Nicolás Hernández | teleSur
A dos décadas de su fundación, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América sostiene su lugar como faro de integración regional y resistencia al neoliberalismo.
En diciembre de 2004, Hugo Chávez y Fidel Castro plantaron las bases del ALBA-TCP como una respuesta directa al proyecto del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) impulsado por Washington.
Lo que inició como un acto de resistencia frente a las políticas neoliberales se ha transformado en una plataforma clave para la cooperación económica, social y política entre los países del continente.
El nacimiento del ALBA-TCP marcó un hito en la historia latinoamericana y fue el primer organismo multilateral diseñado en base a la lucha contra la pobreza y la exclusión social y no por meros intereses comerciales.
Desde esos cimientos, este órgano multilateral promueve un enfoque posliberal y antiimperialista que busca fortalecer la soberanía nacional de sus miembros.
La alianza entre Venezuela y Cuba sumó a Bolivia en 2006 y a Nicaragua en 2007 para luego ampliarse con la incorporación de 5 países del Caribe: Dominica (2008); Antigua y Barbuda (2009); San Vicente y las Granadinas (2009); San Cristóbal y Nieves (2014); Granada (2014) y Santa Lucía (2021).
Con iniciativas como la Misión Milagro, que devolvió la visión a más de 5 millones de personas, y campañas de alfabetización que beneficiaron a millones, el ALBA-TCP ha demostrado que otro modelo de desarrollo y articulación entre los países es posible.
El presente y el futuro
La reciente XXIII Cumbre del ALBA-TCP en Caracas reafirmó la vigencia de esta alianza. Durante el evento, los líderes regionales aprobaron la «Agenda Estratégica 2030″, un plan que establece horizontes en los ámbitos económico, social, cultural y comunicacional, apuntando a una integración más sólida y sostenible.
Además, se reafirmó el compromiso con la causa palestina, reflejando el enfoque solidario del organismo en asuntos internacionales. Sin embargo, el ALBA-TCP enfrenta desafíos significativos en un contexto global marcado por crisis económicas, sanciones unilaterales y el impacto de políticas neoliberales persistentes.
Según el economista Julio Gambina, la alianza debe buscar soluciones creativas para contrarrestar la dependencia externa y fomentar una articulación productiva y comercial que beneficie a los países miembros.
Más allá de los acuerdos diplomáticos, el ALBA-TCP se ha consolidado como una inspiración para movimientos sociales en América Latina. Representa una visión de integración basada en la cooperación y la solidaridad, en contraposición al modelo de competencia promovido por organismos como el Mercosur o el T-MEC.
Como señaló el presidente cubano Miguel Díaz-Canel, el ALBA-TCP es «la alianza que nos permite enfrentar juntos desafíos y amenazas». Desde su fundación, ha demostrado ser una herramienta efectiva para impulsar el desarrollo social y resistir las imposiciones neoliberales, sentando las bases para una América Latina más equitativa y soberana.
Con más de 63 millones de personas bajo su influencia, la alianza continúa siendo un bastión para quienes buscan alternativas al sistema dominante, demostrando que el camino hacia un futuro más justo pasa por la unión de los pueblos de la región.