Scott Ritter
* Einstein decía: «Locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes». Las operaciones de Ucrania en Zaporozhie representan hoy esa definición de locura.
Hay informes contradictorios procedentes del campo de batalla de Zaporozhie, donde las FFAA ucranianas intentan abrir una brecha cerca de la localidad de Rabótino. No es el primer intento de Ucrania de romper las defensas rusas en la zona y no será el último.
La batalla de Rabótino puede pasar a la historia del conflicto ucraniano como una versión moderna de la batalla de Prójorovka, librada el 12 de julio de 1943 entre los ejércitos alemán y soviético. En Prójorovka, las defensas soviéticas rompieron el cerco de los blindados alemanes. Una situación similar parece estar produciéndose hoy en los alrededores del pueblo de Rabótino, donde los defensores rusos se enfrentan a atacantes ucranianos montados en blindados de fabricación estadounidense y alemana.
Ucrania y sus amos de la OTAN, al desatar un renovado esfuerzo para romper las defensas rusas en Zaporozhie, parecen estar tomando una lección de la historia de Escocia. La leyenda cuenta que Roberto I Bruce, el primer rey escocés, después de ver cómo una araña fracasaba en su intento de construir una telaraña, solo para volver a intentarlo una y otra vez, hasta que tuvo éxito, utilizó esa experiencia como motivación para su persistencia en su lucha contra la Corona inglesa. Las observaciones de Roberto I Bruce, servirían más tarde de inspiración al educador estadounidense Thomas Palmer, quien, en un manual para profesores de su autoría de 1840, escribió lo siguiente: «Es una lección que debes tener en cuenta, inténtalo, inténtalo de nuevo. Si al principio no tienes éxito, inténtalo, inténtalo de nuevo».
La persistencia describe lo que está ocurriendo en los campos de batalla: las incursiones suicidas de las fuerzas ucranianas en las posiciones defensivas muy preparadas de sus oponentes rusos, hasta la fecha, han conseguido poco más que cadáveres y vehículos destruidos.
La persistencia, como demuestra el caso de Roberto I Bruce, puede prevalecer —y a menudo lo hace— ante la adversidad. Cuando se concibió la actual contraofensiva ucraniana, allá por el otoño de 2022, Ucrania venía de un caso de estudio de persistencia que, de hecho, había merecido la pena: una contraofensiva en la que el Ejército ucraniano forzó la retirada de las tropas rusas de la región de Járkov y ocupó la orilla derecha de la región de Jersón, incluida la propia ciudad. Este éxito se vio facilitado por el suministro por parte de la OTAN de material militar y entrenamiento por valor de decenas de miles de millones de dólares, junto con el apoyo a la planificación operativa mediante los recursos de inteligencia, vigilancia y reconocimiento de la Alianza.
Cuando la contraofensiva de otoño de 2022 siguió su curso, los ucranianos y sus amos de la OTAN se volcaron en la tarea de construir un nuevo Ejército ucraniano que sustituyera al que había derramado su sangre en Járkov y Jersón, un nuevo Ejército ucraniano que intentaría reanudar las operaciones ofensivas en la primavera de 2023. Nada de esto era secreto.
En una reveladora entrevista, el comandante de las FFAA ucranianas, el general Valeri Zaluzhni, declaró que el objetivo de las operaciones de la primavera de 2023 era romper las defensas rusas en la zona de operaciones de Zaporozhie y avanzar 84 kilómetros hasta la ciudad de Melitópol, cuyo control, afirmó Zaluzhni, «nos daría un control de fuego total del corredor terrestre [que conecta la península de Crimea con Donbás y Rusia], porque desde Melitópol ya podemos disparar al istmo de Crimea.»
Zaluzhni, expresando la confianza derivada de sus recientes éxitos en el campo de batalla, declaró: «Sé que puedo vencer a este enemigo», antes de añadir una advertencia, «Pero necesito recursos». Zaluzhni afirmó: «Puedo calcular, basándome en la tarea que tengo entre manos, qué tipo de recursos se necesitan para crear capacidad de combate». Antes de citar cifras: «Necesito 300 tanques, 600-700 vehículos de combate de infantería, 500 obuses».
Se apresuró a señalar: «No estoy hablando de F-16 en este momento». Pero sí declaró que necesitaba munición de artillería, mucha. Y afirmó que la OTAN era incapaz de satisfacer esta necesidad.
Pero Zaluzhni consiguió el equipo que buscaba. Sus fuerzas fueron enviadas a países de la OTAN para su entrenamiento, y sus planes de batalla se coordinaron estrechamente con los socios ucranianos de la Alianza. Unidades ucranianas seleccionadas fueron enviadas a la ciudad alemana de Grafenwoehr, donde recibieron un curso de cinco semanas impartido por instructores norteamericanos que se centraba en cómo llevar a cabo con eficacia operaciones de armas combinadas del tamaño de compañías y batallones integrando fuerzas de artillería, blindados e infantería.
El objetivo de Zaluzhni era la ciudad de Melitópol. Para llegar hasta allí, el Ejército ucraniano tenía que romper las defensas rusas, preparadas durante meses. Los mandos ucranianos y sus socios de la OTAN creían que la clave de la victoria consistía en enfrentar a unas fuerzas ucranianas bien entrenadas, bien equipadas y muy motivadas con unas tropas rusas cuyo entrenamiento y moral se consideraban inferiores y que, si se veían sometidas a todo el peso del ataque ucraniano, se romperían y huirían.
En enero de 2023, las fuerzas ucranianas empezaron a sondear las defensas rusas, buscando el punto más débil que luego convertirían en el foco de su asalto. Cerca del pueblo de Rabótino, en Zaporozhie, creyeron encontrarlo: una unión entre el 291.º y el 70.º Regimiento de Fusileros Motorizados de la 42.ª División de Fusileros Motorizados de la Guardia rusa.
