Ambición del “Gran Israel” puede ser la tumba del sionismo

 

Carlos Aznárez | Almayadeen

Para que no se concrete la ambición del «Gran Israel», el Eje de la Resistencia es la herramienta principal con que deberán mimetizarse los pueblos de la región, y todo indica que no hay mucho tiempo para comenzar a concretarlo.

Paso a paso, bomba a bomba, masacre tras masacre, la entidad sionista, asentada sobre el territorio palestino, sigue tratando de avanzar en su idea del «Gran Israel» que ya anticipara en el siglo XIX, Theodoro Herzl, cuando advertía, al explicitar sus tesis sobre el sionismo, la necesidad de lograr un estado judío «seguro» que abarcara «desde el río de Egipto hasta el Éufrates».

Esta teoría que muchos creyeron como parte de un discurso irreal o exagerado siempre estuvo sobre la mesa de operaciones bélicas de distintos jefes militares judíos, quienes además de ratificar su adhesión a los dichos de Herzl se aferraban a referencias bíblicas que hablaban -los sionistas se han caracterizado por tergiversar la historia en beneficio propio- del «derecho divino de «Israel» a controlar gran parte de Oriente Próximo».

La ambición «israelí» de apoderarse de más y más territorios que no le corresponden, ha pasado de ser solo teoría a una realidad dolorosa. Para ello, ha desplegado aún más su poder armado, en especial desde que comenzara la batalla palestina del Diluvio de Al-Aqsa. A partir de ese momento, como viene ocurriendo desde hace 76 años, la entidad sionista procura acelerar el etnocidio a fuerza de bombardeos constantes, que prácticamente han convertido a Gaza en escombros, generando decenas de miles de hombres, mujeres y niños asesinados.

Lo mismo vale para Cisjordania ocupada. En esta última se produjeron invasiones por parte del ejército y los colonos, dando como resultado cientos de muertos. Si esto no fuera suficiente, al decir del propio primer ministro sionista Benjamín Netanyahu, se abrieron hasta cuatro frentes de guerra: a la barbarie cometida en Palestina, se le sumó la incursión reciente en Líbano por aire, la cual provocó otro genocidio, pero fueron derrotados por la infantería y los misiles de la resistencia libanesa.

Ahora, apelando a la impunidad que le otorga Occidente y sus instituciones, avanzó hacia Siria, no solo ratificando la ocupación del Golán, sino también poniendo sus tanques en Damasco mientras sus aviones y drones destruían en 48 horas todo el armamento del ejército, la aviación y la marina que poseía la República Árabe Siria.

Por supuesto que para concretar este nuevo escenario se necesitaba un plan, y en el mismo están involucrados Estados Unidos, Inglaterra, Francia y otros países de la Unión Europea, que vienen aprobando la idea del «Gran Israel», creyendo que debilitada Arabia Saudita gracias a la victoria lograda por Ansarallah, se necesitaba un nuevo liderazgo en la región que respondiera a lo que demanden las grandes corporaciones.

En lo que hace a Siria, esta estrategia guerrerista, se cumplió casi a la perfección: mientras «Israel» vomitaba muerte sobre Gaza y Cisjordania, alternando con varias incursiones en Siria (además de los asesinatos selectivos a dirigentes palestinos o iraníes), en ese mismo territorio, en la localidad de Idlib, las milicias terroristas de Hau’at Tajrir al Sham (HTS) aumentaban su equipamiento en armas y combatientes, preparándose para «una operación bélica de grandes dimensiones».

Esto, que fue tempranamente advertido por los aliados rusos e iraníes del presidente Assad, no lograron convencerlo de la conveniencia de poner al país en alerta roja. Lamentablemente, Assad, como le ocurriera a su colega Gaddafi con sus padrinos franceses timoneados por el expresidente francés Nicolas Sarkozy, estaba convencido que los Emiratos y Arabia Saudita que lo recibían con sonrisas y promesas, iban a socorrerlo llegado el momento.

