicen que murió en 2008 con la crisis financiera, otros con el conflicto entre Rusia y Georgia y otros en 2015, cuando Rusia se involucra en Siria para tomar el control del Oriente Medio. El conflicto en Ucrania demuestra que el mundo ya cambió, sobre todo por el hecho de que Washington y sus aliados no han podido detener a Rusia y de que sus cacareadas sanciones no han podido mermar el esfuerzo económico y militar de Moscú», afirma Salgó Valencia.
Músculo ante la OTAN
La cumbre trilateral entre Rusia, Irán y Turquía también puede ser entendida como una respuesta a las intenciones de la OTAN de incorporar a sus filas a otros países que ven al Kremlin con recelo.
«A pesar de que el presidente Joe Biden invirtió tiempo y esfuerzo en su viaje a Israel y Arabia Saudí, Rusia persiste en mantener un diálogo permanente con los líderes de las potencias regionales de la zona en aras de tener más influencia en los precios del gas, así como un mayor equilibrio estratégico ante la potencial incorporación de Suecia y Finlandia ante la OTAN», considera Moisés Garduño, doctor en Estudios Árabes e Islámicos por la Universidad Autónoma de Madrid.
Y es que pensar en un mundo unilateral o bilateral ya es inconcebible desde hace varios años. Los tiempos de la Guerra Fría han quedado atrás a pesar del discurso estadounidense que se empeña en explicar el conflicto en Ucrania —y muchos otros— como si se tratase de una película de buenos contra malos.
«Evidentemente, hay una lucha de poder a nivel global que impacta en todas las regiones del mundo. En Oriente Medio en particular, la lucha por la influencia regional se manifiesta entre Irán, Turquía y Arabia Saudí, países con los que Rusia ha cultivado relaciones de alto nivel de pragmatismo en el contexto actual», señala Garduño, quien también es maestro en Estudios de Medio Oriente por El Colegio de México.
Si hay un interés compartido entre Rusia e Irán, dice el especialista, es mantener altos los precios de los energéticos, particularmente del gas, como una estrategia frente a las sanciones que imponen Estados Unidos y la Unión Europea al Kremlin.
«[Esta situación] se ha traducido en pactos de inversión y colaboración estratégica que, de cierta manera, ha servido para que Moscú cultive un aliado más en su misión en Ucrania, mientras el presidente Joe Biden se esfuerza en mantener su narrativa del conflicto ante la opinión pública estadounidense y sus aliados europeos», explica el internacionalista.
Fuente: Sputnik