Cierto medio contrarrevolucionario, de cuyo nombre no quiero acordarme, ha circulado por las redes digitales en distintos formatos un grupo de supuestas «verdades» sobre las elecciones en Cuba. A las puertas casi de la convocatoria mañana a las urnas, estos productos comunicacionales de muy buen formato responden al objetivo de sabotear ese ejercicio democrático que desdice la tesis sobre la «cruel dictadura»
Cierto medio contrarrevolucionario, de cuyo nombre no quiero acordarme, ha circulado por las redes digitales en distintos formatos un grupo de supuestas «verdades» sobre las elecciones en Cuba. A las puertas casi de la convocatoria mañana a las urnas, estos productos comunicacionales de muy buen formato (los malos tienen dinero de sobra para pagar cámaras, edición, diseño, gráficos, etc.) responden al objetivo de sabotear ese ejercicio democrático que desdice la tesis sobre la «cruel dictadura».
Lo primero a lo que aluden es que en Cuba no existe la facultad de elegir, sino únicamente de ratificar. Curioso es que se busque promover esta matriz de opinión cuando son las elecciones municipales un ejemplo de democracia que tiene escasos paralelos en el mundo: los ciudadanos nominan y eligen por ellos mismos a candidatos y delegados, respectivamente, sin intervención alguna de autoridades del Estado o dirigentes del Partido, en una boleta en la que, de varias personas, se escoge una como representante.
Es cierto que, en el caso de los diputados a la Asamblea Nacional, las comisiones de candidatura preparan una boleta en la cual la opción popular se manifiesta a través de la aprobación mayoritaria (o no). Pero eso solo quiere decir que cada persona que está sentada en la Asamblea, incluyendo al Presidente de la República, ha sido apoyado por más de la mitad de los electores que votaron. ¿Dónde está la abrumadoramente mayoritaria oposición a los miembros del PCC?
Si la Revolución ha perdido la hegemonía y el socialismo es un fracaso, ¿por qué le resulta tan difícil a sus enemigos ganar una elección, aunque sea una municipal? Porque eso han querido, más de una vez, y no lo han logrado. Si existiera de verdad un movimiento organizado contra el sistema, con un programa político serio, en medio de tantas dificultades y escaseces, no debiera resultarle difícil ganar la mayoría de escaños en las asambleas municipales a lo largo y ancho del país.
Mas no seamos tan exigentes: ¿por qué no gana la mayoría, aunque sea en una Asamblea Municipal? Siendo todavía más condescendientes: ¿por qué no han logrado, en todos estos años, que un grupo de vecinos nomine y vote por un candidato, uno solito, opuesto al sistema? Enseguida, el medio contrarrevolucionario que recibió la encomienda de atacar la legitimidad del sistema electoral cubano apela a los cuentos de fantasma: la Seguridad lo vigila todo, hay secuestros, desaparecidos; las fuerzas del régimen están por todas partes. Y lo que empieza por un análisis seudojurídico termina en delirios de persecución y ardid propagandístico.
Por supuesto, y esto no lo dice el medio contrarrevolucionario, hay cosas que mejorar. Nuestro sistema político debe otorgarle mayor peso a la Asamblea Municipal, acorde al mandato constitucional de la autonomía de los municipios, y que ningún delegado elegido termine desgastándose ante las exigencias de sus electores, sin lograr resolver los problemas de su comunidad. La información referida a las elecciones debe circular no solo por las vías tradicionales y analógicas, sino con mayor uso de internet y las ventajas de las tecnologías.
La democracia cubana, por imperfecta, no deja de ser democracia, una forma distinta y propia de ese valor político. El mismo diseño del sistema electoral y del sistema político en general tiene respaldo en la Constitución, que no fue impuesta por el capricho de alguien ni fue producto de una conspiración, sino que se construyó en amplia consulta popular y se aprobó en un referendo en el cual todos los habitantes de la Isla pudieron ejercer su voto, libre y secreto. Y allí estuvo la contrarrevolución, llamando al No y a la abstención, como hoy lo hacen también y como lo seguirán haciendo, en tanto la democracia no los beneficie a ellos.