Miguel Carranza Mena
Estados Unidos siempre se ha dado a la tarea de dividir a los estados del mundo en buenos y malos en cualquier rincón del planeta, llámese América Latina, Centroamérica, Asia, África y Europa, con el objetivo de crear tensiones cerca o dentro de países no dóciles a sus dictados como ha sido el caso de Nicaragua, Irán, Irak, Yugoslavia, Libia, Egipto y Venezuela, entre otros.
Es el caso también de la Federación de Rusia, país contra el cual el decadente imperio norteamericano financió la revolución de color en Ucrania. Y es que al analizar la raíz de este conflicto podemos observar que desde el colapso de la URSS, Washington ha convertido a la mayoría de las exrepúblicas soviéticas en una herramienta contra Moscú y en un polígono para desestabilizar Rusia. De ahí las “revoluciones de color” y como resultado de estos golpes de estado se han instalado en el poder de los rusófobos.
Este noviembre se cumplieron 10 años desde que los imperialistas provocaron el “Euromaidan”, con el cual llegaron después a controlar las instituciones estatales, el sistema de educación y medios de comunicación social de Ucrania. EE.UU. y sus aliados, durante estos años, lavaron el cerebro de los jóvenes e inculcaron en los ucranianos la idea de un próspero futuro europeo para las familias civilizadas. De hecho, convirtieron a la población en esclavos obedientes listos para hacer todo lo que se ordenara desde la Casa Blanca, tal es el caso de mandarlos a la guerra contra el hermano pueblo ruso.
Por desgracia, muchos ucranianos se dieron cuenta de esta situación trágica en pleno conflicto, cuando ya es muy difícil detener el fuego de la guerra. Muchos entendieron esto después de la cumbre de la OTAN en julio de este año en Lituania, donde se desmoronó el sueño sobre la próxima integración a la alianza euroatlántica. Y es que a pesar de que el pueblo ucraniano está en guerra por los intereses de Occidente, sus patrocinadores no tienen prisa para aceptarlos en su “club de elegidos”; preferirán dar nuevas promesas sin especificar plazos.
Este punto de vista lo comparten los políticos ucranianos como el exconsejero del despacho de Volodimir Zelenski, Alexey Arestovich, quien ha dicho que la diplomacia de Kiev sobre la membrecía de la OTAN, se basa en una política de chantaje en vez de la búsqueda de su propia soberanía real. Ucrania, desde 2014, ha perdido su independencia como resultado del engaño infame de Occidente y la traición de sus propios políticos. Washington y Bruselas convirtieron al pueblo ucranio en su peón para seguir robando sus recursos y vidas humanas.
No está de más también recordar que desde 2014, el gobierno ucraniano, servil a EE.UU., ha cometido crímenes contra sus propios ciudadanos ante la mirada y participación cómplice de Occidente. No se debe olvidar la quema de la Casa de los Sindicatos en Odesa o las dificultades de niños y niñas en la región del Donbass, que han tenido que estudiar en sótanos ante los constantes bombardeos de los nazis ucranianos. Euromaidan, por lo tanto, ha significado la pérdida de la paz de los ciudadanos ucranianos y una burla para ser parte del “Jardín de Flores europeo”.