Oppenheimer, arquitecto de la aniquilación

 

Cristian Basualdo

* Los pueblos originarios sufren diariamente el mortífero legado de la industria nuclear, con una estrategia de dominación y aniquilación.

La carrera por desarrollar la primera bomba atómica no fue parte de una estrategia de disuasión pacífica, sino que se trató de una estrategia de dominación y aniquilación, sostiene un artículo publicado por ‘Indigenous Action’. Sus autores, Klee Benally y Leona Morgan, repasaron el mortífero legado de Oppenheimer y del complejo militar, científico e industrial que se formó detrás de su figura.

Tras la detonación de la primera bomba atómica (el ensayo Trinity realizado el 16 de julio de 1945 en las tierras ocupadas al pueblo originario Tewa, en Nuevo México, EEUU), Oppenheimer citó infamemente el texto hindú Bhagavad-Gita: “Ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos”.

Oppenheimer suprimió una petición de 70 científicos del Proyecto Manhattan que instaban al presidente Truman, por motivos morales, a no lanzar las bombas. Los científicos también argumentaron que, dado que la guerra se acercaba a su fin, Japón debía tener la oportunidad de rendirse.

A pesar de todo, el guerrerista Truman ordenó lanzar las dos bombas atómicas que devastaron las ciudades de Hiroshima y Nagasaki y mataron a más de 200.000 personas.

El legado mortal del colonialismo nuclear

Entre 1951 y 1992 se detonaron más de mil bombas nucleares por encima y por debajo de la superficie en una zona llamada Sitio de Pruebas de Nevada, en tierras de los shoshone occidentales, el pueblo originario más bombardeado del planeta. Las comunidades de los alrededores del sitio de pruebas fueron gravemente expuestas a la lluvia radiactiva, que provocó cánceres, leucemia y otras enfermedades. Los que sufren esta contaminación radiactiva son conocidos irónicamente como “Downwinders” [depredadores].

Entre 1945 y 1958, se detonaron 67 bombas atómicas en Ṃajeḷ (las Islas Marshall, en el Pacífico). Algunos indígenas de las islas han dejado de reproducirse debido a la gravedad del cáncer y los defectos congénitos a los que se han enfrentado a causa de la contaminación radiactiva.

De 1944 a 1986 se extrajeron unos 30 millones de toneladas de mineral de uranio de minas situadas en tierras diné. La Agencia de Protección del Medio Ambiente de EEUU cerró más de 22 pozos de agua en Diné Bikéyah (la Nación Navajo), donde hay 523 minas de uranio abandonadas.

El 16 de julio de 1979, se produjo la mayor descarga radiactiva a la naturaleza en Diné Bikéyah, en la planta de uranio Church Rock. Unas 1.100 toneladas de residuos radiactivos sólidos y unos 357 millones de litros de residuos líquidos se vertieron en el río Puerco al romperse un dique de colas. En la actualidad, el agua de la comunidad de Sanders, Arizona, situada río abajo, está envenenada por la contaminación radiactiva de este vertido.

Aunque Obama suspendió en 2012 miles de contratos de arrendamiento de minas de uranio en torno al Gran Cañón, se permitieron las reclamaciones de uranio preexistentes. Ya comenzaron las voladuras subterráneas y los trabajos de superficie en la mina Pinyon Plain/Canyon.

Una vez que Energy Fuels, la empresa que explota la mina, empiece a extraer el mineral radiactivo, tiene previsto transportarlo unos 480 kilómetros de distancia hasta la planta de procesamiento de la empresa en White Mesa, que fue construida en tierras ancestrales sagradas de la tribu Ute Mountain Ute, cerca de Blanding (Utah).

Energy Fuels elimina los residuos radiactivos y tóxicos en enormes “embalses” que ocupan unas 275 hectáreas junto a la planta. Y tanto en EEUU como en otros países del mundo hay experiencia de accidentes causados por la falta de mantenimiento y de inversiones en esos embalses. Los científicos alertan de que verter agua en las balsas de residuos mineros aumenta su riesgo de rotura.

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