Sionismo: Residencia a africanos… a cambio de matar palestinos

 

Pablo Jofre Leal | Prensa Opal

La muestra evidente de la desvergüenza y oportunismo criminal del régimen nacionalsionista israelí, es que se aprovecha de las necesidades de los más pobres y desvalidos de los inmigrantes del mundo, para generar oportunidades en su política militar de exterminio del pueblo palestino. Mercenarios para un ejército acusado de crímenes de guerra y lesa humanidad.

La genuflexa prensa occidental señalaba que el régimen sionista ofrecía residencia a solicitantes de asilo y refugiados, principalmente africanos, si estos se alistaban en el ejército ocupante. Esto, a primera vista que parecía ser una noticia de enorme importancia humanitaria, una esperanza para esos miles de inmigrantes que buscan desesperadamente tener acceso a beneficios sociales, es pura fantasía, una desgraciada oportunidad.

A punto de cumplir un año desde el inicio del nuevo e incremento proceso de exterminio del pueblo palestino a manos del régimen nacionalsionista israelí, la entidad infanticida administrada por el gobierno civil militar de Benjamín Netanyahu enfrenta una crisis existencial, que puede desembocar perfectamente, en su desaparición, tal como la conocemos.

Y, en ese marco, su desesperación en la idea de cambiar el actual curso de los acontecimientos en Palestina, y con ataques en apoyo al pueblo palestino por parte del Movimiento de Resistencia islámica de El Líbano (Hezbolá) – a cuyo país ya se trasladó los ataques genocidas – Ansarolá de Yemen, la resistencia iraquí y el sostén incesante de la República Islámica de Irán; lo hacen recurrir a medidas desesperadas. Sobre todo, porque los llamados a reclutar más personal, para su ejército ocupante, no ha tenido frutos, toda vez que los judíos ortodoxos, conocidos como jaredíes, se niegan a engrosas las filas de las tropas SS – soldados sionistas –.

Estos hipotéticos reclutas sobrepasan los 70 mil, de los cuales hasta ahora no han cumplido la determinación jurídica y cuya puesta en práctica efectiva puede significar el quiebre de la coalición del régimen más extremista dentro de una sociedad violenta como es la israelí.

“Los dos partidos ultraortodoxos – Shas y Judaísmo Unido de la Torá (JUT)- se oponen frontalmente al reclutamiento de los jóvenes estudiosos de la Torá y han amenazado con abandonar la actual coalición de gobierno de Benjamín Netanyahu si la medida entra en vigor, poniendo en peligro su supervivencia porque aportan 18 escaños vitales”.

Recordemos que, hasta ahora, el régimen nacionalsionista ha llamado a 300 mil reservistas para apoyar las labores de exterminio, en su plan de solución final similar a aquel que el Tercer Reich planteó en la llamada Conferencia de Wannsee y de cuyo recuerdo deberían tenerlo presente aquellos que se han planteado exterminar al pueblo palestino.

De autodenominados victimas exclusivos y excluyentes a victimarios del pueblo palestino que, no teniendo arte ni parte en aquella SGM, termina ocupado, colonizado y bajo un proceso de exterminio, donde el argumento de evitar un nuevo holocausto les sirve de manto argumentativo al sionismo.

Para el analista Mordejai Kremnizer, del periódico israelí Haaretz, quien denunció la práctica de obligar a refugiados, sobre todo africanos, a incorporarse al ejército en los combates en la Franja de Gaza para optar a un hipotético permiso de residencia, “resulta que los habitantes de Gaza que no participan en los combates – refiere a la población mujeres y niños asesinados por miles – no son los únicos que podrían ser utilizados por las Fuerzas de Defensa de Israel con fines bélicos.

Se ha creado un grupo de apoyo para ellos, disfrazados de solicitantes de asilo procedentes de África, a quienes personal de seguridad no identificado convence y explota para que contribuyan al esfuerzo bélico israelí”. Los miles de africanos, fundamentalmente hombres jóvenes, viven en situación irregular en los territorios de la Palestina histórica que los sionistas denominan Israel. Estos, son el objetivo de la administración de Netanyahu para incorporarlos al ejército genocida. ¿El anzuelo? obtener un estatus de residencia permanente.

Una muestra evidente del desprecio que tiene el ente israelí de aquellos solicitantes de asilo, que precisamente huyen de sus países en guerra para encontrarse que sólo pueden acceder a la condición de refugiados con posibilidades de residencia si acceden a asesinar hombres, mujeres y niños palestinos.

Más de 30.000 solicitantes de asilo africanos viven actualmente en Israel, mayoritariamente varones jóvenes que, según reportes de los medios de comunicación israelíes, funcionarios de defensa israelíes evaluaron que podían aprovechar el deseo de estas personas de obtener un estatus permanente en Israel como incentivo.

