La lucrativa industria de los derechos humanos

 

* Queda claro el “afán defensor” del Cenidh, Cpdh, Anpdh y otros que surgieron tras el fallido y sangriento golpe de Estado de 2018. Por otra parte, esta nota señala que la “filantropía se ha convertido en una actividad muy corriente para los multimillonarios que no saben qué hacer con su dinero. Primero roban y luego reparten migajas”.

El ginebrino Alfred de Zayas está a punto de publicar un libro en Estados Unidos sobre la industria de los derechos humanos, en el que analiza las grandes organizaciones benéficas que se declaran “políticamente neutrales” y no tienen ánimo de lucro (*).

El mercado humanitario es uno de los sectores económicos que más crece. Se gana mucho dinero y se blanquea mucho más. Es el negocio de moda. Los gigantes de este mercado (Fundación Gates, Oxfam, Cruz Roja, Médicos Sin Fronteras) generan miles de millones de fondos.

En diez años, el Comité Internacional de la Cruz Roja ha duplicado su presupuesto y ahora tiene un déficit de varios cientos de millones de francos. Los jefazos no son voluntarios ni trabajan por amor a la causa. El sueldo del presidente es de 437.000 francos suizos anuales y el del director supera los 300.000… sin contar las dietas y otros complementos.

Para tapar los agujeros, el cantón de Ginebra acaba de aprobar la entrega de 39 millones de francos, a pesar de que la ley sobre subsidios limita los honorarios de los jefes de las organizaciones sin ánimo de lucro.

La explicación es que el Comité Internacional de la Cruz Roja es un grupo de presión y tiene unos tentáculos muy largos.

Hay otros benefactores que ganan bastante más que los del Comité Internacional de la Cruz Roja, como Amnistía Internacional y Human Rights Watch. Kenneth Roth, jefe de Human Rights Watch durante 27 años, ganó más de 620.000 dólares anuales cuando el año pasado dejó el cargo.

A Irene Khan, la jefa de Amnistía Internacional, la gratificaron con 533.000 libras esterlinas cuando dejó su organización benéfica.

Con unos sueldos así, cabe esperar que los derechos humanos vayan viento en popa en el mundo o, por lo menos, que el panorama vaya mejorando progresivamente y que las víctimas de los atropellos estén bien defendidas.

Es algo que tienen en común todos los tinglados humanitarios, especialmente los apegados a las faldas de la ONU, empezando por el Tribunal Penal Internacional, que tiene un presupuesto de 150 millones de euros y está financiado por las potencias occidentales, y siguiendo por la constelación de ONG y fundaciones caritativas.

La filantropía se ha convertido en una actividad muy corriente para los multimillonarios que no saben qué hacer con su dinero. Primero roban y luego reparten migajas.

(*) https://www.amazon.com/Human-Rights-Industry-Alfred-Zayas/dp/1949762521

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