Activistas que defendía embajada venezolana en EU ganaron

Cuando el miércoles el reverendo Jesse Jackson, ícono de la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos, entregó comida a cuatro activistas en la embajada de Venezuela, un frío debe haber recorrido por la espalda del secretario de Estado, Mike Pompeo.

Cada vez que los activistas necesitaran comida o agua, una figura pública podría estar ahí afuera para dárselas y sería mucho más difícil para el Servicio Secreto y los antichavistas detenerlos. Y si lo hicieran a golpes, la foto recorrería todo el mundo como ya de hecho estaba sucediendo con muchos de los enfrentamientos que se registraron fuera de la embajada.

La reacción fue inmediata: un día después, Mike Pompeo ordenó que el Departamento de Estado invadiera la embajada de Venezuela en Washington violando los artículos 32 y 45 de la Convención de Viena, que afirma que el Estado receptor está a cargo de resguardar la sede diplomática de otro país, y en caso de una ruptura de relaciones, la custodia de la misma debería ser otorgado a un tercer Estado aceptado por ambas partes.

Así, Estados Unidos utilizó de papel higiénico la Convención de Viena, luego de asediar la embajada por más de un mes con los antichavistas de escuderos.

El pulso por la embajada como la simulación de lo que sucede en Venezuela

El sueño húmedo de Juan Guaidó terminó por cumplirse: Estados Unidos, finalmente, invadió Venezuela, sin que payasos como su representante en Estados Unidos, Carlos Vecchio, pudiera haber evitado con su gente, el mal trago de ver las fotos de oficiales del Servicio Secreto en la embajada.

Lo primero que hay que recordar es que según la soberbia de Vecchio, la toma de la embajada era poco más que un trámite en el que tenía que ir a firmar un papel y entrar por la puerta grande, escoltado por el Servicio Secreto. El trámite, sin embargo, se enredó con el tiempo, tanto, que se tuvo que poner en la cola a esperar la orden de invasión del Departamento de Estado.

Su vocería en una semana lo registra con cabalidad: el jueves pasado festejó eufórico cómo se le daba una «cuota de socialismo fallido» a los 50 activistas con el corte de la electricidad en la embajada, y este miércoles rogó por favor que el reverendo Jesse Jackcson se diera cuenta que «apoyaba una brutal dictadura».

Completamente descolocado, Vecchio atestiguó el golpe de opinión pública que el Colectivo de Protección de la Embajada le propinó al sacarlo del cómodo terreno de juego en el que dirigentes antichavistas dan un discurso pre fabricado de «lucha contra la dictadura y defensa de los derechos humanos».

Lo que iba a ser un trámite con una cuota de falsa épica (restauradora de la democracia) devino en una comedia de enredos, donde sus seguidores quedaron retratados golpeando a ciudadanos estadounidenses.

En vez de ello, el pulso por la embajada se convirtió en una especie de simulación en HD (o 3D) de la guerra de Estados Unidos contra Venezuela. En vivo y en directo, el público estadounidense observó cómo su propia gente era tratada de la misma forma que en este momento son tratados los venezolanos, más allá de su posición política.

En ese sentido, el clivaje que descolocó por completo a Vecchio fue que la discusión comenzó a pasar por la división entre quienes están a favor y en contra de una guerra en Venezuela.

Por qué ganó el Colectivo de Protección de la Embajada

En la Primera Guerra Mundial, una de las tareas fundamentales de la Comisión de Información Pública de Estados Unidos fue venderle a los estadounidenses que el ingreso a la contienda era necesario para defender sus intereses. «Aceptar algo inicialmente no deseado que siguiese una agenda determinada», escribió Walter Lipptman, uno de los integrantes de dicha comisión.

Edward Bernays, autor de Ingeniera del Consentimiento, estableció que «la mejor forma de hacerlo era crear noticias que apelaran a las emociones del públicos para que llegaran de mejor forma las ideas a transportar». El padre de las noticias falsas así determinó que de esta forma se podría elaborar un consenso a favor de la guerra.

En cierto punto, lo que generó el Colectivo de Protección de la Embajada fue empatía con su causa al ubicarse como las víctimas del atropello del Servicio Secreto y la turba antichavista. Después de todo, son estadounidenses que protestan contra una guerra en Venezuela que no arreglaría ningún problema en Estados Unidos, como las demás tampoco lo hicieron.

Uno de los logros más importantes, en esta dirección, es haber roto el cerco impuesto en la opinión pública para que lo que sucede en Venezuela, de verdad, se discuta a profundidad, como sucedió en los tiempos de Vietnam (cuando la guerra se convirtió en un dolor de cabeza de varios presidentes estadounidenses).

La simulación del asedio a Venezuela, además de ser un ejemplar acto de solidaridad, interpeló un sentimiento que existe en lo profundo de la sociedad estadounidense. Del otro lado, Vecchio y compañía hicieron todo lo posible por dilapir el poco prestigio que habían obtenido en la opinión pública a favor de su innoble causa de cerco y asfixia contra Venezuela.

¿Y ahora qué?

Puede sonar optimista, pero lo que sucedió en la embajada en Venezuela abrió una brecha que difícilmente pueda cerrarse: la causa venezolana permitió al movimiento anti guerra de Estados Unidos testear en caliente el alcance que tienen este tipo de acciones en la opinión pública. Hace tiempo lo vienen haciendo en las redes sociales, los medios alternativos.

Pero esto representa un salto bastante importante en una sociedad estadounidense que está en plena ebullición por las condiciones sociales que atraviesa.

La campaña presidencial de 2020 es un hecho que va a ser, en gran parte, sobre no hacer más guerras, por lo que el ascenso de voces disidentes anti establisment, posiblemente, influya en el desarrollo de la misma.

Quienes defendieron la embajada de Venezuela, y pusieron el cuerpo por ello, tienen un número en esa lista. En un momento, donde, además, puede suceder que acciones como esta se repitan y se perfeccionen siendo mucho más difícil contrarrestarlas, como sucedió por la vía de los hechos.

Otro gran interrogante que queda a flote, en este contexto de defensa de embajadas y anuncios de diálogos en Noruega, es si Donald Trump en su campaña va a querer quedar: ¿cómo el presidente que fue a una guerra estúpida en Venezuela (o Irán) arrastrado por verdaderos dementes como John Bolton? o ¿aquél que encontró una salida al atolladero venezolano mediante una negociación?

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