El periodista Gideon Levy, en un interesante artículo, señala que, frente al exterminio en Gaza “Los israelíes deben preguntarse si están dispuestos a vivir en un país que vive de sangre”, misma pregunta que deberían hacerse esos miles de inmigrantes africanos que aspiran a vivir en una sociedad que impide que, los legítimos refugiados, dueños de esa tierra retornen a Palestina, expulsados tanto en Al Nakba del año 1948, como aquellos desplazados el año 1967 y en cada acción que realizan los sionistas al usurpar las tierras de los palestinos.

Haaretz afirma que “estos procedimientos de alistar a soldados como mercenarios se lleva a cabo “de manera organizada, con la guía de asesores legales del estamento de defensa… sin abordar las consideraciones éticas del reclutamiento de solicitantes de asilo” Cuestión absolutamente falsaria pues ese ejército y en general la sociedad israelí no tiene consideración ética ni moral, como se demuestra en los 76 años de ocupación, colonización y exterminio del pueblo palestino, desde que se creó el ente sionista en mayo de 1948. Una medida completamente ilegal, pues lo que se está concretando es reclutar mercenarios, ya que no son ciudadanos israelíes.

Una acción propia de este régimen nacionalsionista, que no tiene reparos en llevarlo a cabo pues sabe que la impunidad y protección de su padrinos estadounidenses, británicos, franceses y alemanes, fundamentalmente, es lo que lo sostiene en estos actos ilegítimos.

Hay que tener presente con relación a la utilización de solicitantes de asilo en labores de guerra y más aún contra un pueblo ocupado, como es el palestino, el derecho internacional humanitario, que nos consigna que las víctimas de conflictos armados sean o no desplazadas, deben ser respetadas y protegidas contra los efectos de la guerra (que es el caso de gran parte de los africanos que solicitan refugio a la entidad sionista) y según este derecho deben beneficiarse de una asistencia imparcial.

Dado que son muchos los refugiados afectados por un conflicto armado internacional o no internacional, el derecho de los refugiados está a menudo íntimamente relacionado con el derecho humanitario.

El IV Convenio de Ginebra relativo a la protección debida a las personas civiles en tiempo de guerra (1949), contiene un artículo específicamente dedicado a los refugiados y los desplazados internos (art. 44). El Protocolo adicional I (1977) estipula que los refugiados y los apátridas serán protegidos en el sentido de los Títulos I y III del IV Convenio.

Hoy, en plena operación de exterminio del pueblo palestino, con una crisis político-social de envergadura, con escasez de reservistas que suplan a los muertos, heridos, desertores y aquellos que se niegan a servir en el ejército nacionalsionista, el gobierno de Netanyahu ha revisado incluso sus crónicas políticas de expulsión de los demandantes de asilo de origen africano.

Ya el año 2018, Amnistía Internacional señaló que “Israel y la expulsión de solicitantes de asilo africanos (principalmente eritreos y sudaneses) es una dejación de responsabilidad cruel y desacertada”.

Se agregó que los acuerdos entre Israel y los países africanos, a los cuales los refugiados serían devueltos, son ilegales en virtud del derecho internacional.

Esto, porque vulneran el principio de no devolución (non-refoulement), que es la prohibición de transferir a una persona a un lugar donde corra un peligro real de sufrir persecución y otras violaciones graves de derechos humanos, o donde no estaría protegida posteriormente frente a esa transferencia… Lo mencionado, seis años después y necesitado de mercenarios, el ente israelí deja de lado esas aprensiones y se dedica a ofrecer prebendas e inciertas condiciones de residencia permanente a desesperados solicitantes de asilo de africanos, para ser usados de carne de cañón.

Lo avizorado es más escenarios bélicos a aquellos que ya vienen de zonas de guerra y muerte, tal como lo hemos visto con los ataques del sionismo al Líbano. Haaretz afirma que el ejército sionista ya ha contactado con solicitantes de asilo, mayoritariamente africanos, para que participen “en operaciones militares en ocasiones potencialmente mortales”. Menos muertes de judíos y más de africanos es la máxima, que en la visión racista de esta sociedad no se percibe como un problema.

Esta es la catadura moral del régimen nacionalsionista. Un ente que no duda en aprovecharse de las necesidades de miles de personas, que además de cruzar miles de kilómetros, con peligro de su vida, dejando atrás a familias, a su entorno social, llegan a tierras donde quien ocupa y coloniza al pueblo palestino los chantajea y ofrece volver del lugar de donde venían huyendo o quedarse y morir por una entidad que los desprecia.

La alternativa para un magrebí, un eritreo o un sudanés es convertirse en mercenario o buscar otro lugar donde solicitar refugio. Atravesar desiertos, cruzar el mar Mediterráneo convertido en el mayor cementerio anónimo del mundo. El chantaje sionista es evidente, inmoral, inaceptable: muere por nosotros o vuelve a morir a tu país.

El objetivo es seguir derramando sangre en función de la ambición y la ideología más criminal que ha dado la humanidad en los últimos 80 años. Una realidad propia y característica identitaria de una sociedad racista, segregacionista, violenta, oportunista. En esencia, con un profundo desprecio a los Goyim (los no judíos).