Por Pablo Jofré Leal
El régimen político-militar de Kiev ha mostrado que está dispuesto a todo, incluso el sacrificio de su población para demostrar a sus curadores occidentales que puede cumplir los planes trazados por Washington y Bruselas. Ello, con el fin de atraer la mayor cantidad de financiamiento, más militar que para beneficio de su población, que incremente las arcas y los depósitos bancarios de oligarcas, generales y miembros del gobierno de Volodimir Zelensky.
Para poder tener una narrativa que convenza a sus cada día más incrédulos mecenas, el régimen kievita muestra urbi et orbi supuestos “éxitos en combate” y recuperación de territorios que en modo alguno pueden comprobar a pesar del apoyo d ellos medios de desinformación y manipulación de occidente, que bombardean con noticias que no tienen correlato con la realidad, aprovechando en ello la censura, restricciones e invisibilización de los medios rusos a manos de los que se suelen denominar “defensores de la libertad de expresión y la democracia”.
Bien sabe Zelensky y los suyos que incrementar el ya monumental apoyo financiero y militar occidental depende de esto que llaman “éxitos militares” que a su vez tiene el correlato con los políticos estadounidenses y europeos de convencer a sus sociedades – o más bien manipularla -respecto a que las colosales cifras entregadas a un gobierno que es considerado uno de los más corruptos del mundo (1) es un dinero bien gastado en orden a la protección de los ucranianos, la defensa de la libertad y la lucha contra poderes considerados enemigos de occidente. Como es la visión que se tiene de la federación rusa. Las supuestas conquistas territoriales exhibidas por Kiev como triunfos gloriosos, muestras del éxito de u contraofensiva han sido calificadas de “limitadas” por el Instituto para el Estudio de la Guerra, Institut for the Study of War, un think tank que afirma que estos avances son esencialmente pequeñas aldeas sin importancia estratégica significativa (2). Rusia ha logrado establecer una línea de defensa alrededor del Donbás que s ele ha hecho imposible al régimen Kievita superar, ni siquiera las primeras estructuras defensivas. Para Zelensky y los suyos, un fracaso total, que ha tratado de desviar atacando objetivos civiles en Rusia.
Las voces críticas por ese apoyo desmesurado e incontrolable en armas, que suelen terminar una parte de ellas en el mercado negro de las armas en diversos continentes y en dinero que enriquecen a los jerarcas ucranianos; ha ido in crescendo. El senador republicano por Alabama Tommy Tuberville señaló en el programa televisivo The Ingraham Angle de Fox que “en Washington no estamos entendiendo nada. A fin de cuentas, es un equipo de secundaria –refiriéndose a Ucrania- juega contra un equipo universitario -Rusia- No pueden ganar…lo que estamos haciendo es tratar de apartar la vista del verdadero problema con relación a que la administración Biden y los demócratas son un desastre total” (3). En el mismo programa donde participó Tuberville se dio a conocer por parte de la presentadora que una encuesta realizada por SSRS – empresa de estudios de opinión – y CNN reveló que el 55% de los estadounidenses afirma que el apoyo a Ucrania no debe seguir efectuándose, no más fondos adicionales. Esto. Contra un 45% que ve positivo seguir apoyando a Kiev. Cifra que contrasta con el 65% de apoyo se tuvo al inicio de la operación de desnazificación y desmilitarización por parte de Rusia en febrero del año 2022.
Opiniones de como la del presidente de la Cámara de Representantes estadounidense, el republicano Kevin McCarthy, quien declaró públicamente que Kiev no debería recibir un “cheque en blanco”, generan temor en el régimen de Zelensky y lo impulsan a ordenar que las tropas de su ejército, los mercenarios contratados por miles y rogar que el apoyo Otanista en materia de manejo de las tecnologías militares más avanzadas, no detengan su accionar. La orden contra la tropa de corderos en que está convertido el ejército ucraniano, es tratar de mantener a toda costa cada espacio o aldea que pueden mostrar como conquistada a las fuerzas populares del Donbás y el ejército ruso. Esto, no importando las pérdidas que, según cifras entregadas por el ministerio de defensa ruso, significan 300 bajas diarias para Kiev. Una sangría mortal que a Zelensky no parece importar en su idea que retirar tropas de una línea de combate puede causar un “efecto dominó” y con ello cesar el suministro de armas y dinero que es lo único que lo sostiene en forma tambaleante en pie.
