Francisco Arias Fernández | Granma
En nombre de la «libertad y la democracia», estos legisladores neofascistas no comenzarán a trabajar y conspirar contra Cuba el 20 de enero; lo hacen desde el primer día de la administración Biden y desde mucho antes, presionando y chantajeando, generando nuevas legislaciones para estrangular al pueblo cubano y eternizar las medidas genocidas del bloqueo.
Los únicos en el mundo que se han opuesto a la decisión del gobierno de Joseph Biden de excluir a Cuba de la espuria lista de países supuestamente patrocinadores del terrorismo, son los mismos que traman en el presente y han lucrado en el pasado con el negocio sangriento de la guerra contra Cuba, a los que se suman obedientemente expresidentes corruptos y mafiosos que en otros tiempos fueron cómplices de EEUU en sus confabulaciones anticubanas.
Un puñado de legisladores de origen cubano, herederos de la politiquería, el engaño, el matonismo y la conspiración de los años de la tiranía batistiana y de mafias iniciadoras del narcotráfico en América Latina, desde los cuarteles, aeropuertos, casinos y burdeles de generales y doctores batistianos, no esconden hoy desde la Florida la ira y la frustración ante un gesto tardío, pero en la dirección correcta de la Casa Blanca que los desenmascara y descoloca.
Los tres nuevos jinetes del Apocalipsis (María Elvira Salazar, Carlos Giménez y Mario Díaz-Balart) no escatimaron improperios para denigrar de la decisión de Biden al tildarlo de «traidor», «patético cobarde», «desastre» o «vergonzoso».
Claro que los corroe la impotencia y el odio hacia el pueblo cubano, al que le auguraron «una fiesta muy corta» y contra el que traman todas las idioteces y crímenes que generen los terroristas que le sostienen, junto con los servicios especiales para los que trabajan desde hace muchos años.
Sin disimular su alma genocida y neofascista, Giménez aseguró que, a partir del 20 de enero, con Donald Trump y el senador Marco Rubio liderando la política exterior, no solo se devolverá a Cuba a la lista de patrocinadores del terrorismo, sino que se buscará «pulverizar al régimen de una vez por todas».
Diaz-Balart afirmó que la administración Biden, en una afrenta a la seguridad nacional de EEUU, «le ha dado todo lo posible al régimen de Cuba».
No con menos frustración, mentiras, manipulación y ansias de venganza, en la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, el senador Ted Cruz, criticó rápidamente la medida. «La decisión de hoy es inaceptable en función de sus circunstancias», dijo Cruz en un comunicado. «El terrorismo avanzado por el régimen cubano no ha cesado. Trabajaré con el presidente Trump y mis colegas para revertir inmediatamente y limitar el daño de la decisión».
Con similares resentimientos se manifestó el aliado de la mafia, el senador Rick Scott, quien alegó que era algo «imprudente y peligroso». «Trabajaré con el presidente Trump desde el primer día, para exigir cuentas al régimen comunista cubano y liberar al pueblo».
Insisten en mantener viva la mentira de los «ataques acústicos», en arreciar el bloqueo con nuevas medidas, en contaminar la guerra económica y contra el turismo con engañosas campañas y pretextos de supuesta militarización del país, en proyectos subversivos para desestimular o privar a los cubanos residentes en el exterior de enviar remesas a Cuba, viajar a la Isla o impedir la migración regular y ordenada, limitar toda conexión familiar, aislar a Cuba, invadirla o aplicarle un bloqueo naval o «pulverizarla» como afirman los mafiosos del Capitolio.
Para ello disponen de un arsenal de odiadores en redes sociales, para diseminar las noticias falsas, con varios diarios en la Florida bajo control de las mafias y sus patrocinadores en la comunidad de inteligencia para sostener los ataques permanentes y personajes diseñados especialmente para confundir y envenenar, como la académica de la CIA –con fachada del Departamento de Estado y no se sabe de cuántas universidades británicas, cubanas y miamenses– Nora Gámez, quien, reclutada en los encuentros pueblo a pueblo, desarrolló proyectos subversivos en Cuba, hizo dinero de la colaboración y emigró, atraída por los pagadores de promesas que hoy se oponen a cualquier gesto que pueda mejorar las relaciones bilaterales.
No son los únicos y quizá ni los peores, pero ahí están en la primera línea del mercenarismo frustrado y derrotado a lo largo de 66 años. Y lo estarán aún más cuando celebremos victoriosos los 70 de la Revolución al concluir la segunda y última temporada de su amo, Donald Trump.