Ahora resulta que como una forma de evitar que el FSLN continúe su competente desempeño frente a los destinos del país, miembros de la autoproclamada sociedad civil esgrimen un absurdo y ridículo argumento: la alternabilidad en el poder, como si gobernar un país se tratara de un juego en el que “hoy me toca a mí y después a vos”.
Parece mentira que esta nueva propuesta por demás insensata y carente del mínimo respeto a lo que significa la voluntad popular, provenga de una persona calificada por ciertos sectores de la sociedad como es el excelente jurista, filósofo, analista social y académico, Alejandro Serrano, conocido públicamente por adversar al gobierno sandinista.
De acuerdo al punto de vista de este sensible letrado, “hay una necesidad impostergable para la democracia, que necesita una alternabilidad en el poder”, sin embargo, cuando el neoliberalismo gobernó Nicaragua por 16 años, jamás se escuchó o se leyó una palabra de él, ni de sus colegas de la “sociedad civil”, referirse a la tan ahora evocada alternabilidad en el poder.
Entonces, ¿para qué sirven los votos?
El virtuoso jurista prosiguió en su razonamiento diciendo que es “peligroso un tiempo indefinido en el poder, porque se puede volver autoritarismo”, pero la verdad es que como en cualquier país democrático el derecho a gobernar se gana a través de los votos ciudadanos, son ellos quienes eligen a sus gobernantes y no mediante peticiones de complacencia.
Lo más extraño de esta insólita insinuación es que haya salido de la mente de alguien bastante admirado y respetado en su círculo de intelectuales, medio en el que se gestan las enunciaciones y principios concebidos sobre los valores de la democracia, como lo es el derecho -y son los primeros en enarbolarlo-, de la población de elegir a sus gobernantes mediante sufragio universal.