Autor: Manuel Valdés Cruz
Los intentos de negar el horror de la esclavitud y la discriminación racial quedan sepultados por los hechos cotidianos en EE. UU.
El 28 de agosto se cumplieron 60 años del discurso del doctor Martin Luther King Jr. en la marcha sobre Washington, en 1963.
Fue un momento crucial de la lucha por los derechos civiles. Su oratoria dejó una importante sentencia para la historia de EE. UU.: «Tengo un sueño, que esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo… Todos los hombres son creados iguales».
Actualmente, las fuerzas de la reacción tratan de acallar los horrores del fenómeno de la esclavitud, para que desaparezca el sueño.
La Junta de Educación del estado de Florida aprobó nuevas pautas para la enseñanza de la historia de la población negra, después de que el gobernador Ron DeSantis y los congresistas republicanos aprobaran nuevas leyes que limitan el contenido educativo en las escuelas. Proponen enseñar a los estudiantes que, gracias a la esclavitud, «los esclavos desarrollaron habilidades que en algunos casos pudieron usar para su beneficio personal».
La Asociación de Educación de Florida criticó estas normas: «El gobernador DeSantis está adoptando una agenda política que producirá choques entre personas. Además, se está engañando a los jóvenes, quienes merecen saber la verdad sobre la historia estadounidense, tanto la buena como la mala».
En 1625, 23 africanos fueron traídos en barcos «negreros» hacia las Trece Colonias. La primera ciudad a la que arribaron fue Virginia y, cien años más tarde, 293 000 africanos constituían el 42 % de todos los esclavos del país; seres humanos considerados propiedades de los dueños de plantaciones, con derecho a comprarlos, a venderlos y hasta a darlos en calidad de garantía por préstamos otorgados por bancos.
JPMorgan, el mayor banco estadounidense, reconoció en 2005 que, entre 1831 y 1865, sus subsidiarias Citizen Bank y Canal Bank ejercieron estas prácticas deleznables. Las ganancias que dejó el comercio de esclavos fueron de unos 4 000 millones de dólares.
Desde el punto de vista económico, el sur proporcionaba materias primas, algodón, maderas y tabaco que el norte manufacturaba. El dinero obtenido por empresas financieras, negocios de transporte y compañías de seguros contribuyeron al desarrollo económico de las dos regiones.
Se puede afirmar que el sistema esclavista constituyó la base del progreso de la nación. Entonces, ¿reverenciar ese sistema es el objetivo, cuando se propone eliminar de los libros de historia los crímenes cometidos bajo su amparo?
Otro King, pero este llamado Travis, un soldado estadounidense, entró hace casi un mes, de manera ilegal, en la República Popular Democrática de Corea. En declaraciones a la agencia de noticias kcna, admitió que lo hizo frustrado por vivir en una sociedad en la que impera la desigualdad, y que desertó debido al maltrato y la discriminación racial dentro de las tropas norteamericanas.
Los intentos de negar el horror de la esclavitud y la discriminación racial quedan sepultados por los hechos cotidianos en EE. UU. Basta consultar las estadísticas de los tiroteos, los suicidios, de la posibilidad de empleo…; las víctimas afroamericanas las encabezan todas.
No hace falta un Ku Klux Klan; la esencia del sistema se lo acredita todo.