Donald Trump dijo ser víctima de una parodia judicial
Autor: Elson Concepción Pérez
Tuvo mucha razón el exmandatario de Estados Unidos, Donald Trump, cuando el pasado jueves calificó a la justicia de su país como «una parodia».
Sin embargo, le faltaron adjetivos por agregar a este hombre, fichado con el número de recluso p01135809, en la cárcel del condado de Fulton, en la ciudad de Atlanta. Allí «se entregó» a las autoridades, luego de ser acusado por intromisión electoral en los pasados comicios presidenciales, en el estado de Georgia.
El show pactado entre la Justicia y el reo contó, además, con el fichaje de datos adicionales, como que mide 1,92 metros y pesa 97,5 kilos, tienes ojos azules y cabello rubio o fresa.
Sabía Trump que –como a él le gusta– de lo que se trataba era de un verdadero circo mediático, y no de que permanecería en prisión, pues los 200 000 dólares fijados como fianza son para él un problema menor, que no menguan para nada su abultado patrimonio de 3 100 millones de dólares, cualidad que lo convierte en un multimillonario.
De acuerdo con la revista Forbes 10 years, solo en la ciudad de Nueva York, Trump tiene un total de 1 470 millones de dólares invertidos, y en otras partes del territorio estadounidense posee propiedades por 630 millones.
Este no es el primero, sino el cuarto caso penal que se abre contra un expresidente, y la segunda vez que se acusa a Trump de intentar subvertir los resultados electorales en su país.
Dos cosas estaban muy seguras para el gran magnate devenido presidente, y ahora empeñado en repetir su estancia en el despacho oval: libre, podrá seguir amasando su gran fortuna y, a la vez, continuar en su veloz carrera por vencer en las elecciones presidenciales de 2024, para las cuales se siente seguro, ante un rival que cada vez se tambalea más, dentro y fuera de los recintos de la Casa Blanca.
Al gran show no le faltó nada. Incluso, frente a la prisión en la que estuvo por 20 minutos, manifestantes gritaban frases de apoyo al exmandatario y contra el fiscal del distrito, Fani Willis, quien había acusado a Trump y a otras 18 personas de haber intentado revertir los resultados electorales de 2020 en Estados Unidos. «Encierren a Fani», coreaban los manifestantes.
El «reo» que nunca fue, salió del recinto carcelario, se dirigió al aeropuerto internacional de Hartsfield-Jackson, de Atlanta, y desde allí regresó a Nueva Jersey.
Allí lo esperaba la prensa –como le gusta a Trump–, pieza inseparable del espectáculo. A los periodistas les confesó que su arresto constituía un día muy triste para Estados Unidos.
Categórico, asumió la pose de todo acusado sobre el banquillo: «No hice nada malo».
Si es real o no, al espectáculo eso no le importa mucho. Tampoco al sistema parece importarle demasiado que el hombre que lo representó una vez como jefe de Estado, y que pudiera repetir en ese puesto, reconozca, con una verdad tan cruda, lo que venden al mundo como modelo de civilización: «Lo que ha sucedido ahora es una parodia de la justicia».