Al Nakba fue la catástrofe, Al Nakba es la catástrofe

Winnie Narváez*

Hace 76 años inició el genocidio contra el pueblo palestino, seguido de 75 años de colonización silenciada ante los ojos del mundo (cambio del curso de los acueductos, destrucción de plantas nativas, bloqueo de acceso al mar, sustitución de la arquitectura ancestral por una arquitectura estéril). Ahora, desde 2023, un genocidio o exterminio que seguramente hasta la persona más indiferente ha querido comprender.

No podemos olvidar que la Nicaragua que Estados Unidos sí aplaude, es la que desde el Nakba hasta el triunfo de la revolución sandinista intercambió armas con Israel y por supuesto apoyó su creación con el gobierno de Somoza.

Además, en 1968 (20 años después del primer Nakba) estaba enviando hombres nicaragüenses a luchar contra Vietnam, casi una década después de haber participado en intervenciones militares contra Costa Rica, República Dominicana y Cuba. Pero quienes no conocen su propia historia creen el cuento desinformado de seguridad y democracia que los mismos Estados Unidos impone y repite.

No podemos tener dudas de que el imperialismo sí existe y es sinónimo de muerte. Lo paralelo de la realidad es tan extremo que se puede estar mirando cadáveres en redes sociales mientras se ingiere un plato de comida. De esa forma se aniquila la sensibilidad y no es casual.

Tal como lo plantea el sociólogo Ramón Grosfoguel, el capitalismo tardío es en esencia pesimista y habla de libertades por las que solo la izquierda ha luchado, pero desarrolla acciones que solo corresponden a una derecha extrema. Desafortunadamente, sin historia y sin referentes teóricos, no podemos darnos cuenta del impacto de eso en nuestras mentes.

Construimos opiniones con base a los conceptos que más calaron después de la repetición masiva de redes sociales, haciéndonos creer que lo que ocurre contra Palestina “es complicado”. Eso es la alienación, y la tecnología ha sido clave mientras, por supuesto, las corporaciones que componen dichas tecnologías se enriquecen con nuestro consumo y libre entrega de datos. La noción de ciudadano global promovido desde las redes sociales invita a no tomar posturas y no tomar postura es apoyar la injusticia.

Haciendo referencia al escrito de ayer de Rafael Casanova, tenemos una responsabilidad sobre nuestros hombros. La responsabilidad de estudiar no desde unos lentes sino desde un corazón anticolonial. Los atropellos contra el pueblo palestino no son lejanos a nosotros. Tenemos la tarea titánica de desenterrar, escribir y leer nuestra propia historia porque la historia que nos han contado Europa y Estados Unidos ni nos incluye ni nos representa.

Construir conocimiento y construir tecnologías vienen ambas del mismo ejercicio, la investigación, por tanto, implica compromisos éticos. Un compromiso con la vida y por generar desde el privilegio de estudiar propuestas útiles para quienes lo necesiten.

La academia sin compromiso sí sirve para algo, sirve para continuar alimentando el discurso, las ideas y la “normalidad” de quienes se enriquecen a costa de la vida de la humanidad.

* Winnie Narváez es docente investigadora de la UNAN-Managua, del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas.

 

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