La corrupción ha llegado a niveles que muestran la absoluta putrefacción de un régimen que incluso debe sacar de circulación a los encargados de los centros de reclutamiento, creadas precisamente por Zelensky en junio pasado, que recibían sobornos para no enviar a quienes pagaban altas sumas de dinero para no ir a combatir (4) Conducta que echa por el suelo el recurso comunicacional que son miles y miles los ucranianos dispuestos a ir a una muerte segura. Medios ucranianos y cargos del gobierno señalaron que tales casos de corrupción se han vivido en Odesa, Leópolis y Kiev principalmente y las investigaciones internas demostraron que los detenidos y alejados de sus cargos se han enriquecido al dejar fuera del servicio militar obligatorio a quienes incluso les pagaban en criptomonedas o eran dejados en la frontera con Polonia para no ser parte de la guerra. Ciento doce cargos vinculados al área de alistar tropas serán procesados – al menos así lo anunció el mandatario ucraniano – lo que hace temer que las ramificaciones de este negocio tan particular lleguen a altas esferas del ejército y el gobierno ucraniano. Es la suerte que suelen correr aquellos regímenes que sirven a otros amos y no a su sociedad.
La corrupción es un cáncer que se ha ramificado por toda Ucrania. Ya en enero pasado Zelensky cesó en sus cargos 15 altos cargos por denuncias de corrupción, en distintos niveles: cinco gobernadores: Oleksiy Kuleba de Kiev. Oleksandra Staruja de Zaporiyia. Dimitro Zhivitski de la provincia de Sumy, Yaroslav Yanushevich de Jersón y Valentina Reznichenko de Dnipropetrovsk. Los cargos viceministeriales fueron: la viceministra de Política Social, Vitali Muzichenka, y los viceministros de Desarrollo Ivan Lukerya y Viachelsav Negoda. Incluso el asesor adjunto de Zelensky fue cesado en su cargo. Anuncios dados por el propio presidente ucraniano al señalar que se harían cambios en la cúpula del país tras varios escándalos en el seno del Ministerio de Defensa. El caso más sonado fue el de Vasil Lozinski, viceministro de infraestructura y Desarrollo comunitario, acusado de recibir más de 400 mil dólares destinados a la compra de equipamiento y maquinaria militar. A lo que sumó la confesión respecto a la compra a precios inflados de las raciones militares destinados a los soldados ucranianos destinados al frente de batalla y que ya habían dado a conocer la falta de vestuario y alimentos.
Hechos que han sido un suma y sigue en la corrupción que aqueja a Ucrania, su régimen y sus propios valedores, que cobrarán la factura de armas y apoyo en general a la hora del fin de la guerra. Ucrania está en deuda con sus valedores, que cobrarán la factura sí o sí, por décadas. Su reconstrucción, que se estima a estas alturas tendrá un costo superior a los 500 mil millones de dólares significará transnacionales europeas y estadounidenses exigiendo el pago con las propias riquezas de un país en ruinas. Tal vez los 250 mil millones que ya se han gastado en la guerra hubiesen sido un buen aliciente para generar las bases de un país donde la corrupción no lo situara, antes de la guerra, en el lugar 122 entre 180 países más corruptos del mundo. Y, concretar un desarrollo pacífico y de buena vecindad. Euromaidán situó a este país de Europa oriental en el bando belicista de Washington y la OTAN que, tras una década, lo tiene en una encrucijada que lo sumerge, cada día que pasa, en el marasmo de convertirse en un estado hipotecado. Ucrania es un cordero que marcha al matadero, conducido por sus pastores que no tienen interés alguno en Ucrania, sino que sólo les sirva de carne de cañón y testaferro en sus afanes rusofóbicos.