Y al darse esa circunstancia, cuando la tropa del exjerarca del Daesh y del exFrente Al Nusra, Abu Mohamad al-Golani, iniciaran su rápido avance sobre Homs, Hama y llegaran hasta Damasco sin mayor resistencia, Assad comprendió que los consejos del líder iraní Alí Jamenei y el propio ministro de Relaciones Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, tenían real asidero.

Con un ejército desmoralizado, con la hambruna castigando grandes franjas de la población debido al bloqueo occidental, la ocupación por tierra de la capital fue sencilla. Estuvo a cargo de un conjunto de asesinos y terroristas de toda calaña. Mientras, los medios cómplices insisten en que los criminales de ayer, hoy muestran buenos modales, la milicia de los «cachorros» del presidente de Turquía, Recep Erdogán, no mostraron esos cambios que les atribuyen, y en su viaje hacia Damasco, entraron en un hospital y asesinaron cobardemente a varios soldados sirios heridos.

Conjuntamente con la ocupación por tierra, entró en acción uno de los protagonistas principales de la agresión criminal contra Siria, la aviación israelí, destruyendo cuarteles, aeródromos, viviendas militares. Todo con la anuencia y el apoyo de los «revolucionarios» de Al-Golani y sus amigos. No conformes con ello, mientras Damasco y otras ciudades se caotizaban debido a los desbordes promovidos por los ocupantes, comenzó, al igual que hicieron en Irak durante la invasión de EEUU, una serie de asesinatos selectivos a científicos y persecución a dirigentes populares del Baazismo.

Con estos cuatro escenarios o frentes de guerra en plena ebullición, «Israel» ya está pensando en seguir con la aventura destructiva en Irak, contando también con la ayuda de facciones del Daesh, que mágicamente ha sido resucitado por sus creadores occidentales. Y sin duda, acaricia la idea de hacer lo mismo en Teherán.

Sin embargo, los sueños del «Gran Israel», pueden convertirse en la tumba definitiva del sionismo. No solo por las contradicciones internas que fluyen en el aparato gubernamental «israelí», sino fundamentalmente por lo que significa la fuerza del Eje de Resistencia. Netanyahu ya probó de esa medicina cuando en todo este año, no pudo derrotar a los heroicos luchadores palestinos y libaneses.

Por el contrario, empezó a hacerse cotidiana la llegada a «Tel Aviv» de bolsas negras con los restos de oficiales y soldados sionistas. O cuando decenas de miles de colonos que ocupaban asentamientos en el norte debieron huir debido al poder de fuego de Hizbullah. O los efectos de repulsa que genera en el mundo árabe el genocidio que sigue practicando día y noche.

A esto hay que sumarle, los episodios de Líbano, que obligaron a que los jefes militares sionistas se decidieran a acordar un alto al fuego, o lo que hoy mismo está ocurriendo en Siria con los atropellos a parte de la población, que más temprano que tarde generará resistencia contra el ocupante.

Todo ello da la pauta que, si bien el golpe sufrido por el campo revolucionario anti-sionista ha sido importante, la solidez de países como la República Islámica de Irán, el coraje solidario del pueblo y las fuerzas armadas de Yemen, más las intervenciones de las fuerzas insurgentes iraquíes, aseguran que todavía hay mucha cuerda por cortar.

Cuando el 7 de octubre de 2023, Hamas y todas las facciones de la resistencia palestina gritaron «basta ya» y recomenzaron una ofensiva armada, sabían que estaban abriendo la caja de los truenos, y que por delante solo estarían «la victoria o el martirio», pero también fueron convenciéndose en el transcurrir de todo este año, que no se habían equivocado en obligar a «Israel» a mostrarse tal cual es en su ambición imperialista. Esta decisión hizo que el sionismo perdiera por ahora la batalla política a nivel mundial.

No hay país en el mundo donde no hayan ocurrido numerosas manifestaciones condenando la brutalidad y la crueldad israelíes, lo que llevó a que muchos no dudaran en cuestionar la existencia de «Israel» como tal, si no se sacude de esa ideología de muerte que es el sionismo. Sin duda: para que no se concrete la ambición del «Gran Israel», el Eje de Resistencia es la herramienta principal con que deberán mimetizarse los pueblos de la región, y todo indica que no hay mucho tiempo para comenzar a concretarlo.