A propósito de una “lista negra”, ni ética ni dignidad

Elson Concepción Pérez | Granma

Que no seamos del agrado de Trump o Pompeo, eso nos honra. Los dignos no pueden compartir espacio con quienes hacen de la ética y el decoro, un amasijo para el terror, la sanción y el sufrimiento de los demás.

Sé que debe resultarles bastante «pesado» eso de tener solo a 90 millas una Isla de la Dignidad. Más todavía cuando en un largo historial de 60 años de acciones terroristas contra la nación vecina, no han podido mover los cimientos de su sólida estructura de libertad e independencia.

La última de estas acciones terroristas fue el tiroteo contra la Embajada cubana en Washington, acto vil al que el gobierno de Trump ha contribuido con su lenguaje de odio contra la Isla y del que todavía hoy se espera un pronunciamiento y el enjuiciamiento, tanto del autor material, como de quienes puedan estar detrás del hecho.

Ahora bien, me imagino que muy poco favor se hacen Donald Trump, Mike Pompeo y el resto del equipo, en volver a incluir a Cuba en una «lista negra» fabricada por ellos y en la que debían estar solos, como máximos exponentes del terrorismo mundial. El argumento esgrimido no resiste el más breve análisis: «falta de colaboración de las autoridades cubanas» con los «esfuerzos estadounidenses contra el terrorismo».

Eso de «esfuerzos estadounidenses» no podrá lograr que alguien lo crea. Es todo lo contrario. Es un nítido reflejo de que ni ética, ni dignidad, los acompañan. Son huérfanos mentales de esos principios.

Justifican, además, que incluyen a la Isla en la citada lista negra «por no apoyar los esfuerzos de Colombia para asegurar una paz, seguridad y oportunidad justa y duradera para su gente».

Cómo olvidar, si está fresco aún en el tiempo, que fue Cuba la que brindó sus buenos oficios y sirvió de sede a las largas y complicadas conversaciones de paz entre el gobierno colombiano de Juan Manuel Santos y la guerrilla de las FARC-EP, que concluyeron con el histórico Acuerdo rubricado el 24 de noviembre de 2016, y que el nuevo presidente de Colombia, Iván Duque, un incondicional de Estados Unidos, ha tirado por la borda luego de la desmovilización guerrillera y su inclusión en el panorama político del país.

La ONU y otras instituciones internacionales y gobiernos de todo el mundo han elogiado el esfuerzo de Cuba para llevar a feliz término aquella negociación, tras 50 años de guerra en la hermana Colombia.

También nuestro país brindó sus auspicios y su sede para que el Gobierno colombiano y la guerrilla del ELN siguieran igual camino y se continuaran las conversaciones hasta un posible acuerdo. Pero la administración de Iván Duque fracturó el diálogo y optó por perseguir a los dirigentes de esa guerrilla.

Si el actual gobierno de Trump tuviera una pizca de integridad, no elaborara «listas negras» contra Cuba, Venezuela, Nicaragua, Irán y otras naciones. ¿Cómo puede denominarse el hecho de que el propio Trump diera la orden de lanzar misiles contra el general iraní Qasem Soleimani, asesinado vilmente en el aeropuerto de Bagdad?

Eso es puro terrorismo de Estado, no tiene otra denominación. ¿Cómo llamar al fracasado plan de invadir Venezuela, capturar al presidente legítimo Nicolás Maduro y llevarlo, vivo o muerto, a Estados Unidos. Puro terrorismo de Estado en el que, además, participaron militares estadounidenses hoy detenidos en Caracas.

Son innumerables los ejemplos, pero, en todo caso, sería casi imposible que algún gobierno democrático e independiente –insisto, democrático e independiente– pueda «colaborar» con Washington en el tema de la lucha contra el terrorismo. Sería, en todo caso, incluir en esa fatídica lista a los propios Estados Unidos.

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