La OTAN eligió a sus dos brigadas ucranianas mejor entrenadas y equipadas: la 33.ª, que utilizaba el vehículo de combate de infantería M-2 Bradley, de fabricación norteamericana, y la 47.ª, equipada con carros de combate principales Leopard, de fabricación alemana. Ambas brigadas habían sido entrenadas por EEUU en tácticas de armas combinadas, que se les encomendó emplear con toda su fuerza a lo largo de la línea divisoria entre el 291.º y el 70.º Regimiento de Fusileros Motorizados. Se hizo creer a los soldados ucranianos que las tropas rusas asignadas a estas unidades de remolque huirían o se rendirían a la primera señal de combate serio.
El ataque ucraniano a las defensas rusas en el pueblo de Rabótino y sus alrededores comenzó el 8 de junio de 2023. En pocas horas quedó claro para todos los implicados que las expectativas de los mandos ucranianos y de la OTAN no se correspondían con la realidad sobre el terreno: los soldados rusos que ocupaban las defensas de Rabótino se mantuvieron firmes, gracias a un buen adiestramiento, un liderazgo sobresaliente, unas tácticas sólidas y un equipo adecuado.
Los ucranianos, por su parte, fracasaron estrepitosamente, sembrando el campo de batalla de Bradley y Leopard calcinados y de cadáveres de soldados ucranianos. Los sucesivos ataques a lo largo de los días siguientes obtuvieron resultados similares: los rusos resistieron y los ucranianos murieron.
En las semanas siguientes, Ucrania pareció modificar sus tácticas, renunciando al adiestramiento en armas combinadas que había recibido en Alemania, y utilizando en su lugar ataques de infantería, fuertemente apoyados por la artillería, diseñados para desmontar las defensas rusas pieza a pieza. Aunque al principio estos ataques tuvieron más éxito que los primeros ataques con blindados, finalmente fueron rechazados por los rusos, y los ucranianos sufrieron enormes pérdidas de personal.
El fracaso de la ofensiva ucraniana sobre Melitópol supuso una enorme vergüenza, tanto para Zelenski como para sus socios de la OTAN cuando se reunieron en Vilna (Lituania) para la Cumbre de la OTAN celebrada allí los días 11 y 12 de julio. En el cruce de acusaciones y recriminaciones que se produjo a continuación, Ucrania arremetió contra el hecho de que se le hubiera pedido que llevara a cabo una difícil tarea militar con recursos insuficientes, citando específicamente la falta de cazas F-16 (a pesar de que el general Zaluzhni había excluido específicamente los F-16 de la lista de equipos que dijo necesitar para atacar con éxito Melitópol).
Mientras tanto, la OTAN culpaba directamente del fracaso de la ofensiva a los oficiales ucranianos, que no habían sabido emplear correctamente las tácticas que les habían enseñado en Grafenwoehr. Un informe filtrado de los servicios de inteligencia alemanes destacaba que el hecho de que Ucrania hubiera pasado de los ataques masivos con blindados a pequeños asaltos con infantería representaba un alejamiento total de las operaciones de armas combinadas enseñadas por la OTAN. Lo que el informe alemán no abordaba era la realidad de que la Alianza había tratado de introducir en un entrenamiento que solo duraba unas pocas semanas un arte operacional cuyo dominio requiere meses, si no, años.
Ucrania salió de la Cumbre de Vilna enfrentada a la clásica trampa 22, «un problema cuya única solución viene negada por una circunstancia inherente al problema o por una norma». Si Ucrania quería que sus socios de la OTAN aumentasen la ayuda militar, como el suministro de cazas F-16, necesitaba mostrar progresos en el campo de batalla. Pero para mostrar progresos en el campo de batalla tenía que atacar sin el apoyo de los cazas F-16, lo que condenaba al fracaso cualquier ataque de ese tipo.
La contraofensiva ucraniana tropieza con los campos de minas rusos.
Además, la Cumbre de Vilna puso de manifiesto el creciente cansancio de los socios de la OTAN respecto a Ucrania, y varios de ellos empezaron a cuestionar su capacidad para proporcionar un apoyo ilimitado. Muchos observadores occidentales creen que Ucrania tiene que demostrar su voluntad y capacidad de imponerse a Rusia, o de lo contrario, Occidente no tendrá más remedio que empezar a buscar una salida diplomática al conflicto.
Un acuerdo negociado de este tipo podría obligar a Kiev a aceptar la pérdida del territorio que actualmente reclama Rusia como parte de las condiciones, algo que es anatema para el régimen de Zelenski. El mandatario ucraniano ordenó a Zaluzhni que redoblara la ofensiva de Zaporozhie, empleando las fuerzas ucranianas de forma coherente con el entrenamiento recibido a manos de la OTAN en el transcurso de los últimos siete meses.
Lo que Zelenski, Zaluzhni y los militares ucranianos están llevando a cabo sobre el terreno alrededor del pueblo de Rabótino es, por decirlo suavemente, una tontería. El deseo de tomar Melitópol se ha convertido en el santo grial para Zelenski, que costará caro a Ucrania, tanto por las vidas desperdiciadas en el campo de batalla, como por las consecuencias geopolíticas de extender una lucha que Kiev no puede ganar, tanto en términos de posibles pérdidas territoriales adicionales, como por el impacto económico y social a largo plazo de perder recursos e infraestructuras vitales.
Albert Einstein, el famoso inventor de la física cuántica, tenía una opinión aún más erudita sobre el tema de la persistencia: «Locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes». Las continuas operaciones ofensivas de Ucrania en Zaporozhie representan hoy la aplicación literal de la definición de locura de Einstein.