Carmen Esquivel | Editora Prensa Latina
En un escenario caracterizado por el auge de gobiernos de derecha, la victoria del Frente de Todos en las primarias argentinas renovó las esperanzas para la izquierda y puso en duda la teoría del fin del ciclo progresista en Latinoamérica.
El 11 de agosto la dupla de Alberto y Cristina Fernández obtuvo un triunfo abrumador en las elecciones con 47 por ciento de los votos, muy por encima del neoliberal Mauricio Macri, quien apenas alcanzó 32 puntos.
Aunque los resultados de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) no son vinculantes, sí funcionaron como un plebiscito y colocaron a la oposición peronista como favorita de cara a los comicios del 27 de octubre.
El avance del Frente de Todos fue notable en la provincia de Buenos Aires, en la gran mayoría de los centros urbanos, el área rural, el sur y el norte del país e, incluso, se vaticina que en la próxima contienda podría obtener la presidencia sin necesidad de ir a una segunda vuelta.
Los analistas vinculan los resultados electorales al descontento de la población con las políticas del gobierno de Macri, que aumentaron la inflación, el desempleo y la pobreza, desmantelaron programas sociales, favorecieron la privatización, endeudaron al país y pusieron la economía bajo supervisión del Fondo Monetario Internacional.
La victoria del Frente de Todos tiene una gran relevancia no sólo para Argentina, sino también para América Latina, donde en los últimos años gobiernos progresistas sufrieron una arremetida de la derecha que provocó retrocesos en países como Honduras, Brasil, Paraguay y Ecuador.
En opinión del expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, estos comicios son la esperanza de que vendrán mejores días. Por su parte, la también exmandataria de Brasil Dilma Rousseff los consideró como una luz al final del túnel para la región.
Dilma fue objeto de un golpe parlamentario en 2016 que la apartó de la presidencia, a pesar de haber sido electa democráticamente por más de 54 millones de votos.
Mientras que Lula fue encarcelado y acusado de delitos nunca probados, cuando todas las encuestas lo daban como favorito para ganar los comicios de octubre de 2018, otros líderes de izquierda, entre ellos el exmandatario Rafael Correa y el ex vicepresidente Jorge Glas (Ecuador), debieron enfrentar durante los últimos tiempos las consecuencias de la persecución política.
Al conocer los resultados de las primarias argentinas, Correa manifestó su confianza en que la derrota del neoliberalismo en ese país represente un paso de avance y permita el regreso de mejores momentos para la región.
El también líder de la Revolución Ciudadana retomó las palabras del expresidente uruguayo José Mujica, cuando hace unos años le preguntaron si el viraje a la derecha en América Latina no le preocupaba y respondió: ‘El viraje es temporal. La gente no olvidará lo que la izquierda le dio y terminará por recordar lo que la derecha le quitará’.
De hecho, ya el año pasado constituyó un avance significativo el triunfo en México del candidato de la coalición Juntos Haremos Historia, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), en los comicios del 1 de julio, donde logró más de 30 millones de votos.
López Obrador alcanzó el 53,17 por ciento de los sufragios, un porcentaje que ningún candidato había obtenido hasta ese momento, y superó con creces a su más cercano rival, Ricardo Anaya, de la coalición México al Frente, quien logró 22 por ciento.
Para el conocido politólogo argentino Atilio Borón, el triunfo de López Obrador fue la confirmación de que el famoso ‘fin de ciclo progresista’ no existe y que el proyecto de la derecha está muy lejos de consolidarse.
LA TESIS DEL FIN DEL CICLO
La idea de que el ciclo progresista había llegado a su fin tomó auge en los últimos años cuando, aprovechando un cierto reflujo en los avances logrados por los procesos de cambio, la derecha comenzó a construir un discurso que intentaba deslegitimar la década ganada para las mayorías sociales y populares.
Tal es la reflexión del periodista y analista político Katu Arkonada, quien, sin embargo, considera que nunca hubo tal final de ciclo porque la historia es dialéctica, un constante ir y venir de flujos y reflujos.
Con esta opinión coincidió el sociólogo, educador y político argentino Daniel Filmus, cuando en un reciente intercambio con académicos de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) en La Habana, declaró que los procesos de transformación nunca son lineales, tienen momentos de avances y retrocesos.
En el caso argentino, dijo, vuelve a haber un avance importante de las fuerzas nacionales y populares y, si en octubre ganan las fuerzas progresistas en esa nación y también en Bolivia y Uruguay, estaríamos junto al caso de México en un proceso transformador importante para la región.
Otro pensador que ha dedicado mucho tiempo al estudio de la situación latinoamericana es el analista político y vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera. Para García Linera, es cierto que después de 10 años continuos de expansivas victorias de las fuerzas revolucionarias y progresistas en Venezuela, Brasil, Argentina, Bolivia, Paraguay, Ecuador, Nicaragua y El Salvador, ha habido un momento de inflexión en el continente.
No obstante, en un artículo titulado ¿Fin de ciclo progresista o proceso por oleadas revolucionarias?, Linera advertía que no debemos asustarnos, ni ser pesimistas ante el futuro.
Recordó que cuando Marx analizaba los procesos revolucionarios, en 1848, siempre hablaba de la revolución como un proceso por oleadas, nunca como un proceso ascendente o continuo.
Es así que a la primera oleada de desborde social, como la que vivimos los 10 años anteriores, le está sucediendo un repliegue temporal. Pero más temprano que tarde habrá de sucederle una segunda oleada, que avanzará más allá de lo que lo hizo la primera, y a esta le sucederá una tercera, que la superará, decía Linera.
De acuerdo con el vicemandatario boliviano, la derecha no tiene un proyecto de futuro, sino que es la restauradora del decadente y fallido neoliberalismo.
Prueba de ello es que lo hecho por los gobiernos progresistas y revolucionarios en 10 años por ampliar los derechos sociales y construir la soberanía, es mucho más de lo logrado en los 100 años anteriores.
Y concluía el vicepresidente de Bolivia: “La derecha restauradora tiene eso en contra: es el pasado, es el retroceso. En cambio, el tiempo histórico está a favor de la Revolución”.